El regreso a su estancia en Mount Vernon, Virginia, a fines de 1778, duró poco. Aunque Washington quería descansar y ocuparse de su hacienda que sufrió durante su ausencia de casi 9 años de guerra, le preocupaba el rumbo que estaban tomando ciertas cosas.

El gobierno, como estaba constituido, no servía. El peligro de la anarquía y la dispersión era real.

Washington había vivido en carne propia la inoperancia del Congreso como órgano ejecutivo, mientras estaba a cargo de las Fuerzas Armadas. Ahora se precipitaban otros problemas como los que provocaría el incumplimiento de las obligaciones de la deuda. Observaba que a muchos políticos no les importaba hacer frente a los compromisos contraídos. De entrada dañarían el crédito de la nueva nación, cercenando su potencial. El populismo asechaba a la endeble unión y había que crear un brazo a cargo de su administración para hacerla viable y no quedar a la merced del caos, o de los irresponsables. Los viejos artículos de la confederación debían ser sustituidos por algo más sólido. Se convocó a una asamblea constituyente.

Los desafíos que pesaban sobre la nueva nación eran enormes, por no decir abrumadores. ¿Cómo resolver el tema de la esclavitud; la representatividad; la falta de mecanismo de gobierno; de medios de pago o moneda y la ya mencionada deuda. La recesión económica que trajo aparejada la independencia; la incertidumbre en las reglas de juego, etc.?

Pero tampoco faltaba talento y deseo para encarar y resolver los problemas. Pocas veces en la historia humana se dio una conjunción de tanta capacidad intelectual y genio juntos. No todos "los padres fundadores" pensaban igual, algunos eran adversarios y en el correr del tiempo varios terminaron enemigos pero en esa ocasión (entre el 14 de Mayo y el 17 de Septiembre de 1787) en Filadelfia negociaron y elaboraron la carta magna bajo la tutela de Washington. No fue tarea fácil.

Los 13 estados soberanos (ex colonias) nombraron 74 delegados de los cuales 54 concurrieron y solo 39 firmaron el documento, algunos disgustados no lo hicieron o se fueron antes. Varios, lo creían demasiado centralista y en desmedro de la soberanía de los estados, otros al revés. Había gente que consideraba que no contenía suficientes garantías de derecho o les disgustaba el colegio electoral o mismo el cargo de presidente, al cual Franklin inicialmente se oponía. Proponía un colegiado rotativo. Otros, porque el proyecto era demasiado laico, etc.

Quienes volvieron a sus estados llegaron para abogar o frustrar el esfuerzo. Para ratificar la Constitución se necesitaban 9 votos afirmativos de los 13 estados que la conformaban. Recién a mediados del año siguiente la misma entró en vigor y solo en mayo del 1790, todos los estados la habían ratificado.

Los principales que directa o indirectamente elaboraron el documento terminaron siendo presidentes, vicepresidentes, secretarios de estado y del Tesoro, gobernadores, jueces y senadores, salvo el prestigioso Benjamín Franklin que había negociado en París, la paz con el Reino Unido. Murió poco después. Poseedor de un poderoso intelecto James Madison, de Virginia, fue la persona que elaboró el primer borrador de la Carta Magna, dejando firmemente anclado el concepto de la división de poderes repartido en tres estamentos separados, como parte de un engranaje dinámico, con pesos y contrapesos. El dilema de como asignar la correspondiente gravitación en el Congreso de cada estado, se zanjó creando dos cámaras, la baja (de representantes) conformada en proporción a la población y la alta, dos senadores por cada estado ya sea fuera chico o grande, resolviendo una enorme controversia. John Adams, abogado, cronista, diplomático, consiguió préstamos en Holanda; estaba en el extranjero durante la Asamblea y no concurrió pero la constitución de Massachusetts redactada antes o él, sirvió como hoja de ruta. Thomas Jefferson, un rico terrateniente de Virginia, (quien a pedido de Adams, fue el principal redactor de la declaración de la Independencia, el 4 de julio de 1776) fue un duro escollo. Pretendía establecer una democracia rural muy descentralizada limitando la capacidad de imponer impuestos al gobierno federal. Alexander Hamilton que estuvo junto a Washington unos años haciendo las veces de Jefe de Estado Mayor, era partidario de crear un gobierno fuerte, recaudar impuestos y pagar las deudas. John Jay, diplomático (de facto secretario de estado) luchó en la guerra de independencia. Junto con Hamilton y Madison publicaron en forma anónima, unos valiosos escritos "The Federalist Papers" explicando y promoviendo la aprobación de la Constitución (*).

George Washington, como presidente de la Asamblea ordenó su desarrollo, el que transcurrió en forma reservada, por no decir secreta. No dio discursos, era parco, como sabemos, pero estuvo muy activo detrás de bambalinas, supervisando las negociaciones, buscando y forjando acuerdos, hasta encontrar la solución a cada tema. Su sentido común, probado liderazgo y autoridad fueron clave y el previsto mecanismo de enmiendas la iba a ir perfeccionando (**).

El espinoso asunto de la esclavitud y su abolición fue soslayado. Amenazaba con disolver la endeble unión (40% de la población de Virginia y 60% de South Carolina estaba compuesta por esclavos africanos). La única concesión fue prohibir la importación de esclavos a partir de 1808. Relacionado con este tema estaba como contabilizar a esos seres humanos en proporción a los escaños en la cámara de representantes. Se acordó en 5/8. Respecto al tema de la esclavitud, Washington heredó y compró negros. Según él, la solución vendría por vía de una ley general, tema que abordó con Lafayette y otros. También, dejar a los suyos libres... quedarían desamparados. Difícil juzgar ahora. Debieron pasar tres generaciones y una cruenta guerra para dirimir la cuestión. Al entrar en funcionamiento el gobierno federal, fue unánime la elección del Presidente Washington por el colegio electoral.

(*) Influenciados por los escritos de Locke y Montesquieu. (**) 27 a la fecha.