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Seguridad e inversión

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MATÍAS CHLAPOWSKI
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La seguridad y la inversión. Grandes temas de actualidad. El primero afecta mucho al segundo. Dado el obvio interés para el país, el gobierno está abocado a retrotraer el nivel de delincuencia, que ha venido subiendo, en los últimos quinquenios.

Para que el artículo no sea árido y conceptual, describo un típico dialogo familiar de la semana pasada; “-Los chorros te revisaron el auto anoche, está la guantera abierta, todo por el suelo. ¿Lo dejaste sin trancar? -Sí, lo dejo abierto porque si no, rompen el vidrio. Dos días atrás le rompieron el de la camioneta de un amigo que vino a comer a casa”. A su vez cuenta que la semana anterior le abrieron una ventana, desenroscaron un purificador de agua y se lo llevaron. Toda una proeza de contorsión y maña.

En enero, alguien de la casa se despertó escuchando unos ruidos. Estaban forzando la reja. Al deslizar, sigilosamente la cortina del cuarto vio a un ladrón que metódicamente se llevaba del patio la ropa tendida, los comestibles, artefactos, las bebidas y una garrafa. Pudo llamar al 911 y luego le informaron que el delincuente había sido apresado y el botín escondido en la vereda, se pudo recuperar. El ratero era un conocido reincidente.

El invierno pasado rompieron en la misma casa un gran ventanal de vidrio para entrar a robar. Sonó la alarma en la madrugada y alguien de la familia tuvo que venirse de Montevideo para hacerse cargo de los destrozos, contratar al vidriero, albañiles, hablar con la policía, etc. En este sentido, la experiencia en los últimos años ha sido pareja y desgastante.

La delincuencia es una pesada carga que agobia a toda la población. Las víctimas, pobres o ricas, aparte de la mala sangre y el miedo que pasan, tienen el costo de reposición, de lo sustraído y están forzadas a multiplicar los gastos en seguridad y posponer o privarse de otras cosas. Deben instalar alarmas, luces, rejas, alambres de púa o eléctricos, alarmas, cámaras, muros, perros guardianes, contratar empresas de seguridad. Gastar en luces, baterías, cámaras, sensores, reparar daños, carpinteros, cerrajeros, vidrieros, contribuir a asociaciones de vecinos. Este tipo de fechorías son hechas por ahora con ladrones que prefieren no enfrentarse a la gente, pero no siempre es así. Hay personas que quedan heridas, lisiadas física y psicológicamente o que incluso mueren de un balazo.

¿Cuánta energía y tiempo se pierden, resultado de la inseguridad con que se vive? ¿Cerraste bien la puerta? ¿Escondiste la plata? ¿Pusiste la alarma? Cuidado con tu bolso, a fulana la arrastraron media cuadra. Andá mirando si no te siguen.

Muchos de estos ladrones, que hacen sus primeros pasos en pequeños robos, migran eventualmente a la rapiña, al asalto a mano armada, a los copamientos y algunos entran en el crimen organizado, la droga. Dudoso es el retorno a la buena senda y tremendo el costo para la sociedad.

Las estadísticas de este año indican una mejoría, pero hay que pensar en una solución más amplia. No solo apresar a los ladrones y mandarlos a la cárcel. Eso también, pero lo ideal sería prevenir, imbuir a la juventud de valores cívicos, proveer un ambiente de trabajo y respeto que les sirva de experiencia para su futura vida laboral. Lo que sus padres no les dieron, tratar de dárselo, por su bien.

Mi sugerencia es un programa nacional o departamental, quizás obligatorio, en dos grandes cuerpos, para formar a esa juventud que no trabaja ni estudia. Uno tipo “Boy Scouts” para los más jóvenes y otro para los de 18 a 21 años, como trabajadores sociales por un período a determinar. Sacarlos de las calles, de la noche.

No es una idea que se lanza sin pensar en las dificultades y esfuerzos que supone. Es esperable la oposición a una iniciativa semejante debido a los costos que supone, etc. Pero tampoco descartemos los tremendos beneficios que traería a la sociedad, si se lograra aunque más no sea, parte de los objetivos buscados. En su momento John F. Kennedy creó el Cuerpo de la Paz como alternativa al servicio militar, con la idea de enviar jóvenes a distintos lugares en el mundo, donde se necesitara ayuda.

Los motivos que impulsaron la creación de este cuerpo eran distintos a esta osada idea que propongo, pero el concepto de jóvenes trabajadores civiles, entrenados pa-ra ayudar, tiene un parecido. En Europa, después de la Primera y Segunda Guerra Mundial, también surgieron movimientos para reconstruir lo destrozado. En Uruguay el desafío sería construir la autoestima de los NINI. Que aprendan a trabajar, adquieran un oficio, sepan cumplir un horario, respetar al prójimo y a sus jefes.

En plena pandemia es difícil encarar algo así pero el Mides podría ir pensando en un proyecto como el propuesto para abatir a esa otra plaga, la de la delincuencia que consume a la sociedad. Recordemos que los más pobres son quienes lo sufren en gran medida. Son más indefensos.

Respecto del interés del gobierno por atraer a nuevos residentes e inversiones del exterior, recuerdo amigos europeos de mi familia que previsores, compraron propiedades en América antes de la guerra. Una práctica que en los últimos tiempos, dada la inestabilidad en el sur del continente, se ha reducido e invertido.

Un Uruguay más previsible podría aprovechar el filón de familias europeas o de nuestros vecinos que no desean tener todos los huevos en la misma canasta, para que compren activos uruguayos o prefieran trabajar o retirarse aquí. Las playas y la ondulada campiña oriental son un gran gancho. También lo son la seriedad de sus instituciones y la amabilidad de su población. No ayuda, sin embargo, si vienen de visita o para averiguar y se enteran del problema del abigeato (una verdadera industria) en el campo o la inseguridad en Montevideo y otros lugares. Sus diplomáticos, abogados y amigos locales o extranjeros no pueden sino alertarlos del creciente peligro de los robos o peor. Consta que ello disuade a más de uno.

Los temas que dan título de esta nota están íntimamente unidos. Merecen la más cuidadosa y urgente consideración de la clase política.

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