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El viento a favor

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martín aguirre
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Si lo hubieran querido planificar, no habría salido tan bien.

Mañana, 1° de marzo, se cumple el primer año de gestión de Luis Lacalle Pou, y el mismo día en que se planificaba una comparecencia ante el Parlamento para hacer una especie de discurso “State of the Union” a la americana, coincide con el primer día de la campaña de vacunación que se espera ponga fin a la pesadilla de la pandemia. ¡El 5 de Oro!

Venía siendo un verano complicado para el nuevo gobierno. El pico de contagios de diciembre-enero obligó a sacrificar una temporada de turismo que reparte millones en sectores clave para la economía. A esto hubo que sumar el renacer de la campaña en forma de pinza entre la dirigencia del Frente Amplio, el estamento sindical, y grupos técnicos en la órbita de la UdelaR, que volvieron a poner al gobierno contra las cuerdas. Sobre todo porque las vacunas no llegaban y hasta agencias de noticias que hasta hacía nada nos ponían como ejemplo, empezaron a llamarnos “el último de la fila”.

Pero, el anuncio de la llegada de las vacunas, y el volumen en que se las espera, fue un bálsamo de alivio sobre toda la sociedad. Incluso el nuevo rebote de contagios ya genera un peligroso sentimiento de ajenidad.

Ahora bien, ¿cómo encuentra este primer aniversario a la gestión del gobierno “multicolor”?

A nivel de apoyo popular, los números lucen mejor de lo que Lacalle Pou hubiera esperado un año atrás. La última encuesta de Equipos revela que un 53% apoya su gestión, contra solo un 26% que desaprueba, y un 18% que “ni fu ni fa”. Los números son aún más auspiciosos si vemos que la encuesta se realizó cuando todavía no había noticias sobre vacunas (tal vez el tema que más golpeó al gobierno en verano), y que solo la mitad de quienes votaron al FA en noviembre son críticos con la gestión.

Más allá de estos datos, el gobierno logró concretar sus dos proyectos legislativos más importantes en el primer año: la Ley de Urgencia y la de Presupuesto. Algo que consolidó una imagen de dinamismo gubernamental incluso en medio de la pandemia.

Hay otro elemento importante en el haber, y es la sostenida baja en los datos de delitos y criminalidad. En este año tal vez no haya sido el tema más conversado a nivel “influencers” de la política. Pero el hecho de que se logre mejorar el clima de convivencia social en los barrios más complicados, y donde el Frente Amplio perdió más apoyo en la última elección, es un activo político inmenso. Sobre todo cuando llevábamos años escuchando que lograr una reducción de delitos era imposible.

Tal vez el tema que quedaba más sensible para el gobierno, y eso en ambientes muy sofisticados en lo político, era el de la inserción internacional. Donde no se veía un camino claro, y las pugnas entre los restos del talvismo y la nueva cancillería abrían campo fértil a la crítica. Las noticias de estas horas, con un Brasil que parecería más propenso a una flexibilidad del Mercosur, podrían ser la solución que cambiara ese panorama. Aunque con los vecinos... ver para creer.

Para cerrar el balance, y más allá de choques propios de este tipo de coaliciones, la realidad es que Lacalle Pou ha logrado transitar este año complejo sin crisis serias a nivel de gobierno. Y salvo algún incipiente brillo personalista de apurados por que llegue el 2024, el panorama luce llamativamente pacífico. Sobre todo para ser un gobierno liderado por los blancos.

Pero si algo completa un panorama confortable en lo político para el gobierno, es lo que sucede enfrente.

Un año después de ser removido del gobierno, el Frente Amplio sigue sin encontrar su lugar en “la cancha” de la oposición. Conflictos públicos entre sus dirigentes, una obsesión por “pegar” en temas de escasa conexión con la sociedad, y la falta de un liderazgo claro, hacen que todo lo que ocurre de ese lado del espectro político luzca apurado, confuso, forzado. Como si fuera poco, en las últimas horas las declaraciones del exsenador Rafael Michelini asegurando que “están todas las condiciones dadas para ganar las próximas elecciones”, dejaron rascándose la cabeza a todos los analistas. El simple hecho de que alguien con tan mala imagen popular como Michelini sea portavoz de la oposición, y para dejar explícito que está obsesionado con 2024, no parece el mejor camino para reconquistar los votos perdidos por el Frente.

La gran duda que queda ahora es cómo se procesarán los temas en el futuro mediano. Por un lado, tenemos el proceso de vacunación, que si se logra cumplir lo prometido, volverá a poner a Uruguay en el podio de los que mejor combatieron la pandemia. Un activo de valor político inmenso. Del otro, la economía del país saldrá de esto más golpeada de lo que se esperaba hace unos meses. ¿Podrá el gobierno impulsar una agenda de crecimiento y a la vez apoyar a quienes quedaron por el camino?

Si más o menos logra eso, y si bien falta una vida para el 2024, habrá consolidado un activo de esos que cimientan eras políticas completas.

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