Publicidad

¿De quién son los medios del Estado?

Compartir esta noticia
SEGUIR
MARTÍN AGUIRRE
Introduzca el texto aquí

Lindo tema para salir un poco del coronavirus. Y meterse en líos, de paso, algo a lo que, si usted sigue estas columnas, sabrá que su autor no es para nada reacio. 

Esta semana estalló la polémica por una carta del nuevo director de los medios públicos, Gerardo Sotelo, que ordenaba que los contenidos periodísticos debían ser previamente consultados con el coordinador.

Algunos comunicadores, y dirigentes del Frente Amplio denunciaron que se trataba de una especie de censura previa. El exsenador frentista Rafael Paternain dijo que “El franquismo ya asumió en los medios públicos”, y que “tanto extremismo liberal para terminar con un censor a sueldo”. Se ve que no le dio el espacio para decir “neo”. Aunque quien hizo el comentario más revelador fue el fugaz exministro de Industria, Guillermo Moncecchi, quien dijo que “No recuerdo ni una sola vez que alguien haya acusado a los medios públicos de parciales”.

El problema con Moncecchi es el mismo que padecen muchos uruguayos. Y es que como no consumen los medios públicos, no tienen idea de lo que dicen. Porque al menos en lo que tiene que ver con el canal de TV del Estado, sus contenidos en los últimos años tienen un nivel de flechamiento que los ha convertido en una caricatura.

Todas las figuras de sus espacios, algunos incluso “importados”, son ostentosos militantes de izquierda. Mañana, tarde o noche, usted tiene allí abonado al profesor Caetano hablando de política, de historia, de fútbol, de comercio, de energía eólica o física cuántica. Lo que sea. Un acuerdo con señales públicas de otros países, permitía ver algunas cosas buenas de la BBC. Pero luego reemplazadas por cualquier clase de panfleto de la tv pública argentina. ¡Imagínese!

El día de la polémica carta de Sotelo, por ejemplo, el informativo de mediodía presentó una eterna entrevista con Juan Carlos Monedero, que está en el top tres global de delirantes de izquierda radical. Capaz de seguir reivindicando a Chávez, y que anunció (otra vez), que el coronavirus será el fin del capitalismo. Lindo momento para preguntarle sobre la idea apoyada por su grupo en España de que en materia del virus, solo se pueda difundir la información del gobierno. Eso sí que es censura, pero...

Pasando raya, ni el más entusiasta defensor de los medios públicos puede decir sin morderse una sonrisa culposa, que la línea editorial del canal es no ya imparcial, sino mínimamente disimulada. Entonces, ¿por qué la furia de que se busque mejorar en eso?

Se argumentan dos cosas: primero, que no está bien que las autoridades incidan en los contenidos, que deberían quedar a criterio de sus profesionales. Para eso, primero habría que tener un elenco más plural. Pero, además, choca con eventos muy notorios de estos meses. Por ejemplo, el sonado caso cuando al locutor Orlando Petinatti se lo dejó esperando largos minutos porque, según se dijo, había orden de la dirección de entrevistar a todos los ministros en un evento oficial. ¡Eso en plena campaña electoral! ¿Alguien reclamó?

Lo segundo, es que el canal estatal siempre habría sido puesto al servicio del gobierno de turno, por lo que hay que tomarlo como normal. Este autor es ya suficientemente viejo como para recordar que en el gobierno de Jorge Batlle, al menos, el horario central del 5 estaba ocupado por gente como Sonia Breccia o Raquel Daruech, a quien nadie señalaría como militantes coloradas.

Otro argumento que se usa, esta vez bajo cuerda, es que como los canales privados “operarían” para el arco no frentista, TNU oficia de balance. Sin embargo, todos los canales privados tienen gente notoriamente cercana al Frente Amplio en sus espacios centrales. Y nada menos que Lucía Topolansky ha dicho que entre los privados tiene “canales amigos”. ¿Entonces?

La polémica sobre la existencia y el rol de los medios públicos es universal. Incluso en Gran Bretaña los conservadores suelen despotricar contra la BBC, que desde aquí vemos con envidia como lo mejor que se puede aspirar en materia de un medio público. Un caso interesante es el de EE.UU. donde estos medios casi no reciben financiamiento del gobierno, sino que se mantienen con aportes de su audiencia. Este periodista trabajó como voluntario en la jornada anual de recolección de fondos de PBS, la TV pública americana. El nivel de compromiso que siente la gente con su TV pública es conmovedor. Algo que esta responde con programas de calidad indiscutible. Busque la serie documental Frontline, o el programa musical Austin City Limits y me dice.

Ahora, para eso, el medio tiene que genuinamente representar a la sociedad. No a un grupito tan, pero tan concentrado en su propio ombligo, que ni siquiera es capaz de percibir que su manera de pensar no es la única digna de ser representada en señales que financia toda la población. Y que una vez que llegan al control de algo que es de todos, asumen que serán sus excluyentes dueños para siempre.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

premiumMartín Aguirre

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad