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La soberbia rapiñada

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Martín Aguirre
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La vida es redonda, como la pelota. Durante los últimos años, la cobertura periodística de temas de seguridad ha sido muy difícil, ya que a lo ingrata que es de por sí esa función, se sumó la cruzada anti "crónica roja" de ciertos nichos intelectuales, la presión del gobierno, y la operación de algún comisario político incrustado en el Ministerio del Interior, cuya tarea básica es hacer difícil la vida de quien quiere hacer bien su trabajo.

Por esas cosas de la vida, el mismo comisario político que nos aseguraba que Bonomi era el nuevo Eliot Ness, y que el FBI estudiaba con pasión su manera implacable de derrotar a la delincuencia, fue el primero en filtrar los últimos números de delitos en Uruguay. De más está decir que con nuestro Eliott Ness, Al Capone seguiría en su suite, ejercitando su bateo en la cabeza de mafiosos de segunda.

Las cifras muestran que en el primer semestre de 2018 las rapiñas aumentaron un 56,9% en comparación con el año pasado. Sobre los homicidios, aún no se saben datos oficiales, pero según Fundapro mayo cerró con 43 asesinatos, sumando 190 en lo que va del 2018. A este ritmo el año cerraría con 400 asesinatos, el peor dato desde 1980, cuando se empezó a recopilar esta información.

Uruguay es un país raro. En cualquier otro lugar del mundo estas cifras contrastadas con la gestión de un ministro que ha tenido una década de poder absoluto y todos los recursos que pidió, ameritarían su renuncia inmediata. No porque sea mala gente o corrupto, pero sí por ser el responsable político de una gestión que, ya resulta innegable hasta para sus más leales escribas, ha fracasado.

Acá, no. Ahora entraremos en una eterna discusión sobre intenciones, fenómenos sociológicos, cambios culturales y capaz que el cambio climático también tenga algo que ver. La senadora Payseé, verdadera poetisa de la excusa, dijo que "las cifras solas, no tienen alma", y que todo se debe a que las "tablets" han facilitado las denuncias. Eeeeeeeeee... diría Maradona.

El subsecretario Jorge Vázquez fue mucho más plural. Culpó primero al nuevo Código procesal, luego a los medios de comunicación, después a los políticos que "nos quieren hacer creer que vivimos en un país inseguro". Menos mal que de ese mar de maldad se eleva San Jorge con su lanza para derrotar a los villanos.

Por último, el director de Comunicación del ministerio llamó a "un gran acuerdo nacional" para enfrentar ese problema que hasta hace un mes, según él, no existía. Cuando usted escuche a un político hablar de "gran acuerdo nacional", huya rápido, estimado lector. La única razón por la que un político acepta compartir el poder de decisión, es para tapar fracasos y diluir responsabilidades.

Lo más triste es que si esto ocurriera en cualquier otro momento, no pasaría nada. Seguiríamos disfrazando números y acumulando cadáveres etiquetados como "ajuste de cuentas". Pero hay un problema. Estamos a punto de entrar en clima electoral. La gente, sobre todo en los barrios más humildes, ya no aguanta más lo que se está viviendo, y se multiplican protestas y cortes de calles. Y el presidente Vázquez está viendo como su promesa de bajar las rapiñas un 30%, se está convirtiendo en un chiste de mal gusto.

Y el senador Larrañaga ha mostrado, contra la opinión de muchos, incluido el que esto escribe, que el tema seguridad sí va a ser importante en la próxima campaña.

¿Qué puede pasar ahora? Difícil saberlo con alguien tan inescrutable como el presidente Vázquez.

El enfoque científico, del que tantas veces ha dicho ser partidario, significaría la inmediata remoción de Bonomi. Si a usted le viene un enfermo con un problema, le recomienda un tratamiento, y si tras 10 años de hacerlo rigurosamente los síntomas siguen agravándose, cualquier médico razonable le cambiaría la medicación.

Hasta desde el punto de vista electoral a esta altura parecería que lo más razonable sería decirle a la gente: "bueno, probamos con esto a fondo, no caminó, pero como ustedes nos preocupan, hacemos mea culpa y vamos a probar otra cosa en este tiempo que nos queda".

Pero nada es tan fácil en política. Por un lado porque el ministro Bonomi es el niño mimado del expresidente Mujica, cuyos votos en el Parlamento han demostrado ser tan vitales para Vázquez que le ha tolerado ofensas tanto mayores, que un par de fiambres de más que esos números sin alma de rapiñas no deberían cambiar mucho la cosa. Y, descabezar el ministerio implicaría también echar a su propio hermano, cosa que de seguro avinagraría los asados familiares.

Pero hay algo más fuerte aún. Si hay algo que nuestros políticos poseen en dosis exuberantes, es soberbia. Dar un golpe de timón en una política central del gobierno es aceptar que se cometió un error. Las probabilidades de que eso pase son tan altas, casi como que Alemania quede eliminado en primera ronda de un Mundial. ¿Veremos acaso dos milagros estadísticos en un mismo año?

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