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Separados al nacer

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Martín Aguirre
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Más de una vez, desde este espacio, se han señalado similitudes entre José Mujica y Donald Trump. Cada una de esas veces, amigos personales, "fans" de nuestro expresidente, han expresado al autor airadas protestas por tal audacia. No queda más remedio que volver a irritarlos, porque las señales de estos días han sido demasiado elocuentes.

El primer tema ha sido el vínculo con el deporte. La noticia más comentada de la semana pasada en Uruguay fue la polémica en torno al fútbol, y el conflicto de un grupo de jugadores encabezados por las estrellas de la selección, contra el gremio local liderado por Enrique Saravia. Lo que subyace es el choque ya abierto entre los principales referentes del equipo nacional con la empresa Tenfield y con Paco Casal.

Casal es una figura clave de la vida pública del Uruguay de las últimas dos décadas. Por un lado es tal vez el empresario más exitoso del país, un tipo hecho de abajo que logró poder e influencia sin precedentes. Pero que también genera pasiones en contra. Sus seguidores lo defienden con lealtad casi religiosa, y quienes no lo quieren, le guardan un odio a prueba de balas. Típico Uruguay.

El vínculo de Casal con la política ha sido bastante transversal. Están sus fotos tocando el tamboril con Tabaré Vázquez, y uno de sus portavoces notorios tuvo influencia en el último gobierno blanco. Pero sin dudas el nexo más fuerte lo tiene con Mujica, a quien ha llevado de gira a Europa, y quien le condonó una deuda millonaria con la DGI, si bien los expertos afirman que esa entidad había actuado abusivamente.

Pero Casal es hoy un hierro caliente para los políticos. Sobre todo desde su choque con Godín, Suárez y compañía, el empresario tiene a un porcentaje altísimo de la población radicalmente en contra. Y sin embargo, Mujica se jugó los trapos la semana pasada, y salió a defenderlo con uñas y dientes, mientras el presidente de la AUF lo proponía como mediador del conflicto. ¿Por qué se mete un político avezado como Mujica en este lío? ¿Qué gana con ponerse del lado más impopular?

Algo parecido viene ocurriendo con Trump en EE.UU. El presidente lleva semanas enfrascado en una polémica sangrienta con el principal deporte profesional del país, la NFL, por sus quejas ante la decisión de varios jugadores de raza negra de arrodillarse como protesta cuando se entona el himno nacional. Trump ha salido con los tapones de punta, acusando de falta de patriotismo a los jugadores y a las jerarquías del fútbol americano, en una polémica que ha tenido mucho más impacto que los líos con el "hombre cohete" de Corea del Norte, o las peleas con otros líderes globales.

La polémica ha unido a dueños de equipos y jugadores, y ha despertado la solidaridad de otros deportistas famosos, desde Lebron James a Steph Curry. ¿Por qué se busca otro conflicto Trump? ¿Qué gana con ponerse en contra a las mayores estrellas del país? Hay razones que explican esta aparente insensatez en dos políticos que parecen tener ideologías tan diferentes, pero formas de moverse tan similares.

La primera parece ser una necesidad patológica de ocupar el centro de la discusión pública. Tanto Mujica como Trump necesitan estar en el medio de la polémica, se fortalecen en ese ir contracorriente, en romper con las reglas básicas de la actividad política. Y precisan generar titulares a cualquier precio, que los tengan como protagonistas.

Hay una segunda razón compartida. Y es que ambos son expertos en manejar la atención del público, detonando bombas de gran impacto mediático, que sacan el foco del debate público de otros temas donde su actuación los obligaría a responder en terrenos menos favorables. Sin ir más lejos, al mismo tiempo que explotaban estos conflictos deportivos, el sector de Mujica parecía enterrar el TLC con Chile, medida que el propio presidente Vázquez venía impulsando con ansia y que contaba con el apoyo de toda la oposición. Nadie se enteró. Y Trump daba un golpe severo a las negociaciones para salvar el Nafta, el tratado de libre comercio de América del Norte al cual puso en terapia intensiva el mismo día que asumió. Como vemos, el proteccionismo es otro rasgo en común de estos líderes políticos.

Pero hay un tema más de fondo en el que Mujica y Trump son iguales. Y es que ambos saben que poseen una base electoral a la que le importa poco los temas profundos de la política. Ambos sienten la confianza de tener un sostén de votos a los que la indignación del "círculo rojo", de la gente informada, le es indiferente. O incluso le genera placer. Mujica lo ha dicho claro: "Los que me votan no leen los diarios". Trump hizo lo mismo a su manera, cuando unos días atrás dijo que los periodistas que lo critican "odian a América".

A su manera, esta receta de Mujica y Trump les ha aportado sonoros éxitos políticos. La gran pregunta es: ¿es buena a largo plazo para sus respectivos países?

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