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Sacando la cabeza del pozo

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MARTÍN AGUIRRE
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Después de 5 columnas al hilo sobre Covid, hoy podemos sacar un poco la cabeza del pozo, ¿no?

Aunque no faltará quien diga que esto es parte del “blindaje mediático” al gobierno, la verdad es que más que decir que la cosa va horrible y cruzar los dedos para que la vacunación impacte rápido, no se nos ocurre qué agregar en este momento. Por otro lado, hay dos noticias a nivel internacional de tremendo interés, y eventual impacto en Uruguay, que han pasado algo desapercibidas.

La primera tiene que ver con impuestos. Sí, esa palabrita que se ha convertido en fetiche de todo lo malo para algunos, y la puerta del paraíso para otros. Resulta que en los últimos días, la Secretaria del Tesoro de EE.UU., Janet Yellen, anunció que su país apoya la creación de un tributo mínimo global a las sociedades, con el objetivo de consolidar “sistemas fiscales estables y justos”. Cosa que fue festejada por gobiernos europeos y burócratas del FMI, que en estos años han tenido un viraje ideológico impactante. Anne Krueger no debe entender nada ya.

El trasfondo es claro. Las sociedades cada vez exigen más a los gobiernos, desde la seguridad social (la gente vive más) hasta la nueva camada de “derechos” que imponen costos extras a los estados. Por otro lado, el sistema financiero global, tan integrado en muchas cosas, está lejos de serlo en materia impositiva. Eso favorece una competencia entre países a ver quién cobra menos, como forma de atraer inversiones. La pandemia ha hecho que los países poderosos, esos que se pueden dar el lujo de gastar y gastar (y de decirle al resto que los imite como si tuvieran las mismas posibilidades), quieran poner fin al asunto. Y se plantea un impuesto mínimo global, que desestimularía a las multinacionales a andar buscando beneficios por el planeta.

La mirada penetrante de Ludwig von Mises desde la biblioteca nos obliga a plantear un “pero”. Como uruguayos tenemos la experiencia del Sucive, que al unificar la patente nos “cocinó” a los buenos pagadores, sin darnos mucho a cambio. “Nada hace crecer más la popularidad de un demagogo que la constante demanda de más impuestos a los ricos”, decía don Ludwig. Y en Uruguay, tener auto es señal inequívoca de que llegaste a la elite despreciable.

Pero hay otro asunto profundo que revuela en todo esto. Y es el crecimiento de las plataformas, como Google, Facebook, Amazon o Apple, que cada día se expanden a nuevos nichos, a costa del pequeño y mediano comerciante. A medida que el comercio, las finanzas, el turismo, todo vaya siendo acaparado por estas megaempresas, crece su capacidad de negociar. Y cae la chance de países de cobrar impuestos y financiarse. Tal vez este sea el primer paso para enfrentar ese desafío.

La segunda noticia parece ir en sentido inverso. Resulta que en Alabama, EE.UU., una votación interna en una de las principales plantas de la empresa Amazon que buscaba consolidar la creación de un sindicato, fracasó de manera estrepitosa. Más del 70% de los trabajadores dijo que no quiere sindicato, ni nadie que hable en su nombre con los jefes.

Se trata de un hito que concentró la mirada de todo el país y buena parte del mundo. El nuevo gobierno demócrata quería, y lo manifestó de todas las formas posibles, que este sindicato fuera como un primer paso a la hora de replantear las relaciones laborales en todas estas megaempresas. Y el fracaso de la iniciativa dejó todo patas arriba. Por otro lado, Amazon así como otras empresas del nuevo “ecosistema digital”, buscaba evitar una intervención en sus relaciones laborales que le alterara mucho la ecuación.

Lo más llamativo es la mirada externa al asunto. Una amiga, periodista española radicada en EE.UU., se mostraba indignada en las redes. “¿Cómo pudieron votar los trabajadores en contra de sus propios intereses?”, preguntaba.

Más allá de la petulancia de creer que ella sabe más que un trabajador de Alabama lo que le conviene, la realidad es que Amazon paga en su empresa unos 15 dólares la hora, el doble del salario mínimo estatal. “Trabajo duro por mi dinero, y no quiero que ni un dólar de eso vaya a un sindicato”, dijo Melissa Charlton, una de las empleadas que votó, dejando en evidencia la profunda diferencia conceptual que existe entre EE.UU. y los países europeos y latinoamericanos en materia laboral. Vale decir que el desempleo promedio en la zona euro hoy es del 8,3%, 10,6% en América Latina, y menos de 6% en EE.UU.

Pero... ¿por qué es esto importante? Porque las relaciones laborales en el mundo están en un momento bisagra. Lo que está pasando a nivel judicial con empresas como Uber, que consideran “socios” a sus trabajadores y no pagan beneficios laborales, y la lucha de gigantes como Amazon para evitar la sindicalización, puede definir las relaciones laborales a futuro. Por todo lo que está en juego, aunque sea por un día, justifica dejar de lado el drama del Covid y poner el ojo en esas cosas.

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