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Cada cual en su rol

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MARTÍN AGUIRRE
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¡Por fin! En medio de una fase crítica de la pandemia, donde los casos se disparan, todavía nada de la vacuna y los periodistas parecen condenados a ser voceros del pánico, surge un tema estimulante para analizar.

Hablamos de la línea que divide a la política de la ciencia. O que debería dividir, porque estos días se ha visto la misma bastante pisoteada.

Tratemos de analizar el asunto, de manera cronológica. El sábado pasado El Observador realiza una entrevista con el matemático Marcelo Fiori, uno de las decenas de técnicos que colaboran con el GACH. El título rezaba: “Se necesitan medidas más fuertes para bajar la cantidad de casos”. Y allí el técnico hablaba del efecto “rebote” de las vacaciones, y de que se había quedado con gusto a poco tras los anuncios de diciembre. Esas apreciaciones eran más políticas que técnicas, con el agravante de que cuando intenta explicar por qué “erraron” las proyecciones de noviembre -su área-, no era muy claro.

Pasan tres días y el mismo matemático es entrevistado en Buen Día de Canal 4, donde pinta un panorama desolador, pero también incursiona en zona peligrosa al ironizar sobre la “libertad responsable”.

Ahí, y perdone la referencia personal, este periodista hace un comentario en Twitter y recibe más de 400 insultos muy floridos, en su mayoría de cuentas anónimas. Y algunas con cara, como la del ex director de la OPP, Álvaro García, que se ve que llegó de la playa y quiso meter bocado sin leer nada. En fin... Álvaro García.

Pero la cosa no quedó ahí. Porque en un raid mediático que ni Valeria Lynch, y pese a que estaba sacrificando sus vacaciones según aclaró, el viernes el matemático Fiori estaba en canal 12, donde además de exhibir su mirada luctuosa sobre la pandemia, dijo que con este panorama las escuelas no deberían empezar en marzo. Ahí le tocó a Fiori estar del lado malo de la furia “social”, ya que decenas de personas lo salieron a “matar”, entre ellos algunos de los principales expertos en educación del país.

Pero no nos centremos en una persona, con sus defectos y virtudes. Esta semana se vieron por los medios al menos otros dos expertos con veredictos catastróficos y valoraciones que excedían sus campos. Y esto es muy peligroso.

No porque esos técnicos tengan militancia ostentosa por la oposición, como dejan en claro en sus redes (algo que los periodistas tal vez deberíamos señalar a nuestros lectores), sino por tres cosas clave.

La primera es que alguien que es experto en un área tiende a dejarse llevar por esa pasión y no ver el bosque completo. Y a veces las audiencias y los periodistas tendemos a tomar como palabra santa lo que dice alguien que es bueno en un área, aunque esté hablando de cosas que no lo son. Fiori puede ser un gran matemático, pero sobre el impacto en los niños de no tener clases, no sabe nada. Los equipos multidisciplinarios son muy lindos, pero en una entrevista habla un ser humano.

Segundo, porque cuando uno es muy bueno en un área, la soberbia es un pecado que siempre ronda en el aire. Mire, hay un ejemplo histórico muy recurrente para este autor. Allá por 1800 hubo un economista brillante llamado Thomas Malthus. El tipo hizo unos cálculos con lo más avanzado de su época, y le dio que el planeta tenía un límite en la producción de alimentos, por lo que de seguir creciendo la población, íbamos a morir de hambre. Sus cálculos resultaron todos mal, pero se entreveraron con la eugenesia para generar unas cosas bastante espantosas.

Usted dirá: cómo comparar aquello con esto. Bueno, esa es la base de la educación humanística, hoy algo desmerecida. Estudiar historia, literatura, filosofía, nos baja el copete haciéndonos conscientes de los límites de algunos conocimientos y de que la naturaleza humana no es tan predecible. Ni siquiera por supercomputadoras o sofisticados manejos de datos. ¡Por suerte!

Por último, hay un peligro muy grande cuando un técnico opina sobre cuestiones políticas, y es que son responsabilidades muy diferentes. Esto casualmente fue abordado en el mismo programa de canal 4 unos días antes por el doctor en filosofía Rafael Mandressi, y por el economista Agustín Iturralde en estas páginas poco después.

Un político es alguien profesional en el equilibrio de muchos conocimientos y en la valoración de las consecuencias de las políticas públicas. ¿Por qué? Porque después será quien deba enfrentar las consecuencias de sus acciones en las urnas. ¡Su trabajo depende de ello!

El Dr. Grecco, por ejemplo, presidente del SMU, después de su demanda pública en marzo al gobierno de una cuarentena forzosa, que habría costado su forma de vida a miles de uruguayos y que se probó no era necesario, no solo sigue en su cargo. ¡Ahora vuelve a opinar del tema como si nada! La clave es el concepto de legitimación. Por eso, técnicos del nivel de Radi, Cohen o Paganini son tan parcos a la hora de hacer valoraciones, y se cuidan mucho de aclarar que ellos recomiendan y otros deciden.

Como se dice en el campo, cada lechón en su teta...

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