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MARTÍN AGUIRRE
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"El poder empieza a irse, con cada promesa traicionada”.

Esta tremenda frase escrita ayer por el columnista español Jorge Bustos, es la responsable de que esta pieza no trate sobre Trump y otras cosas lejanas. La frase, y la encuesta de Equipos difundida el viernes, que muestra que la popularidad de Lacalle Pou sigue en un saludable 60%, algo inédito a esta altura de una presidencia.

El dato del apoyo a Lacalle Pou tiene dos costados llamativos. El primero, que representa un crecimiento respecto de setiembre, por lo cual podemos concluir que si la “luna de miel” popular tenía que ver con el abordaje de la pandemia, la gente no le está pasando factura por el desmejoramiento sanitario de estos meses. El segundo, que tampoco parece estar erosionando el apoyo, la catarata de denuncias de la oposición por diversos temas. Al ver cuáles son esos temas, se explica lo del inicio.

Si analizamos la prensa de las últimas semanas, vemos que las críticas al gobierno han venido por tres “costados”. El primero, la supuesta aplicación de una mano dura policial, que tendría su epicentro en la demonizada ley de urgencia, que tanto el Pit-Cnt como el Frente Amplio ya han anunciado que buscarán derribar.

No profundizaremos mucho en esto, porque fue tema de la semana pasada, pero sí podemos repetir que para una mayoría de la gente, medida por encuestas o por votos en octubre, la convivencia en el país tenía problemas que ameri- taban un “apriete” de parte de la autoridad. Y la promesa electoral de responder a esta demanda no parece estar siendo traicionada.

El segundo gran tema de crítica ha sido la respuesta económica a la pandemia. En las últimas horas ha habido una estrategia claramente concertada de parte de varios legisladores de la oposición para reclamar que el gobierno “abra la caja de herramientas”, y vuelque más recursos a los afectados por la crisis sanitaria.

La respuesta del gobierno ha sido clara: “Me dejaste la caja de herramientas vacía, mucho más no puedo hacer”. Si bien hay números objetivos como el déficit, la deuda, el grado inversor, que parecen darle la razón al gobierno, los economistas se las ingenian siempre para dibujar realidades paralelas, inabarcables para los profanos como este autor. Ahora, de nuevo, si vemos las cifras de apoyo popular, la mayoría de la sociedad parece estar “comprando” la visión del nuevo gobierno, más que las declamaciones de la oposición.

El tercer gran tema de polémica ha sido el presupuesto, y sobre todo la denuncia desde el Frente Amplio y el Pit-Cnt, de que se ha lanzado un ajuste salvaje, con recortes a mansalva, seguramente con la intención de desmantelar el Estado para favorecer a los ruines intereses probados. Si uno lee la prensa opositora, da la sensación de que la famosa “motosierra” está cortando cabezas de manera cruel e insensible en toda la administración pública. Pero, hay dos episodios que merecen resaltarse.

El primero tiene que ver con la educación, donde los gremios acusan al ministro Da Silveira de todo lo malo y feo que pasa en el mundo. Sin embargo, el reclamo no parece calar demasiado en la opinión pública, como quedó en claro con el episodio ocurrido en Colonia. Allí el gremio Fenapes ocupó un liceo y colgó sus banderas en el lugar destinado al pabellón nacional, generando una molestia popular tan notoria, que el sindicato debió emitir un comunicado aclarando y pidiendo disculpas. Algo nunca visto hasta ahora.

El segundo, ínfimo en escala, pero de gran relevancia pública por razones obvias, tiene que ver con los medios públicos.

En las últimas semanas se confirmó la no renovación de una cantidad de contratos a comunicadores en los medios públicos, que han desatado un ruido bárbaro. Algo que acicateó la noticia publicada por El País de un diálogo entre el presidente Lacalle Pou y el director de Secan y excolumnista de esta casa, Gerardo Sotelo. Allí Lacalle Pou le transmitió su respaldo, y le dijo que tal vez había que ser más ahorrativo aún.

En otro momento, eso hubiera tenido un costo político para el Presidente. Pero tal vez por los nombres de algunos de los “degollados”, de militancia más que notoria, “barrabravística” en materia política, tal vez por la visión generalizada de que los medios públicos se habían convertido en panfleto a favor del Frente Amplio y precisaban un refresque ecuanimizador, o tal vez porque quienes han salido a criticar al gobierno son figuras como Gabriel Molina, aquel gremialista que insultó a los muchachos de “Techo”, y salió agraviando al Presidente, la cosa no parece hacer mucha mella.

Como diría Artigas, “es veleidosa la voluntad de los hombres”, y nunca se sabe en qué momento la opinión pública cambia de dirección. Pero, volviendo a la frase de Bustos del arranque, son las promesas traicionadas las que empiezan a erosionar el poder. Nadie puede acusar al gobierno de que estas medidas que está tomando no fueron promesas electorales. Tal vez por eso la gente lo sigue apoyando de esta manera.

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