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El pedestal roto

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martín aguirre
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Los dos episodios tienen mucho en común.

Año 2018, y en un Tribunal de Honor militar convocado para definir la culpa de José Gavazzo en la prisión injusta de un camarada, este confiesa haber tirado al Río Negro los restos del tupamaro Roberto Gomensoro, muerto en la tortura. El Tribunal suspende actuaciones, y comunica al comandante en jefe, Guido Manini Ríos. Este, a su vez, comunica a su superior, el ministro de Defensa, quien luego eleva los detalles a Presidencia. A partir de allí corre más de un mes sin que Presidencia pase los hechos a la Justicia, hasta que todo se hace público por una nota de Leonardo Haberkorn en El Observador. Y estalla el escándalo.

Año 2006. Un Tribunal de Honor Militar analiza la responsabilidad del coronel Gilberto Vázquez, que se fugó de un hospital donde estaba internado. Durante ese Tribunal, Vázquez hace confesiones muy fuertes sobre abusos. El Tribunal detiene actuaciones, y comunica al Comandante, quien ordena seguir, pero luego eleva al ministro de Defensa un expediente dando cuenta de todo.

La diferencia es que esa vez no pasó un mes, ni apareció una nota periodística que destapó el asunto. Pasaron 14 años, hasta que con el cambio de gobierno, la asociación de familiares hace un pedido de información que es contestado con las actas de ese tribunal detallando todos los delitos mencionados. Vale señalar que anteriores pedidos de esa asociación de acceder al acta no habían sido satisfechos por autoridades del Frente Amplio.

Hasta acá los hechos indiscutibles. Luego empiezan las especulaciones. La obvia es por qué las autoridades del Frente que han hecho bandera ostentosa de los derechos humanos, no salieron corriendo a llevar las actas a la Justicia. Solo hay tres explicaciones.

La primera, esbozada por el exministro Bayardi, es que todo es una “operación” para perjudicar a su partido. Que las actas del caso de Gilberto Vázquez en verdad no estaban disponibles en el ministerio, sino que fueron puestas luego por una “mano negra”. Faltó poco para hablar del Plan Atlanta o la Cuarta Flota. ¿O era la Quinta?

Otra explicación es que habría un pacto de silencio entre dirigentes del Frente Amplio y militares, por el cual este tipo de cosas se dejaban en un cajón. A ver, que hubo pactos, especialmente entre extupamaros y militares, no es novedad. Tampoco que hubo negociaciones con la llegada del FA al poder, que buscaron meter presos a los militares más “célebres” del proceso, con límites e intercambio de información sobre desaparecidos. Eso parecería que funcionó mal, porque aparecieron pocos restos, y terminaron yendo presos muchos más militares que los emblemáticos. Los últimos procesados, por edad y cargo, con suerte pintaban de blanco las bases de las palmeras en los cuarteles.

La tercera explicación es la más plausible, como la más incómoda. Implica que las autoridades frentistas no le dieron importancia al asunto. Se dejaron estar, no le vieron interés, no leyeron, nada. Uno se pregunta, ¿un tipo que pasó toda su vida política hablando de dictadura y represión, le traen expedientes que dicen “Gavazzo” o “Gilberto Vázquez”, no le da ganas de leer lo que dice? Mire, a este autor le rechina la “tupamarología”, pero no cree que hubiera podido resistir la tentación. ¿Cómo hizo Tabaré? ¿cómo hizo Bayardi?

La cara de este último cuando Viviana Ruggiero, en canal 4, le espetó con espontánea incredulidad cómo en 14 años nadie había leído ese papel, fue más condenatoria que un fallo judicial.

Ahora bien, ¿por qué esto genera tanta polémica? Entre activistas de derechos humanos y militantes del FA, porque deja en evidencia un tremendo doble discurso (en el mejor de los casos) de sus líderes. Salvo la explicación de la “mano negra”, solo creíble por algún viejito de comité de base, el resto es indignante.

Y entre quienes no pertenecen al arco frentista, porque implica el quiebre de un pedestal.

Es que desde la salida de la dictadura, los militantes y dirigentes frentistas han mirado siempre al resto del arco político desde una superioridad moral despectiva, como que a todos los demás estos temas no le importaban, y ellos eran los únicos que se preocupaban por los derechos humanos y los familiares de las víctimas.

Esto es particularmente insultante para los militantes y dirigentes blancos, que creen que la izquierda empezó todo el problema con la agitación social y la violencia de los 60, en un país que pese a sus complejidades, era una democracia ejemplar. Que luego pactó con los militares en el Club Naval, y al final se lavó las manos de las consecuencias de ese pacto. Wilson decía en 1986 que la izquierda se podía dar el lujo de desentenderse del Club Naval, porque sabía que el Partido Nacional le iba a sacar las castañas del fuego.

Son 35 años pagando el precio de una transición defectuosa que miró de afuera, y soportando la cara de mal olor de los eternos paladines morales. Y resulta que ahora sabemos todo esto. El pedestal, definitivamente, se ha roto.

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