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Nostalgia poco constructiva

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Ríase de la bola de espejos, la ropa años 80, y las listas de "éxitos" de Berch Rupenian. El tono que marcó el discurso político de varios dirigentes del oficialismo esta semana, parece escapado del baúl de algún abuelo anarquista del siglo pasado. Un tono que, pese a que las encuestas han mostrado que le juega en contra al gobierno, sigue siendo cultivado con singular fervor, incluso por sus figuras más renovadoras.

Ríase de la bola de espejos, la ropa años 80, y las listas de "éxitos" de Berch Rupenian. El tono que marcó el discurso político de varios dirigentes del oficialismo esta semana, parece escapado del baúl de algún abuelo anarquista del siglo pasado. Un tono que, pese a que las encuestas han mostrado que le juega en contra al gobierno, sigue siendo cultivado con singular fervor, incluso por sus figuras más renovadoras.

"Yo prefiero el médico veterano de La Teja que a un candidato de Carrasco y del British". La frase pertenece nada menos que al canciller Almagro, que en medio de una crisis diplomática con Israel y la comunidad judía, mostró que sigue cultivando una visión ideológica apropiada al momento festivo del año. Claro que no fue el único. Según el intendente Marcos Carámbula esta elección es entre "oligarquía y pueblo, entre avance y retroceso". Dejando constancia de que su regreso a las listas del Partido Comunista que abandonó cuando la debacle de los 90, va más allá de la procura de una banca confortable.

La "nueva guardia" tampoco se quiso quedar atrás. El dirigente del Mides, Andrés Scagliola, usó su twitter para lanzar frases como que "¿vamos a confiar la conducción económica a gente que sólo cree en la ideología de la desigualdad aunque genere efectos perversos?". Por el mismo medio, el jerarca de la Unasev Pablo Inthamoussu afirmó que "se empieza a correr el maquillaje y aparece el verdadero rostro de una clase que se replegó obligada". Y agregó: "Cajetilla: fifí, pituco, petitero de antaño. Es el joven adaptado, adiestrado, arrogante o yupi de hoy ¿Te suena?". Claro que en el fin de semana de la nostalgia, nada como un clásico. Y nada entra mejor en esa categoría que el diputado del PVP, Luis Puig, que en estos días desgranó frases de esas que dejan pensando sobre las complejidades de la vida moderna. "Lacalle Pou está orgulloso de su pirueta. Piruetas hacían los trabajadores en los 90 para parar la olla, y en Carrasco grandes festicholas".

Todo este chorrete de sectarismo resulta incomprensible por varios motivos. Tal vez el primero tenga que ver con la tradición del país, que en 200 años en los que fue gobernado casi siempre por el Partido Colorado, y algunas veces por los blancos, supo crear la sociedad más integrada de América, y uno de los primeros estados de bienestar del mundo. El segundo tiene que ver con que quienes enarbolan este discurso están lejos de ser representantes genuinos de los sectores postergados. Ni Carámbula, ni Almagro, ni Puig, ni Scagliola nacieron en un cantegril ni mucho menos. Por ejemplo, leyendo la (¿auto ?) biografía publicada hace poco por el Canciller, sorprende ver lo duro que dice que fue para él, que se define como "un terrón con patas", vivir en Ellauri y Scosería. Eso porque extrañaba el aire libre y el campo abierto... a tres cuadras de la rambla.

Tampoco parece que el núcleo de los votantes de estos dirigentes sea el pueblo más oprimido. Teniendo en cuenta los resultados de la última interna, la candidatura de Constanza Moreira (apoyada por el PVP de Puig, el IR y otros sectores siempre a la vanguardia de este discurso agresivo), tuvo sus bastiones electorales en Parque Rodó, Villa Biarritz y Pocitos. A menos que la cosa haya cambiado mucho desde la última encuesta de hogares, lejos de ser barriadas de obreros marginados.

En esta misma semana ocurrió otro hecho que muestra lo absurdo de estas posturas. Fue el incidente en el cual el empresario Rodolfo Deambrosi fue baleado por ladrones mientras salía de la obra benéfica que financia junto a su esposa Margarita Yrigoyen en Camino Carrasco y Oncativo. Allí dan de comer y apoyo educativo a más de 200 niños desde hace una década, en un acto de generosidad de esos que no piden votos ni publicidad a cambio. Y que es inexplicable con el dogma determinista que caracteriza el discurso de los jerarcas aludidos.

Pero hay más. Este tipo de consigna suele caer mal en el votante racional, ese al que los partidos más necesitan por estos días. Basta ver lo que pasó con la baja de imputabilidad, que mientras tuvo en su contra un discurso que acusaba a todo el que pensara votarlo de sádico antijoven, lograba un 65% de apoyo. Cuando se bajó el tono agresivo y se sumó a blancos y colorados que simpatizaban con la causa, la pugna se emparejó notoriamente.

No hay caso, con la ideología parece pasar lo mismo que con la música. Cuando llega la fecha de la nostalgia, se reflotan viejos ritmos, por más que al oído de hoy puedan terminar sonando viejos, incomprensibles y, por qué no, hasta un poco ridículos.

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Martín Aguirre

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