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Mirando para afuera

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MARTÍN AGUIRRE
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¿Cómo ve al gobierno? Esa pregunta, realizada estos días por al menos cuatro personas entre diplomáticos, gente de organismos internacionales y algún empresario, se responde fácil.

Los números de apoyo de la gestión Lacalle Pou no parecen dejar mucho espacio para la insidia o la mirada descreída. Eso no quiere decir que ese “éxito” sea parejo en todas las áreas.

Se ha dicho hasta el cansancio que para un país chico, la política exterior es hasta más importante que la económica. Es tanto lo que puede afectar en su gestión un simple cambio de viento en el entorno regional, aunque a veces no se note de inmediato, que allí se juega muchas veces la suerte de un gobierno. La devaluación de Brasil del 99 es tal vez el caso más emblemático. Pues bien, es en ese ámbito donde los interlocutores externos palpan las mayores dudas con este gobierno. Algo que se puede comprender frente al sacudón de la salida de Talvi, y al efecto monopolizador de la atención oficial que ha tenido la pandemia.

Pero hay al menos tres “frentes” en materia de estrategia internacional de Uruguay que están mostrando carencias. O signos de interrogación, para ser más justos.

El primero tiene que ver con el acuerdo entre el Mercosur y la UE. Se trata de una negociación compleja, ya que muchos países europeos no parecen demasiado convencidos del asunto. Y, de este lado, hay dos presidentes como Fernández y Bolsonaro, que solo se hablan por la prensa y para tirarse cascotes.

Pero este período de Uruguay como presidente “pro tempore” del Mercosur no parece estar logrando demasiado progreso. Incluso algunos analistas comentan que Uruguay no está sacando provecho a su buena imagen por el manejo de la pandemia. Por ejemplo, en estos meses no ha habido una entrevista significativa posicionando a Lacalle Pou en un medio importante europeo. Esto pese a que sí hubo reportajes sobre Uruguay, por lo que el interés está. El peso que podría imprimir un liderazgo presidencial fuerte en este sentido ayudaría a compensar ciertas lentitudes y desconfianzas en esa negociación.

Algunos recordaban incluso cómo José Mujica se beneficiaba de su trato fluido con medios europeos, hasta para mejorar su imagen a nivel local.

Un “segundo frente” que genera dudas entre muchos diplomáticos y analistas en la materia es la forma en la que el gobierno está manejando la relación con China. Si algo quedará de la gestión Trump en Estados Unidos, sometida a referéndum con pronóstico negativo este martes, es poner sobre la mesa el rol de China tanto en el comercio como en la política exterior. Sin ir más lejos, quien maneja la OMS, el etíope Tedros Adhanom Ghebreyesus, de accionar tan discutido, al parecer llegó a ese cargo por influencia de Beijing y ante el vacío generado por la doctrina “America First”.

En ese sentido, son varios los analistas que ven con sorpresa el protagonismo que tiene la relación con China para Uruguay en esta gestión. Un diplomático europeo comentaba estos días que había contado la cantidad de referencias a ese país en la presentación del canciller Bustillo ante el Parlamento, y al parecer multiplicaba por 10 las menciones a cualquier otra potencia. ¿Es algo pensado? ¿Hay una estrategia detrás de eso? Porque otros países toman nota muy atenta a estos detalles.

Por último, está el elefante en el salón, como dicen los americanos cuando hay un tema complicado que sobrevuela y que nadie quiere encarar. En este caso es más bien un mamut, una ballena azul, no sé, lo que usted quiera, y es la situación de Argentina. Si, es verdad, Argentina siempre está en crisis y al borde del precipicio, aunque de alguna forma logra salir adelante. Pero esta vez parece realmente en una coyuntura donde es muy difícil ver luz al final del túnel.

Una estrategia ante la pandemia draconiana que ha puesto una loza de granito sobre la ya agonizante economía. Un país sin crédito y deudas casi impagables, que tiene que imprimir billetes como loco para sobrevivir, alimentando el fantasma de una hiperinflación. A eso se suma un conflicto político cada día más evidente a nivel del propio gobierno, y un contrato social con las costuras a punto de reventar, como mostraron las tomas de tierra y campos de estos días.

De nuevo, Argentina de alguna manera siempre se da maña para levantarse. Pero... ¿y si esta vez es diferente? No hace falta llegar a ser Venezuela para que una crisis allí tenga impacto fuerte de este lado del río. La pregunta es, ¿hay alguien pensando? ¿Barajando opciones, imaginando alternativas? Hoy en día el cierre de fronteras corta muchas vías de contagio pero, ¿cuánto más se puede seguir así?

Lo complejo de gobernar es encarar las urgencias de hoy, atendiendo con un ojo a las de mañana. En el frente externo es tal vez donde menos claro se palpa esa mirada necesaria para un país de nuestra escala.

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