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Menéndez versus Toma

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MARTÍN AGUIRRE
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En Argentina es popular una expresión que dice “meterse en política es tirarle tu honra a los perros”. La frase quedó peligrosamente actual en nuestro país, tras los hechos de esta semana.

Es que la muerte del exministro Menéndez dejó flotando esa sensación amarga, tan propia de la injusticia. Menéndez falleció el jueves, tras pasar una agonía seguramente tan dolorosa como ingrata, durante la cual fue echado de su cargo por el presidente Váz-quez pese a que los hechos probaron que se había comportado de manera digna y ejemplar.

Por si el lector ha vivido en una burbuja las últimas semanas, Menéndez concurrió a la Presidencia a mediados de febrero a notificar que en las actas del Tribunal de Honor militar al que fue sometido el exrepresor José Gavazzo, este confesaba crímenes de lesa humanidad. Como informó El País en su momento, le dijo expresamente al secretario de Presidencia Miguel Toma, que había que hacer una denuncia penal. Y sin embargo, el expediente fue cajoneado hasta que se filtró a la prensa.

Incluso, en algo que seguramente debe haber dolido aún más a Menéndez, el Partido Socialista, al cual dedicó su vida, mientras él pasaba sus últimos días emitió una declaración apoyando el accionar de Vázquez.

Pero saliendo del episodio en sí, y elevándose un poco para ver qué implica como lección en la política uruguaya, la sensación es todavía más triste y preocupante.

Menéndez, a quien el autor no conoció, era una de esas figuras cada vez menos habituales en la política uruguaya. Dentista de profesión, dedicó años a trabajar por su partido de manera silenciosa y sacrificada. Fue edil, diputado por Durazno, y luego aterrizó en el ministerio, con la titánica tarea de enderezar el rumbo tras la muerte de Fernández Huidobro.

Fue un jerarca de perfil bajo, discreto, y trabajador. Un mensaje del corresponsal del diario en Durazno lo pinta como una figura afable, respetuosa, imbricado en su pago chico, y que gozaba del respeto de propios y rivales. Y sin embargo, el coincidente final de su vida política y terrena fue tan ingrato, que su familia rechazó las honras de Estado, y hasta se comenta que sugirió al presidente Vázquez que no se apareciera.

El hecho es que Vázquez, que tenía todo pronto para ir, terminó cambiando de destino y prefirió la estancia de Anchorena.

Después tenemos al otro protagonista de esta historia, el secretario de Presidencia, Miguel Ángel Toma. Toma fue jerarca del gobierno de Jorge Batlle, y quienes lo conocieron entonces hablan de una figura con un fuerte discurso contra la izquierda. Al punto que sorprendió a muchos que, tras la llegada al poder de Vázquez, se convirtiera en su mano derecha.

Los entendidos señalan que ese íntimo vínculo se forjó cuando Toma tuvo a su cargo una investigación administrativa que involucraba a Vázquez en un caso de compra de equipamiento médico. La investigación exoneró al hoy mandatario de toda culpa. A partir de ahí, Toma ha sido siempre la figura clave del entorno de Váz-quez. Tal vez lo único que comparta con Menéndez es su amor por el perfil bajo. Poco más.

Más allá de la flexibilidad ideológica, Toma es una figura que suele ser vista más con temor que con aprecio en el mundo político. Alguien con fama de duro e implacable. Durante la investigación de El País de días atrás, sus palabras fueron siempre despectivas, alguien podría decir amenazantes, pa- ra con los periodistas que la encabezaban. Un perfil del jerarca publicado este jueves por Búsqueda narra otros detalles. Se dice que Toma tiene gustos algo extravagantes, como hacer ostentación de tener un auto de alta gama, que está fuera del mercado uruguayo. O que gusta pasar tiempo en una mansión en un barrio privado en Punta del Este, cosa que no le debe caer bien a su hoy correligionaria Carolina Cosse.

Pero esto es el diario El País, no El Popular. Y aquí no le molesta a nadie ver que un uruguayo prospera con el fruto de su trabajo honrado. Aun cuando este sea en la función pública, donde nadie debería esperar enriquecerse. Más preocupante es la información dada por Búsqueda (que nadie ha desmentido), de que al mismo tiempo que es la figura legal central del gobierno, Toma tiene un exitoso estudio jurídico con su hijo a pocas cuadras de la Presidencia. Seguramente no se trata allí ningún caso vinculado ni remotamente a nada que tenga que ver con el gobierno, pero igual la señal es... mmm... ¿incómoda?, ¿poco republicana? Usted decide.

Pero da para pensar cuál es la lección que puede sacar de todos estos hechos recientes un joven uruguayo que tenga vocación de servicio público. ¿Creerá que la política es un camino digno, que premia la integridad y las convicciones fuertes, pero leales? ¿O lo verá como un ambiente turbio, acomodaticio, donde prosperar implica “tirar la honra a los perros”? Parece que más valdría esconderle los diarios y semanarios de las últimas semanas.

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