Publicidad

El mayor pecado de Lula

Compartir esta noticia

En Brasil solo hay dos caminos para el político: quedarse quieto y pasar por honesto, o hacer cosas y que te acusen de ladrón”.

En Brasil solo hay dos caminos para el político: quedarse quieto y pasar por honesto, o hacer cosas y que te acusen de ladrón”.

Esa frase pertenece a Adhemar de Barros, mano derecha de Getúlio Vargas y candidato a la presidencia del país. Su opción siempre estuvo clara, y fueron sus seguidores quienes consagraron una frase emblemática “rouba, mas faz”. O sea, robaba, pero hacía. Y la historia política de Brasil desde Barros hasta hoy, parece estar marcada por fabulosos procesos de corrupción.

Tal vez el más sonado haya sido el que terminó con el gobierno de Collor a principios de los 90, y que marcó en cierta forma el inicio del declive de los gobiernos liberales o de centro derecha que tuvieron su auge en la región en esa década. Pero la serie de denuncias que han azotado al PT no tienen mucho que envidiarle. Y parecen estar marcando un mojón similar en el proceso de desgaste de los gobiernos progresistas de la última década en América del Sur. ¿Por qué Brasil parece condenado a padecer el flagelo de la corrupción política? A menos que apelemos a criterios genéticos ridículos, la explicación parece estar en el diseño institucional del país.

Todos los casos de manejos turbios de finanzas en la política moderna brasileña tienen un raíz común; la necesidad de los gobiernos de manejar una caja con la que aceitar voluntades en el Parlamento y así aprobar leyes clave para su gestión. La razón es que el Congreso de Brasil es una Torre de Babel donde coexisten decenas de partidos, con poca tradición e ideología. Hoy, solo en el senado son 17, la mayoría fundados en la última década, y cuyo fin en muchos casos parece más ser el vehículo que sustente la carrera de algún dirigente, que el defender grandes principios y valores. El que quiera hacer aprobar alguna ley, tendrá que transar con ellos.

La llegada de Lula al gobierno marcó una chance dorada de romper con este ciclo. Pocas veces en Brasil un político alcanzó el poder con tanta legitimidad, apoyo popular y con un partido tan estructurado. “Tuve que lidiar con muchas cosas inmorales, chantaje. Era la única manera de gobernar Brasil”, habría confesado Lula a su amigo Mujica, según contó este último en el libro “Una oveja negra al poder”. El haber “lidiado” con ese esquema, en vez de arrasarlo aprovechando su momento histórico, (más allá de algún real que pueda haber caído en el bolsillo por el camino), parece ser el gran pecado de Lula. Y por el que hoy, está atravesando esta situación límite.

SEGUIR
Martín Aguirre

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad