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Lula, tonteras y mala fe

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Martín Aguirre
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Hace tiempo que la discusión política en Uruguay es un debate de sordos.

Sobre todo cuando se trata de intercambiar con gente cercana al actual gobierno, los argumentos, las razones, los elementos fácticos, siempre quedan en un segundo plano frente a las emociones, los ataques, y el convencimiento de una superioridad moral que vuelve imposible algo tan básico como admitir que nadie es dueño de la verdad. El "caso Lula" muestra esto de forma dolorosa.

Se han dicho tantos disparates en estos días en Uruguay sobre el tema, muchas veces por gente con chapa académica, que deja enormes dudas sobre lo que se enseña en algunas facultades. Por una cuestión de espacio vamos a mencionar apenas cuatro de estos disparates. Pero eso alcanza para hacerse una idea de hasta dónde se puede torcer la realidad para darle sustento a una consigna vacía.

Empecemos por el más delirante. El primer mito que se ha escuchado es que lo que pasa en Brasil sería un complot del Departamento de Estado de EE.UU. que no le perdona a Lula haber puesto a su país en la primera fila de la "geopolítica global". Quien dice esto vive en un "tupper" o tiene muy mala fe. Desde que llegó Trump el Departamento de Estado es una oficina arrasada, su presupuesto amenaza ser cortado en más de un 30%, la mayoría de las embajadas clave están vacantes, y hay una catarata de renuncias de la gente más capacitada. ¿Quién habría armado esto? ¿Tillerson antes de que Trump lo echara por Twitter mientras se aliviaba en un wáter africano?

Sin mencionar que Lula fue un aliado clave de Washington al que le resolvió dolores de cabeza como la intervención en Haití. Si alguien estaba contento con Brasil potencia regional, y Lula manejando la orquesta, era EE.UU. En Washington, hoy, América Latina no le importa un pomo a nadie, y lo último que quiere nadie allí son líos en esta región.

El segundo mito está más extendido. Es el que dice que todo es un complot del gobierno "golpista" de Temer, la Justicia elitista y "blanca". Empecemos por lo obvio: a Temer y a la mayoría de los jueces que han condenado a Lula y a toda la cúpula del PT los puso donde están el propio Lula y el PT. Cinco de los jueces que le negaron la última chicana para no ir preso, fueron puestos en sus gobiernos. ¿Qué pasó? ¿El resultado de esa década ganada y revolucionaria del PT en el poder es una Justicia podrida?

El único argumento semiserio sobre esto es que a Temer, Aecio Neves, y otros dirigentes hoy opuestos al PT, se les perdonó la vida. Hay que ver qué pasa en los próximos meses, pero es bueno recordar que el "cerebro" del impeachment a Dilma, Eduardo Cunha, fue condenado a 15 años por esa misma Justicia elitista, blanca y corrupta.

Tercer mito. Que no hay pruebas, y todo es especulación del juez Moro, y declaraciones de un empresario corrupto que a cambio de reducir su pena, enchastró al líder popular. Hay que ser muy vago para decir esto. En la web está disponible el fallo entero de 218 páginas donde Moro explica todo con claridad meridiana. Hay 20 páginas de prueba documental y testimonial que va mucho más allá de lo que dice el "arrepentido", José Pinheiro. Sin mencionar los videos de las declaraciones de Lula, que son tremendamente ilustrativos.

En la página 43 del fallo, Moro dice "La presente acción penal se sustenta en prueba independiente, principalmente documental, recogida en diligencias de busca y aprensión. Hay robusta evidencia que preexistía a la propia contribución de los colaboradores". Vale señalar que el fallo de Moro fue ratificado en segunda instancia por un tribunal de cuatro jueces que encima le aumentaron la pena al expresidente.

Así llegamos al último mito. Que todo es una operación para sacar de carrera a Lula, que si no fuera por esto gana las elecciones caminando. Hay que tener una convicción republicana muy floja para creer que la popularidad debería ser freno para que un juez condene si tiene pruebas de que alguien es corrupto. Pero además, lo que se dice de las encuestas es una burda manipulación. Salvo el demente de Jair Bolsonaro, casi ninguno de quienes suenan como firmes aspirantes a la Presidencia ha confirmado si se postulará. Desde el alcalde de San Pablo, João Doria (que le dio una paliza humillante al PT en sus feudos más tradicionales) al exjuez Joaquim Barbosa, pasando por el "Tinelli" brasileño, Luciano Huck.

La realidad es que la última encuesta de Ibope da al PT una apoyo del 19%. Y dice que un 79% de los brasileños quiere que el próximo presidente sea una persona que "crea en Dios" y el 87% exige que sea alguien "honesto". O sea, que el hecho de que Lula tenga la presidencia ganada es un absurdo que no resiste el mínimo análisis. Más bien que con ese apoyo hoy, es casi imposible que pueda ganar.

¿Usted cree que estos argumentos van a minar un ápice el apoyo fanático de las Constanza Moreira, los Marcelo Abdala, o las Lucía Topolansky? Claro que no. ¿Por qué? Eso queda a juicio del amable lector.

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