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Lo importante y lo ridículo

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Martín Aguirre
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Una imagen vale más que mil palabras. Y si bien en general hay conciencia entre los uruguayos que tenemos una severa crisis educativa entre manos, un gráfico difundido esta semana mostró con dureza la realidad que enfrentamos.

Se trata de una comparación del porcentaje de la población con estudios completos por generación, y allí se ve que Uruguay está despegado, último, debajo de países como Colombia, Argentina, México, Brasil, Perú y Chile. Sí, somos los peores de ese grupito.

Uno se imaginaría que algo así, que debería tocar el amor propio del uruguayo medio, sería “el” tema de la semana. Pues no. Los titulares, los arranques de los informativos y las radios estuvieron monopolizados por otro tema mucho más importante: la intervención del club Villa Española. Mire que eso no es necesariamente irónico. Lo que pasó en torno a este evento sí tiene mucho impacto en el futuro de la convivencia nacional.

Los hechos duros son así: un grupo de socios de Villa Española presentó un recurso ante el Ministerio de Educación por entender que la directiva del club no ha cumplido con los estatutos. Hay retraso en convocar a elecciones, falta de depuración del padrón de socios, y acciones que se denuncian como políticas, algo prohibido en el estatuto. El MEC comprobó aspectos de la denuncia y ordenó una intervención para subsanar los problemas.

Acá no hay nada raro. Decisiones parecidas se toman decenas de veces por año por funcionarios burocráticos y, por lo general, para resolver peleas internas en las sociedades que no dejan mayor marca a futuro. Sin embargo, este caso provocó que desde el presidente del FA, Fernando Pereira, a la intendenta Cosse, pasando por el senador Andrade, salieran a denunciar una persecución política. ¿Por qué hace tanto ruido la intervención de un club de barrio, que suele penar en las tablas de descenso?

Resulta que desde hace algunos años, la estrategia del club ha sido la de embanderarse con causas políticas. Desde acciones muy llamativas vinculadas al tema de los desaparecidos, hasta llamados a firmar contra la LUC, Villa Española ha encontrado una identidad en torno a la cual arraigar su cultura social. Y también tocar la fibra sensible de una cantidad de influencers bienpensantes.

Si usted le pregunta a este periodista, asociar un club de fútbol a ideas políticas no es saludable, ya que implica excluir a quienes tienen otra mirada. Pero desde el punto de vista del marketing, para Villa Española ha sido un golazo. Tener a una atractiva modelo (que nunca debe haber pisado el Obdulio Varela) posando con la camiseta amarilla y roja y gesto provocativo es una fuente interminable de “me gusta”.

El problema es que hay socios a los que eso no les convence. Y, pese a que el principal denunciante se dice votante del FA de todas las horas, eso fue parte de su reclamo.

La cosa es tan clara que el propio presidente del club afirmó entender la causa de la intervención, y que estaba trabajando para “levantarla” lo antes posible. Como mucho matizó que la militancia no era partidaria, sino de causas superiores como el tema de los desaparecidos. Alguien podría decir que esa causa, lamentablemente, se ha partidizado mucho en los últimos tiempos. Y poner como prueba que Tabaré Vázquez se sentó años sobre el expediente del tribunal de honor de Gavazzo, (que si no fuera por una investigación periodística nunca hubiéramos conocido) sin que eso le costara ni un reproche de parte de los militantes del tema. Si lo mismo hubiera hecho el gobierno actual, habría estallado un aquelarre. Pero no entremos en eso hoy.

El tema de fondo es que la denuncia de que estamos ante un caso de persecución política es ridícula e insostenible por nadie con dos dedos de frente y un mínimo de buena fe. Pero, como ya ha ocurrido con un caso en el club Progreso, o con la sensible barra de Peñarol, dirigentes políticos de primera línea se agarran de cualquier cosa para potenciar un sentimiento de resistencia épico. Como si viviéramos en un país ocupado por una fuerza extranjera, y donde ellos pugnan por defender las causas justas y populares ante una horda de fachos insensibles que solo pudo llegar al poder por un error de la historia. Todo lo cual es tan creíble como pensar que alguien con el perfil “filosófico” del ministro Da Silveira viviera pendiente de las redes sociales de Villa Española.

Esto provoca dos cosas bien graves. Primero, potencia la irracionalidad de los fanáticos y descerebrados, que se sienten legitimados para insultar y atacar a cualquiera que piense distinto o vote otros colores. Segundo, vuelve cada vez más difícil encontrar zonas comunes donde acordar para resolver los temas de fondo, como la lacerante crisis educativa del país, que cada día queda más en evidencia.

Cosse, Pereira, Andrade, ¿no se dan cuenta? ¿O no les importa?

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