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¿Implosión blanca?

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Martín Aguirre
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Difícil pelear contra el ADN. Los hechos de los primeros días del 2018 dejan claro los problemas que tiene el Partido Nacional para superar esa pulsión suicida que en casi 190 años de historia, solo le ha permitido gobernar en contadas ocasiones.

Lo asombroso es que esta racha ocurre cuando las señales de agotamiento del modelo actual potencian la sensación de que una mayoría de la población vería con buenos ojos una rotación en el poder.

El primer hecho fue el llamado "Caso Bascou". Las denuncias de que el intendente de Soriano habría comprado combustible de una estación de su propiedad terminaron de la peor manera: una nebulosa donde ni se desmintió el hecho, ni se tomaron medidas serias, ni pasó nada. Es verdad que los números son ínfimos, que el intendente consultó antes de la operación, y que fuera de Soriano el 99% de la gente sigue sin saber quién es Bascou. Pero el hecho quedó ahí, listo para ser usado como arma arrojadiza contra los blancos en la próxima campaña.

Luego vino lo de la intendenta de Lavalleja, Adriana Peña, a quien se acusa de haber querido aumentar exageradamente el sueldo de su pareja, director de la comuna. La defensa de la jerarca, de nuevo, sonó floja. Mostró un recibo de 93 mil pesos de sueldo de la persona, dijo que trabaja mucho, y denunció un complot interno. Otra vez, hay justificaciones del tono de que tiene una administración excelente, amplísimo apoyo electoral, y que su pareja realmente trabaja en serio. ¿Alguien cree que eso será suficiente para apagar las críticas cuando se caliente el clima electoral? ¿Alguien cree que eso le alcanzará a un indeciso para convencerse que los blancos pueden administrar mejor los dineros de todos?

Por último, salió el intendente Botana. Empeñado en asumir un rol de revulsivo de la interna blanca, hizo declaraciones duras contra el senador Lacalle Pou, afirmando que es un gran candidato "para salir segundos".

Botana es una figura tan interesante como enigmática. Quienes lo conocen hablan de un profesional formado, inteligente, y en general buen administrador. Pero con una obsesión a veces demasiado impostada por exhibir un talante popular, enraizado con las tradiciones de su departamento, donde ha mostrado ser insuperable en las urnas, incluso pese al empeño puesto por nada menos que José Mujica por desbancarlo.

Sin embargo, su traslado a lo nacional siempre deja gusto amargo. Es como que no se termina de dar cuenta de que lo que rinde en Cerro Largo, le juega en contra en el resto de país. Y de que para tener una proyección mayor, y ayudar a su partido en vez de perjudicarlo, debería tener más sintonía con la sensibilidad política que domina a poco que uno se aleja unas leguas del arroyo Conventos.

¿Tiene Botana un mejor candidato que Lacalle Pou? ¿No tiene Botana cosas programáticas o incluso humanas para criticar de Lacalle Pou más allá de su chance electoral? Porque ese comentario solo solidifica la sensación popular, tan nefasta para la oposición, de que el único capaz de gobernar es el Frente. ¿Cual es la fina estrategia detrás de ese comentario?

Lo curioso es el sentido de la oportunidad que muestran los blancos a la hora de salir a matarse ante la opinión pública.

Por estos días, el principal sector de la economía nacional, el agro, sale a las calles en una explosión de enojo por los problemas de competitividad agravados por la reciente suba de tarifas. Algo a lo que hay que sumar el desastroso estado de la infraestructura (cosa que encarece aún más sus costos) y la inoperancia del gobierno para implementar acuerdos comerciales que le permitan exportar con mejor chance.

A la misma vez, las encuestas revelan que el apoyo al gobierno sigue cayendo, que hay un creciente número de uruguayos que miraría con simpatía una alternancia en el poder, pero que no termina de convencerse de que la oposición le ofrezca certezas de un cambio para mejor.

El que tenga interés en la historia, verá que esto es un proceso repetido. El modelo frenteamplista de transferir recursos vía impuestos, tarifas y atraso cambiario, desde los exportadores e industrias con chances genuinas, para mantener una estructura burocrática y un consumo en los sectores urbanos, no es muy distinto al que llevó adelante el Partido Colorado durante años. Ese modelo eventualmente hace crisis cuando los precios de lo que exportamos tienen sus cíclicas caídas a nivel global. Esos han sido los contados momentos en los que la sociedad uruguaya ha decidido dar una chance a los blancos para que acomoden los excesos en el gasto público inherentes a ese modelo, para que se potencie el crecimiento de los sectores con chances genuinas, y se ponga fin a las corruptelas y a la soberbia propias de un partido que está mucho tiempo en el poder.

Pero si lo que hay enfrente hace las mismas macanas que lo que hay ahora, ¿por qué el votante se tiraría al agua a apostar por un cambio?

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