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El gremialista incómodo

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Richard Read sigue acumulando puntos para convertirse en la mosca blanca del Pit-Cnt. Como cuando en el estrado del 1º de mayo dijo había que “laburar más”. Como cuando puso en evidencia el escándalo del plan de vivienda sindical.

Richard Read sigue acumulando puntos para convertirse en la mosca blanca del Pit-Cnt. Como cuando en el estrado del 1º de mayo dijo había que “laburar más”. Como cuando puso en evidencia el escándalo del plan de vivienda sindical.

Ahora el capo máximo del gremio de la Bebida armó revuelo al defender proyectos como el del Liceo Jubilar, justo cuando el arranque de clases pone a la crónica crisis de la educación pública en el eje de la agenda política.

El inicio de la polémica de la semana tuvo dos puntas. Por un lado un editorial de El País en el que se cuestionaba la propuesta del sindicato de la Bebida de crear un liceo para hijos de sus afiliados, financiado por empresarios mediante la ley de mecenazgo. Lo que criticaba el editorial era que en un sistema educativo público ya de por sí ultrapolitizado, y con la enseñanza de temas como la historia flechada hasta el absurdo para defender las tesis del Frente Amplio, un liceo de un gremio solo podía agravar la situación.

Por otro, unas declaraciones de la directora de Secundaria, Celsa Puente, quien dijo sentir preocupación por la proliferación de estos liceos gratuitos de gestión privada, los acusó de que sus buenos resultados se deben a que “seleccionan” a sus alumnos, y llamó a “reencontrarse con la tradición de la educación pública uruguaya”.

Al ser consultado en el programa radial “Suena Tremendo” por el editorial y por las declaraciones de Puente sobre su idea, Read elevó la apuesta a niveles poco comunes. Sobre la pieza de opinión, el gremialista la desestimó por falta de pruebas sobre la acusación de “flechamiento” de la enseñanza, aunque con mucha más moderación de la que suelen usar sus colegas del Pit al hablar de este diario. Pero fue más revelador lo que dijo sobre Puente. “Hace 10 años que hay gobierno del Frente, la enseñanza no mejoró, el botija que tenía 12 años en 2005, hoy tiene 22, ya lo perdí”. Y agregó “lo que nosotros decimos es: ¿y mientras tanto, qué hacemos con los jóvenes nuestros cuando hay un 40 y pico por ciento de deserción antes de llegar a tercero de liceo?”.

No contento con eso, Read admitió que de sus tres hijos, dos van a instituciones privadas, y que muchos dirigentes sindicales han tomado la misma medida. Aunque reconoció que su idea de un liceo de la FOEB no es bien vista por el resto del Pit-Cnt.

De hecho las reacciones más duras vinieron justamente del “movimiento sindical”. El dirigente Fernando Pereira afirmó que “esto no puede plantearse en términos de sálvese quien pueda, preocupándonos por nuestro primer círculo”, y que “el Estado se debe preocupar por el 85% de los liceales que van a liceos públicos”. Sus colegas de Fenapes, con la sutileza que los caracteriza (¿y con la que enseñan a sus alumnos?) dijeron que iniciarán una lucha contra los liceos público-privados, los acusó de “no enseñar nada” y de ser “una especie de contención social”. Curiosa forma de agravio.

Desde su inicio hace ya unos años, los liceos que siguen el modelo del Jubilar, usando fondos de empresas que descuentan impuestos, han cumplido un rol central. Por un lado han beneficiado a una cantidad de alumnos de barrios críticos, con una educación de calidad que les da herramientas para escapar al entorno en el que se han criado. Por otro, son como un ente testigo que muestra que en el mismo contexto en el que los públicos obtienen los peores resultados, se pueden lograr cosas mucho mejores con atención personalizada y seguimiento adecuado.

Las críticas, de que no son modelos masificables y de que estos “seleccionan” son bastante precarias. Ni el más liberal de los políticos uruguayos ha planteado nunca un sistema masivo de ese tipo, y hasta que apareció el Jubilar, esos mismos alumnos iban a los públicos del barrio y sacaban los mismos resultados que el resto.

Claramente, lo que irrita de estas experiencias son dos cosas. Que dejan en evidencia el trabajo de las instituciones públicas dominadas desde hace mucho más de 10 años por la mentalidad sectaria y retrógrada de las corporaciones docentes. Y, tal vez lo más serio, que permite a las empresas canalizar recursos hacia finalidades públicas como la educación, sin pasar por su burocracia estatal. Ahora bien, ¿cuál es la función de un ente público? ¿Cumplir un rol social o justificar su existencia? Si un liceo cumple su fin, atiende el programa previsto, y logra resultados, ¿importa si los fondos pasaron por algún ministerio antes? ¿No es eso darle más importancia al medio que al fin?

A todos los uruguayos les gustaría recuperar el modelo histórico e integrador de la educación pública. Sobre todo cada mes cuando deben pagar la cuota. Pero mientras la señora Puente y sus funcionarios no logren darle un nivel mínimo de calidad, solo un fanático se enojaría con las “moscas blancas” que dan esperanza de que las cosas se puedan hacer un poco mejor.

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Martín Aguirre

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