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¿Quién va a ganar?

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MARTÍN AGUIRRE
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El tema más polémico de la semana es el caso de la niña entregada a su padre en España. Ni locos nos metemos en ese pantanal.

Pero sí hay dos cosas que el autor quiere sacarse del pecho, tras escuchar todo tipo de comentarios y juicios, incluso de parte de colegas. Uno, en Uruguay la ley fija que los niños no tienen voluntad hasta los 10 años. Dos, ¿realmente creen tener tan clara la cosa como para emitir veredictos tan lapidarios sobre un tema tan delicado? Yo no.

Por eso hablemos de algo donde la liviandad no tiene efectos tan trágicos, al menos a corto plazo: la campaña electoral.

Es imposible encontrarse con algún amigo, ir a un evento profesional, o que te agarre un chofer de Uber, y que al saber que uno es periodista, no te pregunte ¿quién va a ganar? Sí, así. Nada de qué puede pasar con el próximo gobierno, con la economía, con la educación, nada. Acá lo importante es quien gana y quien pierde.

Pues bien, en un ya complejo panorama político, las encuestas hacen que sea todavía más difícil tranquilizar al interlocutor con un diagnóstico.

El mismo día que sale Bottinelli y dice que el Frente perdió dos puntos, viene Mizrahi y asegura que subió tres. Después sale Opción y dice que el Frente tiene 33 puntos. Ahora que si proyectan los indecisos, Martínez llegaría a un 38%. ¡Ufff! Además, si te ponés a leer los análisis de casi todas las empresas, siempre abren el paraguas diciendo que puede pasar cualquier cosa. Cunde el miedo a ser el próximo Pinatto.

Intentemos entonces contestar esa pregunta de qué puede pasar, apelando al razonamiento. Algo que no siempre sale bien cuando hay pasión de por medio, pero es lo mejor que podemos hacer.

Los datos dicen que en la elección nacional de 2014, en octubre Tabaré Vázquez obtuvo un 47,8% de los votos, contra un 30 de Lacalle Pou y un 12% del Partido Colorado. Bien. Cinco años después el panorama ha cambiado bastante.

Para empezar, la economía que ya en aquella época mostraba signos de enfriamiento, está directamente planchada. El desempleo estaba en 2014 en un 6,6%, y hoy arriba del 9%. Luego está el tema de la seguridad, que ya en la campaña pasada ocupaba un lugar central en el debate. Al punto que el candidato Tabaré Vázquez pidió la confianza a la ciudadanía prometiendo una baja del 30% en las rapiñas, algo que no solo no se cumplió, sino que los números de delitos violentos crecieron más.

Un tercer aspecto que cambió del escenario político en estos cinco años fue la corrupción. En este plazo ocurrió todo el escándalo que costó la renuncia a Raúl Sendic, el fiasco de la regasificadora, las denuncias y polémicas en ASSE y el Mides. Está claro que acá no hubo una corrupción endémica ni cuentas en Suiza. Pero para la escala uruguaya, todos estos temas fueron significativos, e hicieron mella en el imaginario popular.

Un cuarto cambio importante respecto a 2014 es la fórmula del oficialismo. En aquel momento, el Frente pedía el voto ofreciendo un “ticket” encabezado por un líder fuerte, que había dejado el poder con cifras récord de popularidad, con experiencia probada de gestión, e imagen de autoridad. Para mejor, acompañado por un vice “joven” como Sendic, con abolengo, buena presencia, y carrera en ascenso.

Nadie se puede ofender si decimos que Martínez es menos candidato que Vázquez. Ni su experiencia de gestión, ni su trayectoria, ni su discurso, se acercan a lo que ofrecía Tabaré en 2014. De la vice, ni hablamos.

También el bando retador ha cambiado mucho. Aquel Lacalle Pou que era un diputado sin mayor experiencia en el escenario público, hoy ya es una figura más asentada, y con un equipo conocido y con buenas referencias técnicas. El partido Colorado ha cambiado mucho también, y con Talvi se muestra más socialdemócrata de acuerdo a sus raíces, y más renovado. Tampoco se puede ofender nadie si decimos que Talvi es más amigable para un votante volátil que Pedro Bordaberry.

Y por último tenemos la gran sorpresa de esta campaña: Manini Ríos. Si en unas internas sin competencia, sacó 50 mil votos, nadie se sorprenderá si duplica esa cifra en octubre. Pero además su ascenso, muy fuerte en sectores de bajos recursos, coincide con un palpable declive en la consideración pública de José Mujica. Si Manini ronda un 10%, es probable que una mitad de eso lo “robe” a blancos y colorados, pero está mordiendo también en la pecera del oficialismo, sobre todo del MPP.

¿Entonces? Intimará el lector. ¿Lacalle Presidente? Bueno, si los expertos en opinión pública no se la juegan, no se lo pida a un modesto periodista. Pero los entendidos afirman que el voto duro del FA supera en poco el 30% y el resto ha sido siempre voto “prestado”. Si tenemos en cuenta que el FA precisa llegar al 43% para ir con chance a la segunda vuelta, ¿usted cree que logrará convencer a un 10% de no frentistas de darle una nueva oportunidad con todo lo que hemos mencionado? Ahí parece estar la clave de todo este dilema.

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