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El diablo siempre vende

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martín aguirre
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Uruguay tiene una bendición geográfica única. Es un balcón privilegiado al sistema político más delirante, divertido y perverso del planeta. Hablamos, por supuesto, de “laa Arrgentina”, donde todos los días pasa un despatarre que parece el fin del mundo.

Claro que esa bendición tiene un costado negativo. Incluso más negativo que los coletazos económicos de cada una de las implosiones de nuestros vecinos.

Hablamos de la obsesión de políticos y analistas de este lado del río por copiar lo que pasa allá, o al menos por intentar encastrar nuestra realidad a la de ellos. Pocas cosas han exacerbado ese pecado como el surgimiento del candidato Javier Milei. ¿Lo ubica a Milei? Sí, ese economista liberal, de voz ronca, discurso explosivo cargado de ordinarieces, con un peinado que parece que estuvo tomando el té en el epicentro de una tormenta tropical.

La irrupción de Milei ha reventado los encuadres políticos tradicionales. Un discurso liberal en lo económico y en lo social, pero con banda de sonido de rock barrial, una arremetida furibunda contra las prebendas estatales vestidas de sensibilidad social, y contra el corsé de la corrección política.

Estas peculiaridades hacen que le “peguen” de todos lados. Los medios antikirchneristas, porque ataca a Macri y a su entorno, a la vez que divide al bloque no peronista. Y también los medios afines al peronismo, ya que no pueden entender que ese discurso “neoliberal” penetre entre jóvenes y votantes humildes, a quienes asumen como voto cautivo suyo.

Pero si las reacciones en Argentina son extremas, es más llamativa la tirria que la figura de Milei ha generado en nuestro establishment bienpensante. Los medios afines al Frente Amplio han dedicado ríos de tinta en alertar sobre el peligro de que este tipo de figura “populista”, “neoliberal”, o incluso “ultraderechista” tenga reflejo en Uruguay.

No deja de ser insólito que los mismos analistas que definían a Cabildo Abierto como “ultraderecha”, repitan el exacto calificativo para Milei, cuando sus agendas no podrían ser más opuestas. Salvo, tal vez, por el tema del aborto.

Casi tan llamativo es que los mismos periodistas y politólogos que aplican el “ultra” con alegre generosidad a cualquiera que no sea socialista, lo esquivan tozudamente para el otro lado. ¿No son de “ultraizquierda” los que defienden a Cuba o a Maduro? ¿Son socialdemócratas suecos acaso?

Hay otro tema jugoso que esto ha puesto sobre la mesa. Como siempre que a los políticos “de izquierda” les va mal en las urnas, se empieza a buscar un villano en las sombras. Porque claro, ¿cómo puede ser que “el pueblo”, los humildes, no voten a quien solo quiere su bienestar? Tiene que haber algo raro operando.

Así como algunos hablan en forma ridícula del “blindaje mediático”, o del Plan Atlanta, ahora hallamos un nuevo chivo expiatorio. Sería la Red Atlas, que estaría financiando a estos nuevos dirigentes antipopulares. En apenas un par de semanas se han publicado al menos 4 artículos en medios cercanos al FA en este sentido. Como alguien que tiene vínculo con la Red Atlas hace años, déjeme decirle que es una reverenda estupidez. Atlas es una especie de incubadora de centros de estudio, que no financia a políticos. Pero, además, es tanta la diversidad de miradas, que Milei está lejos de ser alguien que genere unanimidades ahí.

De nuevo, no deja de ser llamativo que muchos políticos y técnicos cercanos al Frente Amplio, que han trabajado y recibido financiamiento de fundaciones y centros de estudio como Open Society, Friedrich-Ebert, o tantas otras, se indignen de que del otro lado se usen las mismas herramientas. Este tipo de instituciones son tal vez el único aporte moderno al debate público en las sociedades, y cumplen un rol clave en financiar estudios, proponer debates, e incluso diálogo entre posturas diferentes. Demonizarlos es no entender el mundo de hoy. O buscar justificaciones para cuando la realidad te revienta tu pequeña mirada de la política.

Volviendo a Milei, si quiere entender mejor el fenómeno hay en internet una larga entrevista a uno de sus ideólogos más cercanos, Carlos Maslatón, hecha por un periodista peronista de nombre Tomás Rebord, que ayuda a derrumbar un montón de estereotipos. Que quien nos la haya recomendado sea un dirigente con proyección del FA (a quien no nombramos para no quemarlo) muestra que hay esperanza.

Lo que queda claro allí, como para cualquiera que haya leído algo sobre historia política argentina, es que no podríamos ser más diferentes. Esto dicho sin ningún berretín de superioridad. Pero no deja de ser preocupante que, teniendo Uruguay un sistema político tan único en la región, y tan elogiado por quienes lo ven de fuera, adentro haya gente que insista en negar nuestra peculiaridad. Y en buscar asociarnos a cualquier cosa que pasa en el entorno, con tal de ganar cuatro aplausos entre sus fanáticos.

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