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Debate, Sartori y dos dudas

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MARTÍN AGUIRRE
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La campaña para las internas arrancó su recta final. Entonces tras varias ediciones de escapar a lo que debería ser el centro de esta columna, un análisis político ecuánime, es hora de volver al trillo y ver qué pasó en esta semana agitada en materia electoral.

Y, al menos para este autor, los hechos clave fueron dos: el primer debate político por TV en 20 años, y la inflexión en la campaña de Sartori.

Sobre el debate, lo primero es alegrarse de que haya sido visto por tanta gente. Casi 20 puntos de rating es una cifra sorprendente, en una sociedad que supuestamente está cansada de la política y de los políticos. Y eso que se trató de dos candidatos que tienen pocas chances de llegar a la Presidencia. Tal vez esto sea el estímulo que hace falta para que los canales abiertos apuesten un poco más por el periodismo, y para que otros candidatos se animen a confrontar ideas. Nunca falta el amargo que dice que los debates “son un show”. Y sí, todo es un show. ¿Acaso los grandes políticos oradores no hacían show?

Sobre el debate en sí, se podrían comentar muchas cosas. Desde el formato, que tal vez resultó un poco “duro”, y no propiciaba un intercambio más fluido. O la falta de oficio de ambos candidatos, que gritaban en exceso, y por lo general declamaban, más que intentaban convencer. Otra cosa son las reacciones posteriores. Más allá de la inevitable discusión futbolera sobre quién “ganó”, hubo comentarios que llamaron bastante la atención.

Particularmente los provenientes de figuras del gobierno, cuya síntesis fue algo así como que un obrero de la construcción le habría “ganado” a un economista “de Harvard”. Una falacia de diccionario.

Andrade no es un “obrero de la construcción” así nomás. Es un señor que hace muchos años que vive con fuero sindical, lo cual es tiempo que los afiliados a su gremio le subsidian para que se prepare y los defienda. Segundo, porque si hay algo que ha tenido siempre el Partido Comunista, es una escuela muy aceitada de retórica. Si será buena que todavía hay algunos en Uruguay que se dan maña para ¡defender a la URSS!

Pero lo grave es que para esta gente parece que el hecho de haber llegado a los más altos sitiales de la academia, proviniendo de orígenes no mucho más elevados que Andrade, pueda ser un demérito. Es el daño que ha hecho José Mujica y su filosofía retorcida en Uruguay, ese “naides es más que naides” mal orientado y perverso. Todo bien con el igualitarismo, y es verdad que en política los títulos no son lo más importante. Pero si vamos a despreciar el hecho de haberse formado en los mejores ambientes ilustrados, vamos por el rumbo equivocado en esta vida.

Pero dejemos el debate, y pasemos a cosas menos edificantes. Como el tono que ha tomado la campaña interna blanca.

Un artículo publicado la semana pasada por El País señalaba que ante el aparente avance en las encuestas de Sartori, el resto de los líderes blancos habrían de alguna forma coordinado no caer en ciertas lógicas de pelea interna, que pudieran comprometer un triunfo de su partido en la elección nacional. El comando de Sartori reaccionó con una velocidad inusual, convirtiendo algo que no deja de ser una estrategia natural, en una especia de campaña en contra, y levantando el tono de pelea a niveles autodestructivos.

Probablemente tenga que ver con la estrategia de quien se confirmó es el principal asesor de Sartori, el venezolano Juan Rendón. Esta semana El País publicó un perfil de esta figura que mueve en las sombras la campaña de Sartori, y sus experiencias previas tienen mucho de similar con lo que pasa hoy. Ahora bien, dejemos de lado un poco las peleas internas para enfocarnos en el supuesto crecimiento que las encuestas le dan a Sartori. Porque hay al menos dos cosas que no cierran.

La primera, que según los encuestadores, Sartori está logrando crecer mucho en los sectores urbanos más pobres de la sociedad, que hasta ahora eran un electorado esquivo para los blancos. Algo que debería hacerse preguntar a los blancos por qué Sartori puede crecer allí, y ellos no. Pero la pregunta clave sería ¿cómo es que Sartori crece con voto extrapartidario, y el Partido Nacional no refleja ese crecimiento a nivel general? Porque tampoco los colorados han seguido subiendo a un ritmo que lleve a pensar que hay una fuga por allí que compense.

El segundo elemento tiene que ver con las estructuras. Si hay alguien que tiene olfato para estas cosas, son los dirigentes políticos de nivel medio, que se juegan la vida cuando apoyan a uno u otro candidato en la interna. Si Sartori tiene el caudal de votos que le dan, sería una papa para estos dirigentes pedir pase a ese sector, y asegurarse así bancas o cargos. Y sin embargo, salvo Verónica Alonso, no hay ni un diputado o caudillo regional que se haya pasado a Sartori. ¿Cómo se explica eso?

Una pregunta que, como tantas otras, solo podremos responder pasado el recuento de votos el próximo 30 de junio.

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