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El custodio y las escupidas

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El escándalo en torno al custodio presidencial es sin dudas la noticia más fuerte de la semana. La idea era dedicarle esta pieza completa a analizar sus implicancias, pero hay que saber ubicarse. 

El artículo del Dr. Guzmán el viernes en El País dice todo lo que este autor hubiera querido decir, y mejor.

“El involucrado había zafado de 15 indagaciones policiales, había sido procesado por estafa en 2002, de nuevo por estafa, había pasado 4 meses del 2013 en la cárcel y recibía a sus compinches en el cuarto piso de la Torre Ejecutiva. Del vodevil al grotesco, de la befa al escarnio. Esos vocablos están en desuso, pero hechos de este calibre nos obligan a restablecerlos, porque lo ocurrido es burla grosera y afrentosa, no solo para el Primer Mandatario sino para nuestro régimen de vida”. El amigo Leonardo nos angustia cuando nos tiene hasta última hora esperando sus notas, pero vale la pena.

Dos cosas más sobre este asunto escabroso. Es muy perturbador pensar que hay una persona complicada, presa, de dudosa integridad moral, y que maneja información íntima del Presidente y su entorno más cercano.

Lo bueno, esto mostró la independencia del Poder Judicial, y la efectividad del sistema de pesos y contrapesos democráticos en el país. Sin la presión de los reclamos de dirigentes opositores como el intendente Orsi o el senador Sánchez, vaya uno a saber hasta dónde la opinión pública sabría los detalles de todo esto.

Así como decimos eso, esta semana tuvimos algunas señales de lo peor que padecemos en el debate público local. Hablamos de la polémica miserable sobre el supuesto aumento de la pobreza.

El dato oficial marcó lo que a ojos de todos los entendidos son cifras muy estables de los datos de pobreza en el país. Eso, además, medido por una encuesta que tiene márgenes de error, y en función estrictamente del ingreso. Lo cual no impidió que legisladores opositores, economistas cercanos, y opinadores de las redes hicieran un circo penoso, atribuyendo intenciones, y sacando conclusiones ideológicas con una liviandad solo comparable con su mala fe.

Cualquiera con un mínimo de ganas sabe que desde hace ya años, antes del cambio de gobierno, la lucha contra la pobreza chocó con un cerno estructural que es difícil atacar. Cosas que no se arreglan con ayudas sociales, sino con cambios en la educación y las políticas de capacitación laboral.

Pero, además, estamos todavía saliendo de una pandemia, y en medio de una escalada de los precios de los productos básicos. ¡Caramba!... Ni siquiera hemos tenido una temporada turística “normal” desde que se acabó el covicho (toca madera).

Pero la noticia que se robó todos los “clicks” en la página web de El País (deducimos que también en el diario papel) fue la actuación de una activista “queer” argentina que vino a participar de un evento en la Facultad de Ciencias Sociales.

La imagen era chocante. Una señora, senos al viento mostrando el pérfido efecto de la gravedad, lee un texto mientras los asistentes la escupen, y señalan a dos vasitos que alojan un líquido blancuzco, que nadie quiere saber que contenían. Según los organizadores, “sentimos asco y placer mientras dejamos nuestras salivas como ofrendas en un vaso. Vimos cómo la sala de conferencias se transformó en un espacio de experiencia compartida y dejó de ser un ella y nosotras/es/os. Y en ese remolino de emociones no binarias reflexionamos sobre cómo somos y estamos con las/es/os demás, y sobre cómo eso se vuelve pedagógico”.

“Remolino de emociones no binarias”... En fin. No se trata de que esto genere algún tipo de shock de valores, azuce sentimientos conservadores, o nada de las idioteces que se dicen por ahí. El problema es que la Universidad de la República se financia con la plata del pueblo. El contribuyente, el laburante, hace un esfuerzo enorme para bancar la formación y la investigación en esa casa de estudios. ¡Y estos frívolos la gastan en traer a una argentina a hacer estas payasadas! Días después de que estudiantes iracundos bloquearan la entrada al Parlamento exigiendo más plata.

Un comentario de este autor en una red social referido a que parece mentira que sea tan difícil eliminar el adicional (originariamente temporal) del Fondo de Solidaridad, cuando la UdelaR tiene recursos para estas cosas, desató una ola de furia. Entre los agraviados, una científica muy respetable, que nos acusaba de “militar el recorte” y de olvidar el aporte de la UdelaR en la pandemia.

Es tan difícil entender la forma de razonar de alguna gente... ¡Señora, usted tendría que ser la primera agraviada ante este asunto! Resulta que ustedes dejan el alma, investigando y trabajando en la mayor precariedad, justificando un mayor presupuesto, y al lado suyo tiran la plata sin pudor en estas banalidades. Una capacidad de enfocar el enojo casi tan precisa como la del presidente a la hora de elegir sus custodios.

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Martín Aguirre

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