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Culpa de nadie

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Cuando la culpa es de todos, la culpa es de nadie. Ese es el primer comentario que surge de las reacciones de las autoridades ante los dos temas que marcaron, otra vez, la agenda semanal; la asonada en el Marconi, y el ajuste fiscal.

Cuando la culpa es de todos, la culpa es de nadie. Ese es el primer comentario que surge de las reacciones de las autoridades ante los dos temas que marcaron, otra vez, la agenda semanal; la asonada en el Marconi, y el ajuste fiscal.

En el caso del Marconi las explicaciones han ido por dos carriles: o que se trató de una operación de “narcos” que pretenden dominar el barrio, o que sería una reacción natural ante la miseria y postergación que allí se vive, y que el resto de la sociedad, los “privilegiados”, no solo no tenemos elementos reales para analizarlo, sino que de algún modo seríamos culpables de lo que sucede.

Dos figuras políticas fueron las encargadas de dar esta postura. Uno, el viceministro del Interior Jorge Vázquez, quien en una entrevista televisiva sostuvo cosas inquietantes. Desde un reconocimiento a que hay desaparecidos en democracia que podrían haber sido alimento para chanchos, hasta conceptos sociológicos al filo de lo delirante y que dejarían rascándose la cabeza a Augusto Comte. Pero el eje fue claro, según Vázquez “ni aunque se pusiera al Capitán América de ministro del Interior, se solucionaría el tema”.

Lo de Vázquez es cuestionable. Si usted tiene por 10 años el manejo absoluto de las fuerzas de seguridad, si tiene recursos económicos como nunca antes, si viene advirtiendo desde hace 10 años sobre el problema “narco”, no puede decirle a la gente que no se puede hacer nada al respecto. Por dar un ejemplo, la ciudad de Compton, en Los Angeles, en 2006 tenía la mayor tasa de asesinatos de todo Estados Unidos, hoy bajó al puesto 17. Y eso que ese período coincidió con la peor crisis económica desde 1929. Compton tiene 100 mil habitantes, y graves problemas raciales, si allí la autoridad pudo frenar al delito, ¿no se puede en el Marconi? ¡Por favor!

La segunda figura política que habló del tema fue la ministra Marina Arismendi, y el tono fue el mismo. Es un problema muy grave, se hace todo lo que se puede, estamos todos muy tristes. Difícil imaginar una admisión de incompetencia más flagrante. Para Arismendi se aplica todo lo de Vázquez; la sociedad uruguaya hizo un esfuerzo impresionante en recursos para mejorar la situación de los más desfavorecidos en muchos niveles. Se creó el Mides, se le dio todos los recursos (Arismendi contrató hasta un aspirante a yerno), y gozó de la mayor bonanza económica en un siglo. ¿Es aceptable que justifique que un barrio emblemático como el Marconi se subleve denunciando abandono? Arismendi dice que “el estado está”. Entonces hay que concluir que quien dirige este estado, no hace bien su trabajo, ¿no?

Esta patología de difuminar las culpas para justificar malos manejos e incapacidad de las autoridades es la misma que viene afectando el debate en torno a la suba de impuestos. Resulta que tras una década de boom económico, en la que el partido de gobierno tuvo mayorías legislativas propias, enorme apoyo social, mediático, y la ya sabida hegemonía cultural, al primer año que se frena el crecimiento, la inflación se descontrola, el déficit rompe récords, y hay que salir a meterle la mano en el bolsillo a la gente y a las empresas.

Sin embargo, el presidente Vázquez, el ministro Astori, y la cúpula del oficialismo, dicen que es re normal todo, que se hizo todo bien, y algún medio oficialista habla de “el ajuste como oportunidad”. ¡Pa! ¿Usted se imagina si eso lo hubiera dicho Sanguinetti o Jorge Batlle?

Peor que esto es que para muchos dirigentes del FA, especialmente los que tuvieron más poder en el gobierno pasado, el aumento de tributos parece ser un fin en si mismo. Una forma de hacer justicia social en base a golpe de impuestos. Por algo cuando las cuentas públicas no tenían el agujero de hoy, ya se indignaban cada vez que el Estado debía devolver lo que había retenido en exceso a la gente por concepto de Fonasa, incluso pese a que le habían “bicicleteado” la plata al contribuyente durante un año.

Esto dice mucho sobre el tipo de país que se quiere, y hacia dónde nos llevan. Por ejemplo, un profesional, un trabajador preparado, hoy en Uruguay gana en promedio la cuarta parte o menos que una persona de igual calificación en un país desarrollado. E incluso en muchos no desarrollados, ya que allí la falta de gente calificada eleva sus ingresos. Y el costo de vida en Uruguay, contrario a lo que se cree, es igual o mayor que en esos lugares.

En un mercado laboral globalizado, fajar a impuestos a la gente que gana arriba de 50 mil pesos. ¿Que efecto creen que va a producir? Sólo en el último mes, el autor supo de tres profesionales prometedores de unos 30 años, con trabajo estable en Uruguay, que emigran al exterior, uno a Estados Unidos, pero los otros a Chile y Perú. Parece que ser “privilegiado” en Uruguay no es tan seductor.

Lo del inicio. Justificar los problemas presupuestales o de marginación, criticando al orden social o al capitalismo internacional, parece tanto una forma de esquivar la propia culpa, como de tomarle el pelo a la gente.

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Martín Aguirre

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