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Entre Cristina y la Celeste

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No hay nada como un par de goles de Suárez para cambiar la perspectiva. El invierno se siente menos frío, la crisis en el INAU se observa más lejana, el manoseo con el tema de los "niños" sirios se ve menos absurdo. Incluso el caso Pluna y sus aristas cada vez más escandalosas, pierde atracción. Pese a todo, hay algo de lo que no conseguimos escaparnos. Es como ese dolorcito al que intentamos no dar importancia, pero cada vez que nos movemos creyendo haberlo superado, vuelve a incomodar, punzante, insidioso, porfiado. Ese dolorcito se llama, otra vez, Argentina.

No hay nada como un par de goles de Suárez para cambiar la perspectiva. El invierno se siente menos frío, la crisis en el INAU se observa más lejana, el manoseo con el tema de los "niños" sirios se ve menos absurdo. Incluso el caso Pluna y sus aristas cada vez más escandalosas, pierde atracción. Pese a todo, hay algo de lo que no conseguimos escaparnos. Es como ese dolorcito al que intentamos no dar importancia, pero cada vez que nos movemos creyendo haberlo superado, vuelve a incomodar, punzante, insidioso, porfiado. Ese dolorcito se llama, otra vez, Argentina.

Cuando parecía que ese país venía lentamente, y a su extraña y particular forma, recuperando cierta sensatez en su vínculo financiero con el resto del planeta, arreglando con algunos acreedores, encauzando su doble vida con el tipo de cambio y la inflación... ¡zas!, cayó la bomba. La Suprema Corte de EE.UU. rechazó un recurso del gobierno argentino en la causa que lo enfrenta con lo que este llama "fondos buitre", y todo volvió a foja cero.

Es que la decisión obliga al gobierno a negociar con inversores que compraron a precio de saldo millones en deuda argentina tras el "default" de 2001 (por eso lo de "buitres"). Estos inversores se negaron a plegarse a los acuerdos previos planteados por Argentina, que ofrecían pagar 3 por cada 10 dólares prestados, y acudieron a un juzgado en EE.UU. para exigir mejores condiciones. La cosa es que este brete judicial es un problema gravísimo para ese país. Y para el nuestro, claro.

Argentina es el tercer socio comercial de Uruguay, es clave en rubros como servicios y el turismo, y pese a que los vínculos financieros son menos "carnales" que en 2002, los vasos comunicantes obligan a mirar siempre lo que ocurre al otro lado del río. Pero además, una crisis en Argentina puede llevar a aumentar allí el precio del dólar, lo cual afecta nuestra competitividad, y que regresen las excursiones de compras masivas de uruguayos, lo cual golpea al comercio local duramente. Esto en un momento en que la economía local muestra señales de estarse frenando de forma alarmante.

Esta inquietud ha movido al gobierno uruguayo, que ya venía sufriendo un nuevo embate argentino por el tema UPM, pero que ahora ha intentado mostrarse cercano a Cristina Fernández. El presidente Mujica propuso llevar el tema a organismos como la Unasur, cosa que seguro debe haber quitado el sueño a los inversores "buitre". Más exótica aún resultó la reacción del vice Astori que dijo que el fallo "genera un mal antecedente para los países que se esfuerzan por pagar sus deudas". Teniendo en cuenta que en caso de darse un nuevo default argentino, sería el cuarto en su historia, el tercero en menos de 30 años, no parece que ese país sea referencia en cuanto a esfuerzos de pago.

La primera reacción del gobierno argentino ante el fallo fue como para inquietarse. Fernández acudió a una de sus habituales arengas ideológicas, aclarando: "No estoy enojada, estoy preocupada". Un encare personalista y emotivo frente a un tema de Estado, que dice mucho sobre la raíz del problema de base de la clase política de ese país. Por suerte, en un segundo discurso en cadena nacional, y pese a que era el día de la Bandera (y que tras sus palabras se esperaban shows de la agrupación "Metabombo", el "Changuito Volador" y los Auténticos Decadentes) Fernández bajó el tono nacionalista y mostró un talante negociador, que debe haber llevado el alma al cuerpo a muchos políticos y empresarios uruguayos. Por lo menos para que esta semana la angustia y la ansiedad pueda canalizarse, sin distracciones, en lo que de veras importa: el mundial y el anticardíaco espíritu épico de los liderados por Luis Suárez.

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Martín Aguirre

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