Lo prometido es deuda. Así como la semana pasada nos metimos con los “mitos progre”, hoy toca ir con la contraparte.
Con una puntualización: para este autor es más fácil reírse de los excesos “progre” por la sencilla razón de que, tal vez por un tema generacional, frecuenta mucho más los ámbitos de este grupo, que los de su archirrival “conserva”. Que, en la forma en que se lo suele pintar, no existe en Uruguay. Pero en fin...
El primer mito que agita al Uruguay conservador es el “voto Mides”. Esto implica que hay hordas de gente ignorante a la cual el Frente Amplio habría cooptado con dádivas, y que hoy serían la espina dorsal de su base electoral. La primera falacia de esto es numérica. Si bien en Uruguay hay varios programas de ayuda social, la mayoría preceden al FA. Y el que sí ha sido emblema de su administración, la Tarjeta Uruguay Social, beneficia a 60 mil hogares. No parece un número capaz de condicionar para siempre el poder político.
Además hay una cuestión conceptual. La gente que recibe estos planes, no la está pasando bien. No parece que quien gobierna hace 15 años, tenga las de ganar a la hora de pedirles el voto. Tal vez por eso, Sartori tiene éxito en ese sector. Además, los beneficiarios de estas ayudas no lo ven como un regalo, sino como un merecimiento, por lo cual no suelen sentir una gratitud especial al gobierno.
El segundo mito tiene que ver con la ignorancia. Hay una visión de que existe una especie de plan para generalizar una ignorancia embrutecedora en el país, y que así la gente sea dependiente de las dádivas públicas. Esto se suele justificar con los resultados educativos, y con esa manía del oficialismo por pretender hacer tabla rasa con todo lo que hubo antes. Aunque después bien que se aprovechan de la reputación histórica del país en ese sentido. Hay un elemento muy simple que derrumba ese mito. Mucha de la gente más formada, universitaria, profesionales de éxito, son votantes del Frente. En muchos casos, se podría sugerir, votantes irracionales del Frente, que lo defienden ante las evidencias más claras de errores, incluso éticos. Pero eso es otro tema...
Tercer mito: el comunismo. Ah, este es casi una versión en reversa del neoliberalismo para los “progre”. Todo lo que hace el Frente Amplio es parte de una estrategia para imponer una versión criolla de las ideas comunistas, en coordinación con el Foro de San Pablo, el kirchnerismo, las FARC... La realidad es que el Partido Comunista en Uruguay rara vez ha superado el 6% de los votos, su representación parlamentaria es lastimosa, y más allá de los gritos de algunos dirigentes sindicales, la mayoría de los seguidores del oficialismo, prenderían fuego el Parlamento donde les toquen el bolsillo un poco más.
Otra cosa es que la estructura anquilosada del Frente les permita a los “ultras” tener un protagonismo desproporcionado a sus votos. Pero de ahí a lo otro...
El cuarto mito es el que se refiere al llamado “tonto útil”. ¿De qué hablamos? Hay alguna gente con cabeza conservadora que no puede entender que se llegue a elogiar alguna acción del oficialismo, si uno no comparte su estructura ideológica. Y el argumento es implacable: usted puede hasta tener razón, pero está siendo un “tonto útil”, que por no ser suficientemente confrontativo, le hace el juego a “los bolches”.
Esto es algo que nos pasa mucho en el diario. Gente que se queja porque no se es suficientemente duro (avísenle a Tabaré), porque no se apoya más a la oposición, etc. Esto es fácil de rechazar. Así como se critica la actitud infantil con la que ve la política una parte del oficialismo, sería una estupidez convertirse en la contracara perfecta. Así como se critica lo ridículo de la postura de los medios oficialistas (incluidos varios estatales), no vamos a convertir a El País en una versión contraria de... bueno, usted imagine.
Ultimo mito. El todo va mal. Este es uno de los más tentadores. La tendencia a dejarse llevar por el efecto “cámara de eco”, y creer que en 15 años el país solo retrocedió, abandonó sus valores morales, su tradición republicana, y que todo está al borde de la explosión.
A ver, es verdad que Uruguay tiene desafíos existenciales: la educación, la seguridad pública, la prepotencia sindical, la marginalidad. Y que en 15 años de gobierno, con mayorías propias, y viento de cola, el Frente debió haber hecho mucho más. Incluso que ya se empiezan a ver rajaduras institucionales y éticas, y una soberbia que hace pensar que sería positiva una alternancia en el poder.
Pero una de las cosas que se percibe cuando se sale al exterior y se mira con perspectiva, es que este sigue siendo un país con todo a la mano para ser un lugar único para vivir. Que si comparamos, las cosas que tiene que resolver Uruguay para que eso sea así, no deberían ser tan complicadas. Lo que realmente frustra cundo se vuelve es que todo acá parece imposible, inalcanzable. Tal vez por esta mirada maniquea, que se ha intentado dejar en evidencia en estas dos notas. Y que parece ser el peor freno de mano, que tiene puesto el país.