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Ciencia, embarazadas y peligro

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MARTÍN AGUIRRE
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Trostchansky no es el problema. Es apenas un síntoma de algo más profundo que debería generar alarma. Porque las palabras delirantes del expresidente del SMU y exaspirante a presidir Peñarol son algo habitual desde hace tiempo.

Las de esta vez, culpando al gobierno de las muertes causadas por el Covid, e impulsando una denuncia ante la Corte Interamericana (debería competir por su tiempo con Nicaragua, Colombia, El Salvador, Guatemala...), no son más que otro fuego de artificio destinado a llamar la atención. O a acicalar el fanatismo ideológico despechado de su entorno.

El problema es que esa catarata de disparates fueron defendidos por una cantidad no despreciable de dirigentes de la oposición. ¿Cuál es el argumento de fondo de esto? Atribuir una intención. No se trata de que al planeta le cayó una plaga y cada uno intenta enfrentarla de la mejor manera posible. No se trata de que el gobierno, en acierto o error, busca equilibrar los distintos factores en una situación horrible, buscando lo mejor para la población.

El argumento de fondo es que al gobierno no le importa que se muera la gente. Porque quiere beneficiar a los empresarios, porque le preocupa más la plata que la vida humana... O sea, un nicho de gente despreciable, seguido por una turba de ignorantes que se dejan llevar por los medios. O “gente alejada de los estratos informados”, diría con sofisticación despectiva el politólogo Chasquetti. Que ya anunció un inminente desbarranque de la popularidad del gobierno, también.

Ese discurso maniqueo, autocomplaciente, de película de Disney de los 70, parece permear mucho en la “gente de los estratos informados”, y en ese proletariado intelectual urbano que es el primer círculo de la dirigencia del Frente Amplio. Y se ha venido haciendo más ostentoso a medida que han empeorado los datos de la pandemia, implicando de paso a otros “blancos”. Principalmente los medios de comunicación. A fin de cuentas, si son los más informados, buenos y lindos, ¿cómo puede ser que la mayoría no piense como ellos?

Los medios necesariamente son cómplices. Y todo lo que hacen debe estar mediado por alguna oscura intención maléfica. Vaya si lo hemos padecido en El País esta semana.

Primero, con una nota de Tomer Urwicz publicada el pasado domingo, donde difundía un estudio que afirmaba que la producción científica uruguaya podría generar más publicaciones, de acuerdo a los fondos que recibe. A ver... es algo que está en un estudio, que se basa en algo cuestionable como es medir el “éxito” de la ciencia en función de las publicaciones, y muchas cosas más.

Ahora, la reacción vituperante de muchos egregios representantes de la ciencia ante eso es difícil de entender. Sobre todo pinchando dos globos llenos de paranoia. El primero: Urwicz es uno de los periodistas que más pelota ha dado a la ciencia en Uruguay, desde antes de la pandemia. Si ha cometido algún pecado, ha sido dedicar páginas enteras a algún opaco sociólogo con estudios irrelevantes. ¿Tipos con PhDs acusándolo de operador anticientífico?

El segundo globo a pinchar es que sostiene que serían las jerarquías de El País que mandan “pegarle” a los científicos para defender al gobierno. En el mundo de hoy, eso se sabría a los 10 minutos. Pero además... muchachos, ¿leen el diario? No hay día que no se publique el punto de vista de cada aspirante a infectólogo; le hemos hecho notas a cada becario que pasó a un metro de un microscopio, de cualquier universidad de medio pelo del mundo. Más vida que la que se da aquí a la ciencia y a los científicos... imposible. Ahora, si buscan obsecuencia, ya saben dónde encontrarla.

Algo parecido pasó luego esta misma semana con un título que decía textual “Embarazadas: el 41% aún no se agendó para vacunarse”. O sea un dato duro, concreto, sin lectura o interpretación propia. Pues alguna gente salió a denunciar que era una campaña. ¿En contra de quién? ¿De las embarazadas? ¿Son una categoría “odiable” por alguien? Capaz que es porque son mujeres, y es claro que El País tiene que odiar a las mujeres. ¿Puede haber alguien tan retorcido como para pensar eso?

Asombra de veras que haya gente tan convencida de lo que piensa, que crea que cualquiera que no comparte su visión solo puede ser mala persona.

¿Sabe cuál es el problema grave de esto? Que hay alguna gente en el país que puede creer este discurso. Que sí, que hay un complot de malvados peores que Doofenshmirtz o Millán Astray, decididos a imponer la muerte a cambio de unos pesos. Y si bien la mayoría de estos canalizarán ese odio insultando en Twitter, alguno puede sentirse legitimado a hacer algo más. Fue lo que pasó en EE.UU. con Trump. Si mañana un pirado impulsado por discursos como el de Trostchansky y esa barra, sale y hace una macana contra un gobernante o un periodista, ¿quién se hace cargo?

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