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En la boca del lobo

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El presidente Mujica despierta amores y odios. En Uruguay, últimamente, cada vez más lo segundo que lo primero. Pero a nivel internacional, donde su estilo de vida y su discurso descontracturado contrasta dramáticamente con el perfil frío y casi gerencial de la mayoría de los políticos, es una celebridad. Con esa mochila al hombro, marchó a Washington, a la capital del "imperio", a ser recibido por el presidente Obama. Y no parece haberle ido nada mal.

El presidente Mujica despierta amores y odios. En Uruguay, últimamente, cada vez más lo segundo que lo primero. Pero a nivel internacional, donde su estilo de vida y su discurso descontracturado contrasta dramáticamente con el perfil frío y casi gerencial de la mayoría de los políticos, es una celebridad. Con esa mochila al hombro, marchó a Washington, a la capital del "imperio", a ser recibido por el presidente Obama. Y no parece haberle ido nada mal.

La hora larga concedida por Obama en el Salón Oval fue un gesto explícito de consideración. Alguien ha dicho que no hubo conferencia de prensa conjunta, como sí sucede con otros mandatarios. Pero eso pasa cuando la contraparte es líder de un país que "mueve la aguja" de la opinión pública norteamericana. Pretender eso con Uruguay, es ingenuidad o mala fe. Pese a eso Mujica tuvo una agenda cargada a nivel mediático, con entrevistas a medios de peso, incluso con Cristiane Amanpour, célebre por su estilo cáustico, pero a la que Mujica supo conquistar. Como dijo el argentino Jorge Lanata hace unos días en una entrevista con El País: "Mujica es un personaje. A cualquier periodista le encanta su historia. Y en algún punto, Mujica hace de Mujica".

También recorrió organismos internacionales, centros empresariales, universidades, y se lo vio muy cómodo en ambientes que en otro momento le habrían generado hostilidad. Desgranó su discurso habitual, mezcla abuelo simpático con guerrillero redimido. Incluso se hizo lugar para repetir algunas consignas de esas que en Uruguay hacen calentar a un pueblo, pero que él parece convencido que son un gesto de honestidad valorable, como decir que acá no nos gusta trabajar, o que él no fue preso por héroe sino porque lo agarraron. En fin... La película de Kusturica debe estar quedando preciosa.

Esta gira de Mujica obliga al lector inquieto, ese que sí lee los diarios, a hacerse dos preguntas: qué busca Obama con esta invitación, y qué logró Mujica con su visita.

Acerca de lo primero, la respuesta parece estar en las palabras del propio Obama. Dijo que Mujica "tiene muchísima credibilidad debido al papel que ha desempeñado en el ámbito de los derechos humanos. Es un líder en estos temas a lo largo de toda América". Más allá del nivel de saturación que tienen muchos uruguayos con el discurso del presidente, está claro que es un líder de peso en la región. Sobre todo entre el núcleo de dirigentes que tienen un perfil "de izquierda". Que un exguerrillero de su era dorada de los sesenta vaya a la Casa Blanca, a la boca del lobo, y hable sin complejos con políticos y empresarios, es una señal muy fuerte de que se puede negociar con EE.UU. sin claudicar los principios. Y que alguien con la credibilidad que tiene Mujica en la región, pueda ser un interlocutor para los intereses de Washington, no es poca cosa para Obama. La mención casi lateral a Venezuela en el encuentro, es una señal en ese sentido.

Hubo una frase de Mujica que parece proverbial: "¿Vos que sos de izquierda aflojaste con el imperialismo?", se preguntó él mismo, y respondió: "No hermano, solo quiero vender un poco más de carne, para que la gente pueda pagar la luz".

La eventual ganancia de Mujica parece más clara. Para un país con la escala de Uruguay, cualquier monedita que caiga del bolsillo de la principal potencia global, hace una diferencia. Además, el presidente uruguayo se encargó de pasar algunos avisos nada inocentes, como que "tenemos la puerta abierta con el mercado de Brasil", y que "no coimeamos". También aprovechó para plantear ante esa tribuna el dilema de un país pequeño que se enfrenta a un gigante poco popular, como la tabacalera Philip Morris, lo cual puede ser importante en medio del juicio millonario entre ambos.

Tal vez el discurso más serio de Mujica, el que dejó más insumo para la reflexión, haya sido el que dio en la OEA, algo paradójico siendo este un organismo históricamente tan cuestionado por "la izquierda" latinoamericana. Allí dejó conceptos como estos: "tenemos múltiples organismos multilaterales para solaz de las cadenas hoteleras y de aviación"; "necesitamos acuerdos mundiales sobre cuántas horas vamos a trabajar y un montón de cosas"; "nos pasamos 40 años tratando de tener libre comercio, y lo menos que hay es libre comercio"; "recursos sobran, pero hay una brutal crisis política para resolver los asuntos mundiales".

Tras dejar estos mensajes, tras su gira triunfal, el viejo guerrillero tomó una camioneta rumbo al aeropuerto Ronald Wilson Reagan... y se volvió al sur.

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Martín Aguirre

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