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¡Basta de coherencia!

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MARTÍN AGUIRRE
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Don Eloy se escapó de Cuba de joven, y cuando este periodista lo conoció, ya entrado en años, daba clases de literatura medieval y crítica literaria en una pequeña universidad del noroeste de los EE.UU.

Hablábamos un día del Romanticismo cuando lanzó una frase que quedó grabada a fuego: “Martín, siempre desconfíe de la gente excesivamente coherente”.

Esto viene a cuento del debate de estos días sobre la actitud del senador Manini Ríos, que cambió de opinión y decidió no votar su desafuero. Se trata de un episodio muy entreverado. Por ejemplo, se dice que con esto Manini y quienes se niegan a votar el desafuero, ocultan información relevante para esclarecer violaciones a los derechos humanos. En realidad Manini ya declaró todo lo que tenía para decir, y su desafuero solo busca que el fiscal pueda “formalizarlo”. En qué sentido eso colaboraría en conseguir más información sobre hechos de los años 70 es un misterio, que nadie parece muy interesado en dilucidar.

Justamente una de las críticas más duras que se le han hecho a Manini Ríos es una supuesta falta de coherencia, ya que en campaña dijo 20 veces que votaría el desafuero, y ahora “se dio vuelta”. Llamó la atención la cantidad de periodistas que se sintieron obligados a marcar postura, y a sugerir que este tipo de actitudes son las que hacen que la gente tenga menos confianza en los políticos.

Un par de comentarios cortos sobre esto. Los únicos con derecho a sentirse defraudados con Manini son sus votantes, entre los cuales no parece haber muchos periodistas ni estrellas de Twitter. Y los militares hoy en Uruguay tienen tres veces más simpatía popular que los políticos, con lo cual habría que ser más delicado antes de sacar algunas conclusiones.

Es más, a la hora de exigir coherencia, los periodistas deberíamos mirarnos el ombligo antes de reclamarla a los demás. Porque este estamento comunicacional ha tenido una actitud muy diferente ante acciones muy similares dependiendo de si las hace Manini Ríos o José Mujica. Si Mujica dice que lo político está por encima de lo jurídico, si se abraza con víboras y culebras, si dice todos los años que renuncia en octubre, o que está “de salida”, todos le festejan su agudeza política. Si Manini hace más o menos lo mismo, es un peligro para la democracia.

Claro que mucho más duros que los periodistas, han sido los dirigentes del Frente Amplio. Que han hecho cola para denunciar la actitud de Manini, y para afearle a los legisladores del gobierno una supuesta complicidad con el ocultamiento de información sobre la represión. Escuchando a Javier Miranda pontificar sobre esto, uno no sabía si tener más miedo por su salud cardiovascular frente a tanta vehemencia acusadora, o por la de quienes lo entrevistaban ante la lluvia de micropartículas seguramente emitidas por la vibración apasionada de sus pliegues faciales.

Pero a este autor le resultó más chocante aún escuchar a gente como el senador Andrade o el diputado Sánchez hablar de coherencia. Porque es difícil imaginar dos ejemplos donde este supuesto mérito se vuelve más un defecto.

Esta misma semana, por ejemplo, el senador Andrade se levantó de una entrevista radial, cuando fue consultado sobre la decisión de la UE de equiparar a los regímenes comunistas que sojuzgaron a media Europa durante 40 años con el nazismo. Un enojo incompresible, ya que a “muertos por cabeza”, el nazismo no le llegó a los tobillos a Stalin, y su corte de fans, Ceaucescu, Honnecker, Jaruzelski.

A nadie se le ocurriría endilgar esos crímenes a Andrade, que debía ser un adolescente más preocupado por el acné que por la política cuando se derrumbó el muro de Berlín. Pero el problema es que el hombre se niega a decir algo tan simple como que todo eso fue un desastre, y que el PCU cometió un error inexcusable al ser mandadero leal de Moscú todo ese tiempo.

Algo parecido ocurre con el “Pacha” Sánchez, que se niega a renegar de un comunicado delirante firmado por el MLN del cual admite integrar la directiva central. Allí se reflotó el léxico y las consignas de 1963 para analizar la política actual, en lo que algún malpensado podría ver como una reivindicación de cosas que hicieron un daño enorme al país. Sería fácil para Sánchez decir, “estos son los viejitos de Tristán Narvaja”, y que todo es un gran error. Como lo fue levantarse contra un gobierno democrático en los sesenta buscando imponer un sistema al estilo cubano. Pero como usa toda la simbología de esa gente para hacer política, seguramente la “coherencia”, le impide desmarcarse.

Volviendo a Don Eloy, el hecho de haberse tenido que ir de su país, y ver que lo que muchos elogian como “coherencia” ha llevado a casi 70 años de miseria, le debe haber abierto los ojos. De que en política, a veces es más constructivo ser flexible, admitir que uno se ha equivocado, y estar abierto a cambiar de postura. Antes que empacarse detrás de una supuesta coherencia, que más bien se parece a necedad.

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