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La autopsia del “traidor”

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MARTÍN aguirre
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Más allá de las peleas y debates menores, hay un punto que sigue siendo el gran eje de fondo de este período electoral: la pérdida de votos del Frente Amplio y cómo identificar a ese elector “renegado”.

Tan de fondo es este asunto, que desde las jerarquías del oficialismo se tuvo que emitir un documento para evitar que militantes y dirigentes insistieran en el agravio, pidiendo terminar con “la soberbia y la ridiculización” de estas personas si se aspira a que vuelvan a apoyar al FA.

Cuando necesitás pedirle a tu gente que desprecie, no al tipo que es rival de todas las horas, sino al que te votó hasta hace un par de años, es que definitivamente perdiste el norte electoral.

Pero bueno, ¿cómo es ese votante? ¿Cuál es el biotipo de ese 6 o 7% del electorado que decidió dejar de votar al FA en estos años? La pregunta se ha intentado responder de varias formas. Hace una semana Carlos Tapia lo hizo en Qué Pasa en base a charlar con expertos, y hoy Tomer Urwicz lo hace analizando los votos por barrio de la capital. Pero da la sensación que ambos intentos no agotan la pregunta, por lo que intentaremos responder con argumentos más analíticos... “opinionados”.

La tesis de este artículo es que hay dos tipos de votante que en los últimos 5 años perdieron la paciencia con el Frente Amplio.

El primero es el tipo que trabaja mucho y se pudrió de no poder aprovechar el fruto de su esfuerzo. Alguien más cercano a lo que llamaríamos “clase media”, que no es que le vaya decididamente mal en esta recta final de la “era progresista” uruguaya, pero que tras 15 años se da cuenta que pese a que se rompe el lomo trabajando, que es una persona austera, prolija, que cumple con las normas legales y éticas, no termina de tener esa vida a la que siente que tiene derecho por su esfuerzo. No hablamos solo de la persona que tiene dos trabajos, y a quien la liquidación del IRPF le significa un dolor de cabeza burocrático y un esfuerzo extra que lo tiene meses con el agua al cuello.

Hablamos también de ese que tiene un solo trabajo, pero que pese a los ajustes (si tiene tanta suerte) cada vez que va al súper ve que puede comprar menos, y que pese a toda la propaganda oficialista sobre las mejoras en salud, educación y seguridad (bueno, en eso ni la propaganda anuncia mejoras), él tiene que sacar de sus menguados ingresos para pagar alguno de estos servicios, privado.

Y que cuando le expone al jefe lo que cobra, este le responde mostrando lo que en verdad paga por tenerlo como empleado, y la parte del león que se queda el Estado.

Tal vez es alguien que ha podido viajar, o tiene amigos afuera, que le cuentan que en países más pobres o más ricos, una persona que se rompe el lomo así no tiene que vivir haciendo cálculos para darse un gusto en el súper.

¿Quién se puede enojar con esta persona porque tras 15 años decidió apostar a otras opciones? Alguien que se pudrió de que le digan que su esfuerzo es un acto de generosidad con los que menos tienen, mientras ve que sigue teniendo a un tipo durmiendo y haciendo sus necesidades cada noche en la puerta de su casa, familias pidiendo comida y ropa por el barrio cada sábado, y un cuidacoches impertinente que lo manga en la oficina, aunque vaya en ómnibus.

El segundo biotipo de ex votante frentista sería alguien que vive en zonas menos confortables. Es alguien que no conoce de la crisis de inseguridad por lo que dice el noticiero, sino porque lo vive en carne propia en su barrio. Es alguien que está cansado de convivir con la soberbia del “malandraje”, con la ineficacia de la policía. Alguien que se convenció de que lo que está pasando en el país es que hay demasiado relajo, y hace falta algo de mano dura para encaminar las cosas.

Y que mientras él padece una cantidad de problemas y carencias reales y severas, ve que los gobernantes del FA se enfrascan en sesudas polémicas sobre los trans, sobre la marihuana, y otras cosas que entiende desvían el eje de lo que debería hacer el gobierno, de las verdaderas prioridades de su vida cotidiana.

Pero, sobre todo, que se cansó de un grupo de políticos que hablan todo el tiempo en su nombre, cuando parecen haber perdido todo punto de contacto con su sensibilidad y necesidades. Ya sea esa jerarca del Mides que dice en la tele que los malandros son pobre gente a la que hay que ayudar, o el líder sindical que le asegura que trabajan para él. Cuando ya se dio cuenta que el estamento sindical no protege al que vive de changas y la lucha desde abajo, sino a los que tienen trabajo seguro y capacidad de movilización.

Probablemente estos dos perfiles sean un tanto arbitrarios... toscos incluso. Y en el fondo, haya muchos más matices que hayan llevado a tomar la decisión de dejar de votar al FA, y apoyar a la oposición. Pero la pregunta que importa es ¿hay alguna estrategia que el gobierno pueda usar en 20 días para que uno de estos dos uruguayos decida volver atrás?

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