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Autocrítica para todos

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martín aguirre
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Costó, pero ya tenemos nuevo Presidente. Ahora, en estas horas, la palabra en boga parece ser “autocrítica”, hubo autocrítica de las encuestadoras, de los políticos, de los politólogos.

Casi de todos, con dos excepciones notables.

La primera, la de Daniel Martínez, por su salida al mejor estilo de la Momia de Titanes en el Ring la noche del domingo, cuando se negó a reconocer su derrota. Algo que en una sociedad que había alcanzado niveles de crispación alarmantes, se trató de una acción tan mezquina, como peligrosa.

Pero hay otra autocrítica que sigue pendiente, y es la de los periodistas y medios de comunicación.

En estos tiempos de sobre-abundancia de información, ¿cuál es el rol del periodismo? Al menos para quien esto escribe, ese rol que nos sigue haciendo necesarios es el tener una mirada crítica, el aportar contexto, análisis con sustento, investigación pero, sobre todo, escepticismo.

En buena parte de esos factores, periodistas y medios hemos dejado bastante que desear en esta larga campaña electoral.

En la recta final de octubre, casi todos compramos una operación armada en redes sociales por militantes e “influencers”, cercanos al FA, de que el partido en el gobierno estaba logrando una remontada histórica. Algo que nunca pasó. Por el contrario, en la segunda vuelta nos fuimos para el otro lado, y ni vimos a tiempo, ni hemos todavía encontrado una explicación lógica, a lo que terminó pasando con ese final apretado. A estos errores probablemente involuntarios, hay que sumar otros menos inocentes.

Un informativo de TV, por ejemplo, tres semanas después del episodio del intendente Moreira, y cuando ya había información de que el hecho no era lo que se había creído al principio, siguió repitiendo los audios cuasi pornográficos en horario central. Al punto que en la redacción nos tentábamos al ver la cara de irritación de la traductora de señas cuando por cuarta vez tenía que mover sus manos en formas antinaturales para reflejar los comentarios del intendente respecto a ciertas zonas pudendas. ¿Había algún argumento profesional para justificar eso?

Aunque sin dudas el hecho que más mostró este problema fue todo lo vinculado a Manini Ríos.

Desde la definición como “ultraderecha” asignada al exgeneral, pasando por la relevancia exagerada a figuras nominales, pasando por convertir su video llamando a los militares a no votar al gobierno en el tema excluyente del día de las elecciones.

Para empezar, si miramos el asunto con visión crítica imprescindible en un periodista, nos damos cuenta que Cabildo Abierto es un partido casi unipersonal, y que su ideología es la de Manini, que tiene los votos, no la de figuras de cuarto orden subidas a un carro exitoso. ¿Alguna vez se puso una lupa similar sobre lo que dicen convencionales del MPP o PCU?

Otra cosa, Manini no es un “outsider” político. Es alguien con historia política familiar, con formación, cuyas figuras de referencia según ha dicho son Artigas, Rodó y Methol Ferré. Artigas no juega, porque hasta los comunistas lo citan cuando les conviene. Pero Methol ha sido lectura de cabecera de Cristina Kirchner y de Hugo Chávez. ¿Ultraderecha? Rodó es más interesante, porque es bastante ignorado por nuestra elite, tal vez por el pecado de haberse enfrentado a Batlle. Pero su pensamiento no puede estar más alejado de esa visión de derecha militar tosca que nuestra siempre perezosa intelectualidad le ha endilgado a Manini. “Quien ha aprendido a distinguir de lo delicado lo vulgar, lo feo de lo hermoso, lleva hecha media jornada para distinguir lo bueno de lo malo”, decía Rodó en Ariel.

Que Javier Miranda califique a Manini de ultraderecha podrá no ser muy inteligente (Vox, Bolsonaro, etc.), pero es parte de las reglas de juego... es Miranda a fin de cuentas. Y es entendible que alguno que peina canas se espante ante el tufillo militar. Ahora, como periodistas ¿hicimos los deberes antes de repetir ciertas cosas?

Una más, el día de las elecciones muchos colegas se golpeaban el pecho criticando a Manini por cambiar su horario de votación, afirmando que lo había hecho para huir de los medios. Bastaba leer este diario para saber que ante una amenaza de “escrache” de la dulce Irma Leites, cambió el horario para evitar más líos.

¿Por qué pasan estas cosas? En buena medida esto tiene que ver con que el periodismo en Uruguay atraviesa uno de sus momentos más frágiles. Sin entrar en la letanía autoflagelante de muchos, los sueldos son bajos, hay inestabilidad laboral, horarios agotadores, presiones agobiantes... Y muchos se dejan tentar por la comodidad de creer que Twitter es la realidad. No lo es.

Esto debería dejar claro lo importante que es tener un ecosistema de medios diverso y saludable. Ya que cuando el periodismo no pude cumplir su función a cabalidad, la sociedad queda presa del fanatismo, de la consigna fácil, y de la manipulación. Y así, la democracia no funciona.

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