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El ángel de la guarda

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Martín Aguirre
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Por qué usas una Magnum 44, Harry? Porque he visto balas calibre 38 rebotar contra los parabrisas de los autos". Harry el Sucio debe ser una de las películas más emblemáticas de los años 70, y de las menos adaptables a esta nueva sensibilidad de la segunda década del 2000.

Pero la imagen del exfiscal Zubía, poniendo su revólver 22 sobre la mesa, y llamando "frutillita" a un impostadamente espantado Alejandro Camino, recordó aquellas maratones de Sábados de Cine de la infancia, en las que Clint Eastwood reinaba en las pantallas.

Cada sociedad tiene el justiciero que se merece. Y la diferencia de calibres entre el policía de aquella San Francisco pre Reagan, y nuestro cruzado por mano dura del barrio Colón, es expresiva al respecto.

Desde ya que la reacción de la elite de la sociedad uruguaya fue de espanto. El video fue reproducido hasta el cansancio en portales y programas de TV, acompañado por comentarios serios y alarmados de los presentadores. Las redes temblaron de iracundia, y algún "influencer" tocado en su sensibilidad artística llegó a preguntar si no habría allí un delito que castigar.

El autor no cree haber tenido una existencia particularmente áspera en su juventud. Y sin embargo ha estado del lado equivocado de un cañón de revólver al menos 2 o 3 oportunidades. Qué decir de buena parte de la sociedad uruguaya, en tiempos en que las cifras de delitos dejan en claro que la violencia que supura la población está a años luz del país modélico del imaginario público.

Se sabe. Si twitter o las figuras de la TV matinal fueran fiel reflejo de la sociedad uruguaya, el país se parecería a la aldea de los Pitufos, y Constanza Moreira sería una seria candidata a la presidencia. Por ello es que el episodio y las reacciones que generó no dejan de hacer ruido en la cabeza de este periodista. Y lo lleva a hacerse algunas preguntas. ¿Qué habrá pensado el uruguayo "tipo" ante este episodio? ¿Será que es tan extendida la sensación de condena ante el gesto de Zubía? ¿Se habrá cavado el exfiscal la fosa de su futuro político? ¿O todo lo contrario?

Porque vivimos en un mundo donde lo inesperado, en política, es cada vez más habitual.

Por ejemplo, hace años que analistas, periodistas, intelectuales y formadores de opinión alertan sobre la visión fascista sin complejos del político brasileño Jair Bolsonaro. Un tipo que reivindica la dictadura militar, que dice disparates asombrosos sobre minorías y grupos sociales excluidos. En breve, que se da de hocico con los valores de tolerancia y apertura que son hegemónicos en los círculos de influencia. Sin embargo, viene creciendo en las encuestas hasta consolidarse como serio aspirante a la presidencia de Brasil, y el pasado jueves la etiqueta "mujeres con Bolsonaro" fue número uno en tendencias mundiales en twitter.

Por no hablar del fenómeno Trump. No vale la pena profundizar mucho en eso, pero lo que está claro es que cuanto más disparates hace y dice, cuanto más espanta a los círculos "razonables" de las costas de su país, más se consolida su base electoral, y más confirma que su victoria no fue un error estadístico o un sabotaje ruso. Sino que hay una cantidad de gente, incluso en un país del primer mundo, que se ve seducida por posturas radicales y por un deseo ostentoso de exhibir el dedo medio a la sensibilidad hegemónica actual.

Uruguay es diferente, se podrá decir. Un país integrador, moderado, progresista. Con una cultura humanista e institucional de tantos años, no va a caer en ese rumbo. ¿Estamos tan seguros?

Durante el último ciclo electoral, el tema de la baja de imputabilidad fue una discusión central. Las encuestas alertaban de su más que probable aprobación. Sin embargo, a último momento y en base a una campaña muy fuerte protagonizada por sectores jóvenes del Frente Amplio y el Partido Nacional, la propuesta no prosperó. Pero fue una luz amarilla.

Cuatro años después, la situación de seguridad en el país ha empeorado trágicamente. El gobierno no ha tomado medidas efectivas para dar respuesta a ese clamor popular. Y la campaña del senador Larrañaga al respecto, que ha revitalizado una golpeada aspiración electoral, muestra que hay algo en el aire en ese sentido.

Hay una célebre frase de Fernández Huidobro que decía que el expresidente Pacheco fue el más grande reclutador de tupamaros de la historia. Y hay quien dice que el perfil intelectual y soberbio que mostraron las administraciones Obama, generaron el caldo de cultivo que dio vida a Trump. La pregunta del millón es si el ninguneo a los temas de seguridad, discursos justificatorios del delito como los que surgen del Mides, y hasta la sorna con la que el mundo mediático ha tomado a Zubía, no están generando el campo fértil para elevarlo más que para enterrarlo.

Si lo que muestran las urnas el año que viene va en línea con la primera opción, nadie podrá decir que será una sorpresa absoluta. No es por asustar, pero en la zona más "frutillita" de California, Clint Eastwood se cansó de ganar elecciones.

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