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Prácticas peligrosas

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luis alberto lacalle herrera
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La geografía es ciencia complementaria de la historia. Los datos físicos se complementan con los avatares de la acción política, siendo la política historia en formación. Es decir que los datos de la realidad no determinan, pero sí condicionan el devenir de las naciones.

Basta con recordar lo que el carácter insular de Gran Bretaña y Cuba ayudaron a que estas naciones mantuvieran posiciones internacionales independientes que les permitieron resistir mejor fuerzas que enfrentaron.

Si nos atuviéramos solamente al mapa, la región platense regada y articulada por los grandes ríos marcaba un camino de coordinación entre los ribereños que pudo haber sido el germen de una nación federal muy extensa y poderosa, abarcando lo que es hoy la Argentina, el Uruguay, el Paraguay y parte de Río Grande del Sur...

Las decisiones políticas, desde el Tratado de Tordesillas hasta la independencia oriental, pasando por la influencia que la existencia de Buenos Aires tuvo en la disgregación platense, incidieron irrevocablemente en la formación del mapa de naciones de nuestra región tal como la conocemos.

Nuestra patria, nacida a pesar de los vecinos, destinada a luchar por su independencia tal cual los talas que nacen entre dos peñas deben buscar entre la poca tierra la escasa humedad para crecer y brotar, así se desarrolló nuestra vida independiente durante todo el siglo XIX.

Apagadas en su casi totalidad las intervenciones militares extranjeras y vecinas, subsistieron tensiones limítrofes, incidentes y conflictos puntuales durante todo el siglo XX.

El que ya hemos vivido en una quinta parte se encargó de recordarnos las acechanzas del vecindario en el conflicto con la argentina kirchnerista sobre la instalación de la papelera en Río Negro. De ahí que el estado de alerta debe de ser la actitud nacional permanente en lo referente a las relaciones con los dos grandes vecinos.

La pequeñez, la comparación con los limítrofes en todas las magnitudes, exige un muy especial celo en mantener a nuestro país separado e independiente de los acontecimientos internos que las respectivas soberanías de Argentina y Brasil viven. Como en las partidas de truco, "los de afuera son de palo", vale decir que los conflictos, los problemas y las respectivas soluciones que a ellos encuentren los ciudadanos de cualquiera de los tres países, es asunto doméstico sobre el cual deben de abstenerse de opinar los demás.

Todo lo que antecede viene a cuento con motivo de las declaraciones del presidente del Brasil, Jair Bolsonaro, respecto de las opciones electorales que tienen ante sí los argentinos. El mandatario norteño fue en su momento abrumadoramente preferido por sus compatriotas para llegar al Palacio del Planalto. Los brasileños lo eligieron, los brasileños lo padecerán o los brasileños lo disfrutarán. Nosotros mutis.

Esta regla de oro de nuestra política exterior fue violada burdamente por el Frente Amplio que, fiel a su carácter internacionalista, opinó en favor del candidato elegido por el Sr. Lula Da Silva en reiteradas oportunidades, hasta el colmo de agregar la opinión de la Cancillería manifestando deseos y augurando éxitos. Estos pueden expresarse individualmente, pero nunca en funciones públicas. Por nuestra parte, como nacionalistas orientales, no tomamos ni tenemos partido en los ámbitos internos de los limítrofes. Lo que nos importa es que quien gobierne sea un buen vecino, un buen cliente y, cuando convenga, un aliado.

El presidente Bolsonaro ha violado burdamente el principio de no intervención. La Argentina, su gobierno y sus agrupamientos partidarios no necesitan que nadie los defienda ni fungimos de abogados de causas ajenas. Lo que preocupa y mucho es la poca importancia que se ha dado al reiterado episodio de amenazas a un país soberano si su gente toma una u otra decisión.

La Argentina y el Brasil siguen practicando una bilateralidad anormal respecto del futuro del Mercosur, con pretendidas resoluciones de la organización que no han pasado por el correspondiente ámbito cuatrilateral. Así dan por resuelto el descabellado proyecto de una moneda regional o plantean reformas al acuerdo fundacional que pueden ser compartidas siempre y cuando se resuelvan por unanimidad en el nivel correspondiente.

No hay hermanos mayores o menores, mejor dicho y para que quede absolutamente claro, no hay hermanos, solo vecinos y socios.

No nos gusta opinar en casa ajena ni que argentinos o brasileños tomen partido en nuestros pleitos domésticos. Sabemos arreglarnos solos. Cuidar el relacionamiento vecinal es vital, una prioridad absoluta del interés nacional.

En esa posición no se admiten excepciones en lo interno ni se toleraran intervenciones desubicadas.

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