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La obsesión con Venezuela

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Cuna del Libertador, semillero de independencias, patria de llaneros y escritores, de poetas y líderes democráticos, Venezuela fue y será un gran país, apenas pase la plaga del chavismo. Estamos seguros de ello y lo deseamos por el bien de todo el continente.

Cuna del Libertador, semillero de independencias, patria de llaneros y escritores, de poetas y líderes democráticos, Venezuela fue y será un gran país, apenas pase la plaga del chavismo. Estamos seguros de ello y lo deseamos por el bien de todo el continente.

Entre tanto sigue la tragicomedia que iniciara el comandante y sigue el presidente Maduro. Digamos claramente que es tema de los venezolanos salir del encierro, de la vergüenza y la miseria moral y material en que viven. Así se comenzó a hacer en diciembre pasado y así se darán los pasos constitucionales pertinentes y apropiados. Lo de estas líneas es acerca de la obsesión que con este régimen dictatorial tienen nuestros compatriotas del F. A.

Todo empezó con la Cuba castrista de los años 60. Después del triunfo de Fidel, se organizó en el continente la más formidable maquinaria de intervención política, intervención armada y de policía cultural que se recuerde. Fidel Castro es hijo del PCUS, su pieza de ajedrez en el tablero de nuestro continente. Coloca a su patria en la condición de estado integrante del ámbito internacional comunista, de avanzada en las puertas de los EE.UU. y de centro de agitación para el resto de Latinoamérica. Los partidos, sindicatos y corrientes ideológicas de nuestro país, fueron cautivados por el barbado líder. La Habana se convirtió en lugar de peregrinaje, de santuario cívico, hasta el día de hoy. Fidel fue el mesías, con un poder de convencimiento que llevó a que nuestros compatriotas seguidores suyos tuvieran que acatar y tragarse todo lo que hiciera la Unión Soviética, los fusilamientos y las torturas, la ejecución de sus compañeros líderes de la revolución, la inexistente -hasta el día de hoy- convocatoria a elecciones. Todo se aceptaba. Nuestro país vivió la peor crisis política de su historia -subversión primero, dictadura después- gracias a quienes en un país ejemplar del punto de vista político y de libertades efectivas, decidieron que el camino era destruir ese sistema, copiando a los cubanos.

Todo esto comenzó a hacer agua con la caída del comunismo y con el castrismo sin financista. Rápidamente se sustituyó un ídolo por otro. Chávez por lo menos tuvo una legitimación de origen en su ascenso al poder, a lo que se agregó el precio del petróleo a 150 dólares. Mientras hubo oro pasó a ser el caudillo de quienes parecen necesitarlo en el extranjero, esta vez a cuenta del engendro llamado “socialismo del siglo XXI”. El comandante era el rey Midas. El coro era grande pues incluía a Brasil, Argentina, Ecuador y Bolivia y la bolsa aun mayor, porque el petróleo valía 150 dólares el barril y esta forma de socialismo o mejor dicho, de populismo, funciona con mucho dinero para repartir. El daño que acarrea este mecanismo de derroche es muy grande porque, tarde o temprano tiene que venir alguien a equilibrar las cuentas, a aplicar criterios de razonabilidad a las finanzas públicas. Así ha ocurrido en la Argentina y así ocurrirá entre nosotros. El saldo que quedará en Venezuela será terrible, con padecimientos de hambre, inseguridad y atraso en medio de una orgía de gasto y despilfarro. Sin embargo hay quienes todavía defienden tanto a lo de Cuba como a lo de Venezuela. Lo defienden y siguen sus dictados, defienden sus intereses con desmedido y lamentable fervor. La influencia chavista sobre nuestra soberanía, sobre nuestra independencia fue tal, que torció la política exterior del Uruguay en dos señaladas y lamentables ocasiones. Un buen día Venezuela pidió integrar el Mercosur. No se llevaron a cabo negociaciones comerciales como era de estilo. Se inventó la categoría de “socio político” de la entidad, como cortesía a Chávez. A ello se agregó un vergonzoso trámite expreso en el parlamento de nuestro país que, ¡en un solo día!, aprobó el ingreso en Senado y Cámara. Allí comenzó el descalabro de la organización regional (?). Como el Paraguay no cedía, se repitió la Triple Alianza y se suspendió a los guaraníes, permitiendo un ingreso, “por la ventana”. No había ningún interés nacional importante en juego, solo se seguía al nuevo líder.

El capítulo siguiente, el de los negocios con el nuevo aliado, aun no ha concluido. Desde convenios diplomáticos oficiales con comisionista incluido, a los negocios personales, de asociados o familiares, se recorrió todo el espinel. Los comisionistas cobraron, los lecheros no. Si será grande el “poder de convencimiento” del chavismo que el dinero que era para nuestros productores fue... ¡a China!...

Nada de eso es aceptado como malo por los frentistas. Ya veremos sus reacciones cuando se trate el tema de los negocios con Venezuela en el parlamento. Se les murió Chávez, quizás Correa aspire al sitial de líder de nuestra izquierda y de la continental, pero el problema es que el petróleo ¡vale tan poco! No importa, ya sacó tajada el socialismo del siglo XXI. Hay quienes ni a los golpes aprenden, pero de los golpes se aprovechan.

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Luis Alberto Lacalle

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