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Legitimidad y eficacia

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En los próximos días los ciudadanos de nuestro país procederemos a ejercer el principal de nuestros derechos, que es el de elegir con las garantías legales, el nuevo gobierno de esta tierra. Acto sencillo y simple, que se desarrolla con total normalidad y respeto por las opiniones distintas, que muchas veces no valoramos a pesar de tratarse de lo más importante que nos compete.

En los próximos días los ciudadanos de nuestro país procederemos a ejercer el principal de nuestros derechos, que es el de elegir con las garantías legales, el nuevo gobierno de esta tierra. Acto sencillo y simple, que se desarrolla con total normalidad y respeto por las opiniones distintas, que muchas veces no valoramos a pesar de tratarse de lo más importante que nos compete.

En el momento de elegir la hoja de votación en el cuarto secreto realizamos un acto único por su característica de independencia y reserva. En efecto nadie nos condiciona ni influye en nuestra opción, nadie tiene que saber cuál fue ésta. El proceso electoral democrático garantiza una sola cosa, la legitimidad que tendrá el ejercicio futuro del poder por parte de los electos, tanto en el parlamento como en el ejecutivo. Estas personas cumpliendo las formalidades que la Constitución establece aprobarán normas tanto legales como reglamentarias que todos debemos obedecer.

Esto es lo que caracteriza en su esencia al gobierno democrático representativo y es lo que distingue este centro de poder-constitucional- de cualquier otro que actúe en la sociedad. Los sindicatos, los medios de comunicación, las asociaciones patronales, las entidades deportivas son, entre otros, los centros de poder que reconocemos en estos tiempos y que tienen muchas veces una gran gravitación en la vida nacional. Ninguno de ellos tiene esa potestad que señalamos anteriormente, la de poder imponer en el buen sentido de la palabra decisiones al resto de la sociedad. Esa legitimidad que llamaremos de origen no alcanza para calificar a un régimen de verdaderamente democrático. Debe estar acompañada de otra legitimidad, que llamaremos de ejercicio.

Efectivamente en el gobierno democrático quienes tienen el poder público por mandato popular, no pueden hacer cualquier cosa ni de cualquier manera. La acción del Poder Ejecutivo y Legislativo, están regladas en forma muy exacta de manera que cualquier desvío en el ejercicio de esos poderes atenta contra la legitimidad gubernativa.

Todos conocemos a vía de ejemplo, que no se pueden votar leyes de carácter electoral con una mayoría que no sea la de los dos tercios, que el Presidente no puede intervenir en las campañas electorales, que en año electoral no se pueden crear cargos, que es necesario respetar los derechos esenciales consagrados en el artículo 7º de la Constitución. Faltar a estas y demás normas hiere el concepto de Estado de Derecho que muchas veces no apreciamos en su verdadero valor…hasta que nos falta.

La democracia no asegura calidad de los gobiernos en su gestión, no garantiza buenos gobiernos en sus resultados, sí otorga al poder que se ejerza de la antedicha condición de legítimo y de obediencia por parte de los ciudadanos. Debemos plantearnos inmediatamente el tema de cuan eficaz es el sistema democrático para encarar y solucionar problemas. Se trata del concepto de eficacia gubernativa que debe ser analizado dentro del de legitimidad, porque no ha faltado quien ha planteado como una bondad de regímenes de hecho la supuesta característica de su rapidez de respuesta.

Sin lugar a dudas aparentemente es mejor la cirugía que la terapéutica, pero los costos definitivos y los daños colaterales del autoritarismo son tan malos como conocidos. Sin embargo es válido plantearse el tema de si es posible mejorar la eficacia de los gobiernos de carácter democrático. Puede sí ajustarse la normativa para que haya una mayor rapidez en las decisiones como se hizo con las leyes de urgente consideración, pero lo que realmente mejora la gestión llevada a cabo en nombre del poder popular es la actitud de los gobernantes respecto de sus responsabilidades y la clara noción de que el poder es pasajero, acotado, limitado y que de él debe rendirse cuentas.

Gobernar es prever, gobernar es hacer. La previsión humanamente posible acerca del futuro es la que lleva a iniciar obra o aprobar normas cuyos efectos finales fructificaran más allá del período gubernativo. Implica la generosidad y la humildad necesarias para saber que se terminan obras iniciadas por otros y se inician las que otros concluirán. Gobernar es hacer en tanto cuanto con medios materiales o jurídicos se transforma la realidad y se adecuan las conductas en dirección del bien común.

En otras culturas políticas, el ciudadano tiene claro que es su dinero, entregado por vía de tributos, el que los gobiernos utilizan. Aunque para muchos de nuestros compatriotas esto parezca falso, los gobiernos no tienen dinero propio. Es preciso remarcar, remachar esta verdad porque al amparo de la legitimidad y cumpliendo con eficacia las potestades públicas, es mucho lo que se puede hacer. En este breve repaso acerca de la importancia de las decisiones de este mes y del que viene cabe recordar que dentro del concepto de eficacia es bueno distinguir el campo de lo público de aquél de lo privado.

Sin dogmatismos ni esquemas ideológicos previos es seguro que determinadas funciones relativas al establecimiento de redes sociales de solidaridad, de educación, de salud, el Estado es insustituible pero no debe constituirse en un freno para el desarrollo de las fuerzas del capital y el trabajo que serán en definitiva las que incrementen la prosperidad colectiva. Nada más ni nada menos que esto se resuelve en octubre y en noviembre.

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Luis Alberto Lacalle

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