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Qué decir, dónde y a quiénes

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Luis Alberto Lacalle
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El artículo 168 de nuestra Constitución, en su inciso quinto señala que al Presidente de la República corresponde: "Informar al Poder Legislativo al inaugurarse las sesiones ordinarias, sobre el estado de la República y las mejoras y reformas que considere dignas de su atención".

Son muchas las legislaciones que disponen de obligaciones similares. La más notoria, por la importancia del país que lo practica, es el anual discurso sobre "El estado de la Unión" que el Presidente de los EE.UU. pronuncia ante el Congreso. La peculiaridad positiva que muestra el referido sistema es que, al día siguiente, un legislador elegido por la oposición, contesta las expresiones presidenciales.

Es lógico y conveniente que al Poder Ejecutivo hable a los representantes directos de los ciudadanos acerca de cómo van las cosas en el país que gobiernan ambos poderes. Mas allá de los episodios políticos que suceden durante el año, un resumen por parte del principal responsable, si bien reflejará las cosas desde un punto de vista subjetivo, es como —valga la comparación— el informe de un ejecutivo de empresa ante los accionistas.

Debe recordarse que el actual Presidente ha contado con el privilegio de tener mayoría parlamentaria propia, o sea todo el poder constitucional a sus órdenes.

Durante el desempeño de nuestras responsabilidades presidenciales, preferimos cumplir con esa obligación compareciendo personalmente ante la Asamblea General para leer de viva voz el mensaje. Volvimos así, a una práctica abandonada hacía muchísimo tiempo, sustituyéndola por el envío de un documento al presidente de la asamblea. Dicho documento a veces se leía o las más de las veces solo se repartía y en pocos minutos se cumplía formalmente con el mandato legal. El Presidente tiene una última oportunidad constitucional de hacer llegar su mensaje un año antes de terminar su mandato.

El presidente Vázquez dispuso que el pasado 1º de marzo se cumplieran dos actos diferentes. Por un lado el envío de un documento cumpliendo con la Constitución y por el otro violar la Constitución mediante un acto político de los que está inhibido de llevar a cabo. No solo es de dudosa legalidad lo actuado sino que representa, entre otras cosas, un deprecio público a los legisladores, quienes en su conjunto representan a todo el país.

¿A quién quiere el constituyente que hable el Presidente? Pues a la ciudadanía, a los habitantes del país que en el conjunto de los Senadores y Diputados están representados. Mediante la transmisión por radio y TV de su alocución el mandatario puede llegar a todos los rincones del país. Si hace falta presencia para dar cierto calor a la ceremonia, las barras pueden acomodar algunos cientos y, pantalla gigante mediante, lo pueden ver y escuchar los entusiastas que se congreguen frente al Palacio Legislativo.

El Dr. Vázquez optó por algo distinto. Mandó el mensaje al que está obligado, al Poder Legislativo. Pero en la noche convocó a un acto político que a nadie escapa es de carácter partidario. En los medios, durante la semana pasada se comentaba desde las filas oficialistas, que de esa manera podría insuflar algo de vida a la muy decaída militancia frentista. Se tomó el tal acto como una movida motivada por la cercana elección, así fue comentado y bienvenido por los dirigentes del FA.

El periódico oficialista "La República" aseguró que "Vázquez juega fuerte y los frentistas llenarán el Antel Arena". La página oficial de la Presidencia durante los días 28 , 1º y 2 , nada dijo del mensaje ante el Legislativo, sí hizo propaganda sobre el acto partidario. Nadie es tan ingenuo como para creer otra cosa.

La prueba está en el contenido distinto de lo que el mandatario dijo en uno y otro ámbito. ¿Por qué dos textos, dos tonos, dos contenidos si se trata de lo mismo? Se trataba de contar, recopilar, enumerar los logros de un gobierno. El texto constitucional es lo suficientemente ambiguo en el mandato, como para que dentro de él quepa desde un análisis ajustado a hechos, hasta un autobombo imaginativo. Pero una unidad de acto, un solo mensaje. Sin embargo, el Dr. Vázquez optó por dos: uno meramente burocrático, como para cumplir, mandando dos gruesos libros para que lean, si se atreven, los legisladores. El otro, el que comentamos .

El discurso político fue largo, muy largo. Debe reconocerse al Dr. Vázquez que se internó en terreno anegadizo al mencionar, por ejemplo, el tema económico en el cual no hay una cifra que sea favorable a su gestión. También a la educación cuyo ADN sigue incambiado a pesar del compromiso asumido antes de las elecciones. Pero vayamos en un orden.

Ante todo y como para subrayar su condición de militante, puso el punto cero de su disertación en el día en que los integrantes del FA lo eligieron como candidato. No fijó el inicio de su exposición en el día del balotaje, cuando una mayoría absoluta de ciudadanos, votando sin lema ni banderas, lo ungieron como preferido. Ni el día 1º de marzo, cuando asumió.

Singularmente, en el introito, aludió a un gobierno de "austeridad y transparencia" que obviamos comentar porque si algo ha sido probado por los hechos, por la misma realidad y por las actitudes reticentes de su fuerza política, es que hubo que luchar mucho para lograr que se pudieran investigar actos dudosos y porque el gasto público no necesario, ha aumentado hasta límites intolerables y el despilfarro de Ancap, regasificadora y ainda mais, hablan por sí mismos.

Una técnica usual en materia de estadísticas es elegir en forma diferente el punto cero de las mismas. En este caso el Presidente hizo uso de esa treta, variando las comparaciones actuales ora con los datos del 2004, ora con los del 2015. Muchos ciertos, muchos hábilmente encarados desde su perfil más tolerable, otros muy importantes, obviados. Resuenan aún las promesas de no más impuestos una educación transformada y seguridad ciudadana. Lo que la realidad no da, arena no presta.

En sustancia se trata de un episodio que no cae bien en las costumbres políticas nacionales. Baja al Presidente a una arena (sin ironía) a la que le está vedado —sabiamente— descender. Al Poder Legislativo, un escrito; a "los compañeros", la arenga. Hay una cita evangélica apropiada acerca de los peligros de construir sobre el Arena o la arena... El prudente lo hizo sobre roca y su casa aguantó la tempestad. El imprudente sobre arena y su casa se la llevó el viento.

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