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Sindicalismo al filo de la ley

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James Riddle Hoffa defendió con convicción y éxito los intereses de los trabajadores afiliados a la IBT, más conocida como la Teamsters Union, y contribuyó a convertirla en la mayor del sector privado estadounidense

James Riddle Hoffa defendió con convicción y éxito los intereses de los trabajadores afiliados a la IBT, más conocida como la Teamsters Union, y contribuyó a convertirla en la mayor del sector privado estadounidense

La Teamsters (camioneros) había sido creada en 1903 por conductores de carros y carretas; su escudo aun lleva como timbre dos cabezas de caballo.

Jimmy Hoffa nació en un pueblo de Indiana en 1913; perdió a su padre a los siete años y se mudó con su familia a Detroit donde vivirá el resto de su vida. A los catorce años tuvo su primer empleo formal en una cadena de supermercados, a los diecinueve encontró su destino. Luego de un enfrentamiento con un jefe de turno abusivo, unió a los trabajadores y organizó un sindicato. Al poco tiempo era un profesional del sindicalismo y se unió a la seccional 229 de los Camioneros de Detroit, sin haber manejado nunca un camión.

Se hizo en la lucha, en los enfrentamientos con carneros y rompehuelgas, con la policía o con organizaciones sindicales rivales. En 1975, en la última entrevista de su vida evocó aquellos comienzos ante el micrófono de Jerry Stanecki. “¿Y qué hay de descalabrar a la gente?” preguntó el periodista:

“—Eso no tiene nada de malo si una persona se pone en medio..., si... bueno, si intenta reventar una huelga o destruir el sindicato. No tiene nada de malo, en mi opinión. […] La supervivencia del más apto, amigo mío. ¿Qué cree usted que hace la industria? ¿Qué cree que hace la policía? La policía nos rompía la cabeza todas las semanas en 1932. ¿Y la Ford Motors? Nos rompieron la cabeza por todo el recinto. A menos que fueras capaz de cuidar de ti mismo, te rompían la cabeza hasta matarte. Yo sobreviví.”

Pero su carácter temerario solo fue un peaje para crecer como dirigente; se convirtió en un hábil organizador y un sólido negociador. El proceso fue largo, pero en 1946 cuando llegó a la presidencia de la seccional 299, ésta se había convertido en uno de los aparatos sindicales más importantes del país.

Su teoría y práctica era clara y la explicó en una entrevista televisada en 1960: “Nadie en este país respeta la debilidad, créamelo. […] De modo que tenemos éxito en obtener de los empleadores lo que nuestros afiliados quieren, sin huelgas, porque somos financieramente sólidos y tenemos una organización preparada para manejar cualquier problema.”
Para alcanzar esos objetivos no había dudado en trabar tempranos acuerdos con el bajo mundo. Usó matones en las luchas –los patrones también los usaban, claro-- y luego pactó con algunos mafiosos para intimidar a empresarios reacios a negociar con su gremio. Más tarde se prestó para lavar dinero sucio usando la vasta red de servicios sociales de los Teamsters. La oscura alianza se extendió a inversiones en complejos turísticos y otros emprendimientos.

Hoffa era convincente, extrovertido, tan explosivo como seguro de sí. “Tengo defectos, pero equivocarme no es uno de ellos”, afirmó alguna vez. Los sueldos y beneficios de los dirigentes eran realmente imponentes, sin embargo vivía austeramente junto a su esposa y sus hijos: tenía una discreta casa en Detroit y otra en un balneario cercano sobre el lago Orion; no le gustaba mostrarse en restaurantes y lugares elegantes: “En primer lugar, no me gustan las multitudes. En segundo lugar, no me gustan los precios. En tercer lugar, no me gusta el servicio.”

A principios de los cincuenta saltó a la dirección nacional. En 1952 Dave Beck fue nombrado presidente con el apoyo de Hoffa, que fue su vice, desplazando a Daniel J. Tobin, en el cargo desde 1907. Pero pronto les salió al cruce un adversario inesperado: el joven Robert Kennedy, abogado jefe de un comité senatorial creado en 1957 para investigar las denuncias sobre los vínculos mafiosos de los líderes sindicales y sus prácticas abusivas para controlar adversarios internos y acallar cualquier protesta.

En las sesiones de la Comisión Beck quedó al descubierto, renunció a su cargo y pasó un tiempo en la cárcel. Cuando le tocó el turno a Hoffa sus respuestas fueron firmes e insolentes. Kennedy no obtuvo nada en ese momento, pero no largó la presa. En 1964 Hoffa fue condenado a ocho años de cárcel, pero mantuvo su enorme apoyo dentro del sindicato. Dejó al fiel Frank Fitzsimmons al cuidado de su sillón; le tomó el gustó. Hoffa expresaría su rabia en la entrevista con Jerry Stanecki: “¡[En 1936] lo bajé de un camión y lo convertí en funcionario del sindicato, me aseguré de que tuviera más de un traje por primera vez en su vida, de que viviera en una casa decente, de que tuviera una cuenta de gastos! ¡Le hice subir en la jerarquía del sindicato! Y cuando fui a la cárcel, se apropió de la presidencia y le entró el ansia de poder.”

Fitzsimmons mejoró los negocios con la mafia, probablemente a expensas del sindicato, armó una nueva estructura y dejó que Hoffa pasara siete años en la cárcel. Recién entonces negoció un indulto con el presidente Nixon a cambio de una generosa donación para su campaña de reelección y la inclusión de una cláusula que inhibía al veterano líder de participar del sindicato hasta 1980.

Los nuevos dirigentes, también la Mafia, le propusieron un retiro bien subvencionado, pero el luchador no estaba dispuesto a convertirse en un amable jubilado; preparó una apelación, movió a su gente y amenazó con todos sus recursos, incluso soltar la lengua.

El 30 de julio de 1975 concertó una cita con dos mafiosos, Tony Jack” Giacalone y “Tony Pro” Provenzano. Sucedería en el estacionamiento del restaurante Machus Red Fox, cerca de Detroit. Como siempre iba solo. “Conduzco mi propio coche, voy donde quiero, nunca he necesitado un guardaespaldas. […] No los necesito. No hacen más que estorbar […] Si tienes uno te vuelves descuidado.” A las tres menos cuarto llamó a su esposa: hacía horas que esperaba y nadie se había presentado. Fue lo último que se supo de él.

Durante un largo tiempo miles de pegatinas adheridas a los paragolpes de camiones y coches de todo el país hacían la misma pregunta: ¿Dónde está Jimmy Hoffa? Llamen al 313-962-7297. En 1982 fue declarado oficialmente muerto. En diciembre de 1998, su hijo, James Phillip Hoffa fue nombrado presidente de los Teamsters y reelegido desde entonces.

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Luciano Álvarez

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