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Los caminos hacia la muerte

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Luciano Álvarez
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Entre marzo y julio de 1976 un grupo de militares y policías uruguayos, en cooperación con sus pares argentinos, detuvieron en Buenos Aires a más de treinta miembros del Partido por la Victoria del Pueblo (PVP). Nueve de ellos fueron asesinados; veintiuno fueron traídos a Montevideo. Se les propuso montar una parodia de invasión que sería un "Duro golpe contra nuevo brote subversivo", tal como titularía El Diario. A cambio los prisioneros salvarían su vida y recibirían condenas relativamente breves. Sin otra opción, aceptaron.

Pero antes, el Mayor Gavazzo y su gente tenían tareas pendientes en Buenos Aires: capturar al aparato militar del PVP y recuperar sus millones de dólares, de los cuales en julio, solo habían podido hacerse de unos 700 mil. Según el periodista Roger Rodríguez, a través de un informante anónimo, los uruguayos, habrían mantenido en secreto, ante la banda de Orletti, que uno de los motivos de su nueva intervención era el dinero. Una tesis difícil de sostener, aunque posible.

Con el grupo de la OCOA viene Carlos Goessens, un traidor del PVP que había desparecido de Buenos Aires en julio, y sometido a un tratamiento contra la leucemia en el Hospital Militar. Su activa participación, generando contactos que eran trampas, resultó fundamental. Entre el 23 de septiembre y el 4 de octubre, fueron detenidas 36 personas, incluidos parejas y niños.

En medio de la catástrofe los miembros del PVP toman decisiones más individuales que colectivas: unos buscan la salida hacia al exterior y otros deciden quedarse. Lilian Celiberti, por entonces exiliada en Francia, recuerda una conversación telefónica con Gustavo Inzaurralde, uno de los que asumió la dirección: "Capté, muy bien que ni se le pasaba por la cabeza salir del país." Jorge Zaffaroni fue otro de los dirigentes que decidió quedarse; tenía solo 23 años, la misma edad que su esposa María Emilia. Acuerdan que Mariana, su hija de un año y medio, quede a cargo de Lucía Zaffaroni, hermana de Jorge y sin riesgo político aparente. Aun sabiendo que estaban en medio de una verdadera cacería, demoraban la entrega; es difícil deshacerse de un hijo, era asumir la conciencia de un destino atroz. El 27 de septiembre son capturados en su casa y Mariana se convertirá en un caso emblemático de los niños adoptados como trofeos de guerra.

El día anterior, Gavazzo y su gente habían llegado a su máximo objetivo. Por la mañana detuvieron a Adalberto Soba y al mediodía a Alberto Mechoso. Según Rodríguez la banda de Gordon no habría participado de ese operativo. Soba, torturado, fue llevado a su casa en la localidad de Haedo, donde delante de su esposa Elena Laguna y sus tres hijos, rompieron todo hasta encontrar una caja de madera con dinero del PVP. Pero el premio mayor estaba en la casa de Mechoso en Villa Lugano. Su esposa, Beatriz Castellonese cuenta: "Estaban armados y de particular. Entraron a mi casa, algunos con picos y macetas, destrozaron todo. No sé qué buscaban. Reunieron el dinero que había y se lo llevaron." Habían encontrado entre 4 y 6 millones de dólares. Según el testimonio de Rubén Prieto, exmilitante del PVP, de los diez millones, hasta el momento se habían gastado unos 500 mil dólares, contando compra de "locales, viviendas, vehículos y manutención de alguna gente". Un millón y medio habría sido enviado a Europa.

Según Roger Rodríguez, los testimonios de Elena Laguna y Castellonese sorprendieron al exagente: "Esa nos la pasaron por arriba". Gavazzo, en cambio asegura que le informó a Gordon e incluso trató de negociar para salvar la vida de Mechoso y Soba.

Una cosa es cierta: el dinero producto del secuestro de Federico Hart jamás le fue devuelto.

Roger Rodríguez sostuvo que "la Patota de la OCOA robó y trajo al Uruguay 7 millones de dólares en 1976, en beneficio propio o de un tercero". (La República, 1º de junio de 2006). Al día siguiente, el mismo periodista publica una entrevista a Rubén Prie-to y la cifra crece: "Los ocho millones los robaron los militares".

Gilberto Vázquez dijo que conoce "cómo se manejó el reparto porque todos eran Tenientes de Artigas, todos camaradas, cuando se decidió cómo se repartía". Era [solo] "un millón y pico, que se repartió entre el SID, el Comando General del Ejército y la División Ejército 1". El dinero se usó para comprar instalaciones y armas. Vázquez concuerda con Gavazzo, quien asegura que tuvo que repartir el dinero con los argentinos y le entregó a sus jefes la cuota uruguaya. Le dijo a L. Haberkorn: "Yo declaré en el juzgado, yo traje un millón doscientos mil dólares. Si yo hubiese querido pude ser un hombre rico, pero viví de mi sueldo. Vivo en una coope- rativa, investígueme para atrás". Más adelante agrega que fue Mechoso el que confesó tener "los cinco millones de dólares que el PVP todavía tenía en la Argentina" [a cambio] de salvar a su mujer e hijos. Gavazzo no solo le prometió cumplir con ese acuerdo sino incluso que "trata- ría que él también pudiera acompañar a su familia". Esta afirmación será importante para tratar de comprender lo que sucedería con los capturados en la segunda razzia.

A principios de octubre Gavazzo está de regreso en Montevideo dispuesto a terminar con los preparativos de la Operación Susy.

Entre el 23 y el 26 comienza el traslado paulatino de los detenidos que habían acordado con Gavazzo, la mayoría al Chalet Susy, en Shangrilá, otros son registrados en pensiones y hoteles. Luego se produce la farsa del operativo de captura. Por fin en conferencia de prensa realizada en el Chalet Susy son exhibidos los catorce detenidos por el Ejército, aunque El Diario titula "Caen 62 sediciosos. Shangrilá: desbaratan base y les incautan armamento". En los días siguientes se suceden los comunicados sobre el, hasta entonces, ignorado PVP.

Mientras tanto en Orletti ya no quedaban uruguayos. Según Francesca Lessa, un ex detenido liberado el 7 de octubre de 1976, para ese momento "no quedaba nadie del grupo de los uruguayos en el centro". Surgen las grandes preguntas, la mayoría sin respuesta, pasados cuarenta años y aún vivos muchos de los que debieran tener las respuestas: ¿Qué fue de ellos? ¿Cuántos murieron? ¿Por qué salvaron a algunos? ¿Quién mató a los desaparecidos? ¿Por qué?

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