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El virus y la actitud

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LEONARDO GUZMÁN
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El mérito de haber aplazado las malas noticias hasta ahora que la vacuna está cerca se nos convirtió en la desgracia de que los empujes fuertes de la pandemia nos agarran cansados de abstinencias, recortes y mascarillas.

Se nos quebró la ilusión -¡tan humana!- de “a mí no, a nosotros no”. Tan luego en pre-vacaciones. Justo cuando llega Navidad.

Por eso, estuvimos esperando las nuevas medidas contra el Covid-19 con la respiración suspendida.

Hasta que antenoche, ya enterados de que la Unión Europea nos limita como viajeros, el Presidente Lacalle nos dijo que seguirán estrechándose nuestras maneras de trabajar, no van a llegarnos los parientes de afuera, nos reduciremos al mínimo con los de adentro, se va a imponer multas por no usar tapaboca y vamos a vivir semanas -o meses- con el derecho de reunión limitado.

Progreso plausible: el Parlamento fue convocado para hoy viernes para tratar leyes necesarias. Descartadas las medidas prontas de seguridad -no solo por voluntad política del gobierno sino porque la pandemia sigue siendo una tragedia pero hace meses que dejó de ser un hecho imprevisto-, lo que corresponde es aplicar la regla del art. 7 de la Constitución que al declarar los derechos fundamentales manda: “Nadie puede ser privado de estos derechos sino conforme a las leyes que se establecieren por razones de interés general”. Quienes sentimos el culto por la legalidad, quienes recordamos cuán caro pagamos haberla perdido y quienes advertimos que la normatividad se viene debilitando en el escenario nacional y en el mundo, debemos celebrar la actitud legalista de este Poder Ejecutivo. No sorprende, pero reconforta.

A ello se agrega que la actuación del Parlamento no se requirió a efectos solo formales sino en un contexto de abierta asunción de la responsabilidad política, empotrada en la conciencia e iluminada por enfoques que confirman la protección de la libertad aun en tiempos de pandemia.

El Secretario Álvaro Delgado dijo el martes: “Las proyecciones son las que todos saben. El objetivo es desafiar las proyecciones, cambiar la realidad. Para eso tenemos todos que comprometernos a actuar”. El miércoles el Presidente Lacalle confirmó el concepto: “La conducta humana puede ganarle a las gráficas”. Con esas definiciones, se arrincona al determinismo sin esperanzas y se apuesta a la libertad -individual y creadora- para enfrentar, asumir y cambiar. En eso nos vibra aquí y ahora lo eterno de la aventura humana.

Ello impone no solo obedecer las prohibiciones y resignarnos a lejanías, vedas y controles. Transitoriamente, todo eso hace falta en dosis sensatas pero mucho más hace falta que, aun ametrallados por dramas diarios aparejados en el mundo por el coronavirus, seamos capaces de abrazar una idealidad que nos levante el tono vital y nos inspire, a contramano de todas las desgracias ajenas y propias. Afirmando valores incondicionados a pesar del Covid-19, recordando que lo más auténtico y noble de lo humano es ascender por dentro, a pesar de todo.

En estas horas se están cumpliendo los 250 años del nacimiento de Beethoven. Sordo desde 1804, vivió hasta 1827, creando música inmortal. Su modelo de respuesta estoica lo necesita el mundo siempre y el Uruguay ahora más que nunca.

Porque teniendo mucho para sobresalir como país y como pueblo, debemos juntar espíritu y arrojo para cumplir el deber colectivo ante el desafío que nos toca compartir entero con la humanidad.

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