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Violencia, cáncer y...

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El presidente Vázquez dijo que “antes de la década del 70 no se conocía el cáncer de pulmón en las mujeres y hoy está detrás del cáncer de mama: viene creciendo de manera alarmante”. Y agregó: “Debe de estar muriendo más de una mujer por día por fumar. No las mata ni el Sida, ni la violencia doméstica, ni los accidentes como las mata el tabaco”.

El presidente Vázquez dijo que “antes de la década del 70 no se conocía el cáncer de pulmón en las mujeres y hoy está detrás del cáncer de mama: viene creciendo de manera alarmante”. Y agregó: “Debe de estar muriendo más de una mujer por día por fumar. No las mata ni el Sida, ni la violencia doméstica, ni los accidentes como las mata el tabaco”.

¡¿Para qué?! Se le vinieron encima las ONG. La más delicada, Feministas en Alerta y en las Calles, repudió los dichos como “una brutalidad muy grande”. De ahí para abajo, no las detuvo la profesión médica del hablante ni las estremeció el aumento de una mortalidad evitable.

A Mujica se le aguantaron 5 años de disparates. A Vázquez, a los 9 días se le condenó una mera comparación cuantitativa, sin siquiera examinar si dijo verdad o no.

En las tensiones grupales, sectoriales y hasta internacionales de la transición, el encontronazo podría reducirse a anécdota. Pero no merece enterrarse en la fosa común de las macanas, por más que esté siempre abierta para recibir los aportes de cuanto gobernante arriesga su pensamiento en la improvisación verbal.

En realidad, no fue pertinente la comparación cuantitativa, pero los temas que planteó el Dr. Vázquez son trascendentales. La muerte por fumar es el fruto de un error acumulado y, en cambio, la muerte por asesinato pasional es el resultado de un ataque inmoral extremo. La mujer fumadora es víctima de desinformación o debilidad de la voluntad, sembradas ambas por el relativismo. En cambio, la agresividad intrafamiliar es el resultado de malformaciones de la personalidad y los sentimientos, por lo cual choca a la sensibilidad que se compare el número de víctimas del descontrol y la maldad criminal con el número de muertos que provoca una enfermedad derivada de un vicio.

Ahora bien. Más allá de esa acotación, es bueno y necesario que a todo médico le duela el avance de una enfermedad, porque le importen la salud y la vida, como es bueno y necesario que a todo abogado le preocupe no solo el manojo de asuntos que patrocina sino el Derecho como destino colectivo. Tan bueno y necesario lo vemos, que en la alarma por el daño a la mujer mucho nos habría gustado que el Presidente incluyese la drogadicción, que desde la marihuana a la pasta base y sus variables, estraga a cada vez más muchachas jóvenes que vemos tiradas en las calles y arrasa el alma de madres y hermanas tanto como de padres y hermanos.

Y allí llegamos a lo esencial. El Uruguay se habituó a enrolarse en opciones binarias, por casilleros y contragolpe. Olvidó que Vaz Ferreira nos enseñó a no tomar por contradictorio lo que es complementario. Perdimos la costumbre de razonar juntos y conglobando: el grito militante de unos -en este caso, unas- basta para silenciar los argumentos de los otros, simplemente porque son adversarios y se les oye, o no, según dispongan los péndulos sectoriales o los intereses de clase o la mala fe que se le endilgue al otro.

Pero descalificar al adversario sin oírlo, es violar el deber de respeto a la persona y a la verdad: dos más dos son cuatro aunque lo diga un borracho, un loco o un preso; y hay mucho más fecundidad en preguntar la verdad que en amurallarse detrás del desprecio al prójimo.

El porvenir nacional exige pensar. Es inadmisible, pues, que, hasta en temas elementales y ante un Presidente recién estrenado, se insista en cortar tan grueso.

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Leonardo Guzmán

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