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El Uruguay razonable

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LEONARDO GUZMÁN
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Joe Biden debió asumir su mandato sin gente en la calle y con Washington patrullada por 25.000 militares y policías.

Es que aquella brutalidad folklórica que 5 años antes ostentaba Trump para llegar a la Casa Blanca, la usó como Presidente para prenderse al poder como garrapata, llegando a instigar una toma del Capitolio que ofendió al mundo. Las instituciones de Estados Unidos, que conocieron 4 veces el magnicidio -en 1865 Lincoln, en 1881 Garfield, en 1901 MacKinley y en 1963 Kennedy- vivieron por causa de Trump su peor afrenta colectiva desde la Guerra de Secesión.

La aventura terminó con el deslenguado sin dar la cara para entregar el mando. Siguió los pasos de Cristina Fernández de Kirchner cuando asumió Mauricio Macri. No da para felicitarlo.

El Presidente Biden ingresó llamando a la reconciliación. Ojalá la logre en serio, y no sólo en las encuestas. Que marque el resurgimiento profundo de la filosofía de convivencia libre y esperanzada que inspiró a los inmigrantes del Mayflower. Que tenga presente que Benjamín Franklin figura en los billetes de 100 dólares no porque fuera terrateniente o millonario, sino porque sirvió a la independencia de su país y a la libertad creadora de su pueblo y porque dio ejemplo de facundia diversificada al ocuparse de la ciencia, inventando el pararrayos, y al sembrar ideales y costumbres nobles desde el almanaque anual con que guió a sus lectores y salió de pobre.

No sólo Estados Unidos necesita revitalizar los principios y recuperar el ánimo. Lo precisamos todos. Es que desde mucho antes de la pandemia, caímos en un espeso mar de sargazos hecho de desorientación, atonía de los sentimientos, indiferencia normativa y confusión valorativa. Hemos generado zombis no sólo drogadictos. También ilustrados sin brújula.

Harta de pandemónium, la humanidad tiene hambre de claridad, orden, rigor y alegría, requisitos sin los cuales no habrá desarrollo humano nunca. Con este cuadro, no debemos sentarnos a esperar lo que nos venga de afuera. Debemos generar respuestas propias, en diálogos que atraviesen diagonalmente los tabiques que nos separan y silencian.

En múltiples temas, el Uruguay es señero aun hoy. Pedalea en el pelotón delantero. Entonces, desde las ventajas comparativas, construyamos.

Desde el 13 de marzo hasta antenoche 20 de enero sumamos 336 fallecidos sobre nuestros 3:450.000 habitantes. Brasil tenía 213.000 sobre 210:000.000 de pobladores y Argentina, 46.216 sobre sus 45:500.000. Con las proporciones de nuestros vecinos, tendríamos que rondar los 3.500 muertos. Tenemos menos de diez veces menos.

Esos números respaldan lo que hizo el Uruguay. Más contundentes que cualquier encuesta y cualquier crónica policial sobre aglomeraciones, las cifras reflejan que cuando apostamos a la libertad responsabe no nos equivocamos como país. Sepamos entonces que con esos números a la vista, ante el avance de los contagios corresponderán golpes de timón pero no se deberá cambiar el rumbo hacia ningún totalitarismo, por científico que se pretenda. Hay un Uruguay razonable. Su humus volvió a mostrarse fecundo. Inclinémonos fuertes y voluntariosos a encarar, sin demora, la reconstrucción anímica y económica que necesita el jardín republicano que soñamos común a los que se fueron, a los que están y a los que vendrán.

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