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Trapos y calumnias

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LEONARDO GUZMÁN
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Astori afirmó que aunque Sendic "hizo mucho daño al Frente Amplio", no debe recaer "una sanción de por vida y borrarlo del sistema político". Habló de darle una "oportunidad para que corrija su conducta, que tuvo graves fallas desde el punto de vista ético".

La idea sonó osada. Apuntó a resucitar al exvicepresidente, del sepulcro político en que se hundió por sus actos. Intentó devolverle credibilidad y futuro cívico a un ciudadano que se renunció forzado por la mentira sobre el título universitario que no tenía y lapidado por la verdad de las compras privadas que pagó con la tarjeta de crédito de Ancap. Ropa y colchón incluidos.

Lo que quiso ser un salvavidas, al beneficiario lo ofendió, por lo cual en vez de darle las gracias le tiró al exministro de Economía un retruécano insó-lito: “Con todo cariño, comprate un espejo antes de hablar de ética y errores".

Como varios dijeron que el enfrentamiento no le hace bien al conglomerado de izquierda, allá salió Mujica a decir que esa polémica a la vista de todos es “un error mayúsculo de los dos”. Y definió: “Yo estoy viejo y aprendí de la historia del Partido Colorado: los trapos se lavan pa’dentro, no p’afuera.”

Con esas palabras parafraseó el antiguo refrán “Los trapos sucios se lavan en casa”. Retorció el proverbio para adaptarlo a su personaje, nunca preciso, jamás pulido. Fueron exigencias de su libreto.

Como frase, vaya y pase. Como justificación, es intolerable, porque “la casa” o el “pa’dentro” en que se cometieron los desaguisados no fue el coto de un partido o un conglomerado. Fue el Estado de Derecho, fue la vida institucional y financiera de la República, fue la vergüenza nacional.

Debajo de la respuesta de Mujica reaparece el concepto exclusivista, con elite sucuchadora, que llevó a que por meses se ocultase a la ciudadanía los términos en que se acordaba proteger a Sendic hasta que un buen día el Comité de Ética se pronunció sin levante.

La frase ignoró olímpicamente que las normas y los dineros públicos son de la vida libre de la República. Ese retorcimiento conceptual no debemos pasarlo por alto.

Y no solo eso. Además, espeta que la regla de no lavar los trapos fuera de casa la aprendió “de la historia del Partido Colorado”. Guerrillero contra la democracia, admirador de dictadores, impulsor de relatos falseados, le inventó al partido de los Batlle un antecedente calumnioso. A la luz pública, Batlle y Ordóñez combatió al herrerismo colorado de Herrera y Obes y se enfrentó con Idiarte Borda. Lanzado su proyecto de colegiado en 1913, la polémica quedó abierta y se zanjó en julio de 1916 con el triunfo de una oposición donde hicieron fuerza muchos colorados independientes.

Cuando Gabriel Terra perpetró su golpe de Estado, tuvo en El Día batllista y en El País y El Plata blancos sus más recios adversarios. En cada etapa, las divisiones -la 14 contra la 15, el Batllismo Unido de Jorge Batlle contra el reeleccionismo pachequista-, fueron limpias y callejeras. Sin tatuceras y sin tapabocas, desde el llano Jorge Batlle tuvo la valentía de denunciar las intimidades indebidas que los tupamaros tenían con los militares. Y hasta fue preso bajo un gobierno colorado por pronunciar antes que nadie el nombre de Amodio Pérez.

A lo largo de las décadas, el Partido Colorado se limpió barriendo hacia afuera. No dejando la mugre en casa, como recomienda Mujica, no por seguir la historia ajena sino por ser fiel a la propia.

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