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Una ráfaga republicana

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LEONARDO GUZMÁN
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El episodio del Ministerio de Turismo se cerró con una designación plausible. Tabaré Viera adquirió en Rivera experiencia de administrador políticamente exitoso. Conoce el Parlamento.

Tiene la sencillez y el rigor lógico del antiguo profesor de matemáticas. Con esos antecedentes garantiza no errarle a los números, ni a los modos de convivir con el Tribunal de Cuentas, ni a la imagen. Ni a la probidad en los contratos publicitarios.

La salida de Germán Cardoso se resolvió en la visita del Presidente Lacalle Pou al domicilio del ex Presidente Sanguinetti. Ni tamaña cortesía para licenciar a un Ministro, ni los elogios por atribuirle mérito a su salida para no perjudicar a la coalición, han de bastar nunca para disimular la realidad: al señor Germán Cardoso lo voltearon las denuncias del Director General de la Cartera, divulgadas por un semanario a partir de documentos y no refutadas en los plazos perentorios que tenemos inscritos en el alma colectiva.

El lunes el Presidente apoyó al Ministro desde la Plaza Independencia y el viernes le gestionó la renuncia desde Punta Carretas. Eso no ocurrió por causa del manejo que los medios hicieron de un tema que se fue de las manos, como algunos dieron a entender jugando al achique. Sucedió porque hay valores ciudadanos, hay reglas constitucionales y hay ejes jurídicos que nos alimentan por dentro como aguas subterráneas imparables. En el Uruguay de siempre, cuando esas aguas límpidas chocan con lo opaco, dudoso y oscuro, afloran como un hontanar y hacen torrente.

El caso no debe quedar atrás como uno más de los enredos políticos que se resuelven por enroques forcejeados en la intimidad.

Es que lo que nos atravesó en estos días se inscribe en el esquema crítico con que la luz rasga a las tinieblas. Un Director advirtió inconsistencias y detectó ilegalidades en los expedientes cuyo pase debía firmar. Se negó a signarlos. Resistida su postura, el superior jerárquico lo echó, subestimándolo y motejándolo. Un órgano de prensa recogió las declaraciones del defenestrado y siete días después respaldó las denuncias con documentos. Al no demostrar su falsedad, el Ministro tuvo que irse.

Frente al poder omnímodo de la burocracia de Estado y contra la suposición de que la política puede más que el Derecho, se alzó la conciencia individual de un ciudadano, el doctor Martín Pérez Banchero, y de un órgano de prensa, Búsqueda, que resistieron las impresentables presiones que nos consta que se les dirigieron para que se callaran. Honor a ambos.

Gracias a esa palpitación conjunta de la ética personal y la libertad de prensa, en este país adormecido por la explicación sociológica y demasiado resignado a que se le recorte la libertad, sopló una ráfaga republicana.

Vale ella por encima del sufrimiento que nos produjo a los batllistas, hoy en diáspora, ver al Partido entreverarse en menesteres de esta laya. Vale por sobre todos los partidos, doctrinas y padecimientos. En su aire puro finca nuestra mejor garantía y nuestra mayor esperanza democrático republicana.

Si elevamos esta deplorable experiencia a concepto -cumpliendo la tarea del espíritu histórico en que se amasa la filosofía y se nutre la regla de Derecho-, saldremos del refugio humor-dolido de las redes sociales y volveremos a ser ciudadanos interpelantes, en la plaza pública del Uruguay que queremos engrandecer.

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