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Mitad de año

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LEONARDO GUZMÁN
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Henos aquí: medio 2021 transcurrido. Felizmente retrocede el empujón mayor de la pandemia. La comparación en el Cono Sur sigue siéndonos favorable.

Con nuestros 3:400.000 habitantes, en la proporción de muertes que azotó a Chile tendríamos 6.000, con la de Argentina tendríamos 7.850 y con la de Brasil tendríamos 8.592. En vez, hasta hoy nuestras víctimas suman 5.600. No es para festejar. Es para luto colectivo. Pero esos números, más el retroceso de la pandemia, imponen respetar lo que supimos hacer bien. Sacrificamos afectos, trabajo y cercanías, pero no sacamos la policía a controlar salvoconductos y encerronas. Es decir, respetamos a la persona como eje y destinatario de la libertad, según la mejor tradición nacional.

Anteayer Clarín editorializó con el título “Los uruguayos y sus buenos modales”. Definió: “La distancia real entre Buenos Aires y Montevideo, en línea recta, es de apenas 203 kilómetros. Pero a veces parece de años luz. Pese a tantas cosas en común, cuando se trata de civismo y convivencia, los uruguayos nos sacan unos cuantos cuerpos de ventaja. Es así: no sólo hay que reconocer que tienen el lado más lindo de la costa del Río de la Plata, sino que también han cultivado las formas y el respeto de un modo que causa envidia desde aquí”.

Ese alto concepto de nuestras formas y nuestro respeto se funda en las entrañas de la historia vieja y reciente, pero hay que volver a alimentarlo todos los días, reconstruyendo la calidad del diálogo que ha caído en todos los ambientes.

La pandemia nos inundó de versiones funambulescas sobre el covid, las vacunas y las culpas. Al agravarse el panorama, menudearon desplantes y destemples fuera de escala, de los cuales el ejemplo más reciente es la afirmación de la Asociación de Actuarios de que en este año largo “lo que nunca hubo es denegación de Justicia” junto a la acusación a la Suprema Corte de ser responsable de eventuales contagios y muertes por haber cortado la Feria y haber dispuesto normalizar al Poder Judicial a partir del lunes 5.

Más allá de lo discutible de las tesis, el tono de la contradicción parece totalmente inapropiado para un servicio de Justicia que debe dar ejemplo de diálogo sereno y respetuoso, sin crispaciones.

Necesitamos, claro que sí, posturas nítidas no solo gremiales sino culturales y políticas. Y sobre todo, necesitamos ensanche de los espíritus para construir grandes coincidencias, acabando con todas las formas de insolencia.

En este semestre deberemos salir de la vida gris y a media máquina. No se trata solo de proyectos económicos. Es cuestión de paz del ánimo y el ánima de ese yo activo que nos hace personas con propósitos individuales, familiares, colectivos y republicanos, que está harto de tropezar en formularios, oficinas inertes y vida en condicional o potencial.

No es cuestión de responder al cuadro que tenemos, retomando el esfuerzo con un alzarse de hombros y un resignado “no queda otra”, mascullado como si nos empujaran.

Ya vemos la laya de vida de los países que cayeron en contralores policiales. También vemos la desorientación en que quedan sumidos los pueblos -del Cono Sur precisamente- cuyas clases medias altas se dedicaron a soñar con paraísos financieros, dejando a sus naciones sin iniciativa industrial y sin elencos políticos lúcidos, que cumplan la misión republicana de construir respuestas por encima de sus intereses.

Es decir, desde el espíritu, cuya flaqueza es la mayor pandemia de nuestro tiempo.

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