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Más que una Intendencia

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LEONARDO GUZMÁN
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El trámite que la coalición pluripartidaria le dio a la designación de su candidato a la Intendencia de Montevideo no da para que la felicitamos.

Zarandear nombres, pulsear lemas de cobijo y postularse por retruque no eran procedimientos que la ciudadanía anhelase para sacudirse a una Intendencia que la esquilma para sostener calles rotas, salpicar tugurios y esparcir miseria en las veredas. Pasamos un mes largo de perplejidad, que llegó a la indignación en las cartas abiertas del Escr. Guillermo Stirling y el Dr. Ignacio de Posadas, cada uno con su alto trayecto de civismo.

Felizmente, el martes surgió la candidatura de Laura Raffo. Pero lo plausible del resultado no da para olvidar el trámite, porque estos desbarajustes seguirán siendo inexorables si los partidos sigue desdibujándose entre cacicazgos, en vez de funcionar como pulmones sanos para que la ciudadanía inspire a fondo y exhale nominaciones naturales.

Laura Raffo es un nombre forjado en batallas personalísimas y privadas, al servicio de causas de interés común. Realiza el ideal que proclamaba el inmenso socialista republicano que fue Léon Duguit: “El hombre es tanto más social cuanto más individual y tanto más individual cuanto más social.”

Ese ideal de pujanza con el prójimo hacia lo alto rige en todo país que haya aprendido que la persona, cuando se yergue con perfil propio, traspasa y trasciende su interés individual y su matriz sectorial.

Y ya que Laura Raffo no tuvo la consagración en asambleas multitudinarias del género que deseamos para recuperar nuestra enjuta democracia, hay que subrayar que es muy plausible elegirla porque se ha destacado por sus talentos y sus virtudes, como muy bien manda el art. 8 de la Constitución. Para salir de una crisis de chatura, ¡vaya si es mérito!

Empantanada la Intendencia en Olivera-heladera seguida de Martínez-renuncio-y-vuelvo, resulta simbólico que sea Economista, no solo porque ello implicará cuidar el bolsillo montevideano sino porque en su raíz griega, “oikos” es hogar y “nomia” es reglas: la economía no nació en grandes proyectos y grandes números sino en la intimidad doméstica del pan de anteayer tostado.

¡Y vaya si, tras sufrir la despersonalización colectiva, nos hace falta hoy reeducarnos para las pequeñas cosas y restablecer el sentido común, con calidez de hogar!

Las visiones materialistas hicieron creer que las hazañas y desventuras humanas obedecen a la lógica de los instintos, apetitos y clases sociales. Ocultaron la luz de los ideales, con sus metas superiores, sus principios y su pasión por aplicarlos. Dejaron sin espacio público al espíritu e instalaron un relativismo blanduzco.

El resultado es la decadencia cultural, acompañado por la caída de todo sentimiento de norma.

Y eso, que parece abstracto, redunda en desgracias tan concretas como el abandono en la capital de los cometidos que establece la Ley Orgánica Municipal en cuanto a “ejercer la policía higiénica y sanitaria de las poblaciones… la desinfección del suelo, del aire, de las aguas y de las ropas en uso”; la facultad de prohibir el expendio y decomisar las (sustancias) que resulten nocivas a la salud”.

Todo lo cual muestra que la batalla a librar no ha de ser sólo por ganar la Intendencia sino por predicar una filosofía de vida que ponga luz donde hoy hay miseria moral.

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