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Gane quien gane

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ignacio de posadas
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Al escribir estas líneas habrá cesado el estado de cacofonía que venimos soportando. La gente irá a votar. Alguien ganará y otro perderá. Las consecuencias para el país no serán las mismas en uno u otro caso, pero no es a eso a lo que quiero referirme.

Mi preocupación va por otro lado. Más sobre el fenómeno del referéndum que acerca del contenido de la LUC. Quisiera llamar la atención sobre algunas cosas, muy profundas y de largo plazo, que quedarán, gane quien gane.

La primera lección es que el instituto del referéndum, ha sido usado según el texto constitucional formal, pero de una manera sustancialmente tergiversada y eso será un pésimo precedente.

Este referéndum “contra la LUC” nunca fue un auténtico referéndum, en el sentido que le da la Constitución. Lo que hubo no fue un movimiento motivado por una norma legal, sino la búsqueda de un pronunciamiento político contra un gobierno. La norma legal fue el pretexto. Eso resultó obvio desde el mismo día en que se lanzó la iniciativa. Recuerden: fue el Pit-Cnt (o, más precisamente, el sindicato de Ancap), que largó la idea de juntar firmas y recién después que convencieron (presionando) a las cúpulas, (sindical y política), se abocaron a elegir qué artículos de la LUC utilizarían para ello.

El asunto no era reaccionar genuinamente contra una ley, sino ponerse de acuerdo en cuáles artículos ofrecían mejor gancho para pegarle al gobierno.

Si hicieran falta pruebas adicionales, aquí van algunas:

-La disparidad de temas en cuestión desnaturaliza el sentido de un referéndum (¿cómo resuelvo si hay dos que me gustan, uno que no entiendo, tres que me parecen nocivos etc?)

-Los argumentos usados: la mayor parte de la campaña la dedicaron a criticar la gestión del gobierno, revelando que ése es su objetivo y no la ley.

Por último, un punto nada menor: si gana el Sí se abrirá un abanico de situaciones jurídicas muy complejas y muy inciertas. No está definido el efecto: si los artículos impugnados son derogados (efectos hacia adelante) o anulados (hacia atrás), con lo cual se darán innúmeras situaciones de incertidumbre jurídica, pasibles de todo tipo de reclamos. Si lo que preocupaba a los promotores era la ley (y no el perjudicar al gobierno) era elemental que, del pique, aclararan cuáles serían los efectos de su iniciativa.

En definitiva, usaron un referendo como una elección de medio término, algo que la constitución no contempla y que es una pésima idea. Formalmente no se podía prohibir, pero es una perversión del mecanismo constitucional, que operará como precedente.

Mi intención no es enjuiciar a los responsables del invento. Ya fue. Lo que hay que hacer ahora es reflexionar y reconocer que es algo malo para todos: mañana puede darse que el Frente vuelva al poder y entonces la tortilla estará para darse vuelta y por ese camino habremos patentado el mecanismo para trancar al gobierno, a cualquier gobierno. Pésimo invento. Este tipo de manifestación de impaciencia democrática, no difiere, en su inspiración, de las que caracterizaron a la derecha en varios países del continente, allá por mediados del siglo pasado, cuando concurrían a los cuarteles para desestabilizar a gobiernos de izquierda, porque no podían tolerarlos.

Sería muy bueno que, cuando baje la polvareda y se enfríen los ardores, haya mentes lúcidas (y patrióticas) que ubiquen esto en su debido lugar, para evitar su repetición.

La segunda lección que debe aprenderse de lo ocurrido, mirando siempre el largo plazo, es la del enorme daño a la Democracia que se da cuando las campañas políticas se salen de madre. Como ocurrió.

No se trata, de remover el pasado atribuyendo (o distribuyendo) culpas y responsabilidades. De poco sirve ahora enzarzarse en otra discusión acerca de quién empezó o quién estuvo peor que el otro: la pérdida de mojones en sí produce pésimos efectos para el funcionamiento de una Democracia.

Las Democracias funcionan cuando hay puentes, cuando no se rompe la existencia de un mínimo de entendimiento y diálogo. No se precisa ser un genio para darse cuenta. Basta mirar alrededor. Tampoco hay que ser demasiado vivo para entender que por ese camino pierden todos. Hay que levantar la vista: a mí me puede convenir hoy, estando en la oposición, tirarme con todo, sin medir decoro (ni verdad), pero esto es como el carnaval, va por barrios: si mañana me toca estar en el gobierno, el corso será en mi contra.

El tema no es de solución normativa (con lo que nos gusta inventar leyes y reglamentos): es cultural. Lo que se requiere es, otra vez, de mentes lúcidas, que hagan reflexionar. Cuando se hayan enfriado las broncas, no estaría mal que las conversaciones que habrían mantenido el Presidente de la República y el del Frente, bajen como lineamientos generales y sean aceptados -expresamente- por todos.

En suma, mucho más trascendente que la LUC es lo ocurrido en y con este referéndum. Sus consecuencias afectarán a todos: ganadores y perdedores.

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