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Más que el gabinete

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Apenas cerradas las urnas, el Dr. Tabaré Vázquez anunció diálogo. El martes designó su gabinete, sin que sus cofrades -Topolansky incluida- tuviesen tiempo de piar. En pleno festejo les indicó cómo se propone gobernar: médico gentil, ya les dio una muestra gratis.

Apenas cerradas las urnas, el Dr. Tabaré Vázquez anunció diálogo. El martes designó su gabinete, sin que sus cofrades -Topolansky incluida- tuviesen tiempo de piar. En pleno festejo les indicó cómo se propone gobernar: médico gentil, ya les dio una muestra gratis.

¿Madrugón? ¿Sorpasso político? ¿Aplaudirlo o recelarlo? Si tempranera fue la decisión, también lo sería la crítica. Esperemos, pues. Por lo demás, el equipo ministerial provoca murmullos que pasarán pero la campaña electoral dejó al desnudo males que ya se han hecho crónicos.

Reparemos en nuestros partidos. El Frente subsidia a quienes conserva en la pobreza -eso es clientelismo romano y no revolución siglo XXI-, discute sin escuchar y resuelve por verticalazo. El triunfo lo alegra pero no lo cambia.

Los partidos tradicionales viven de contragolpe. Olvidan que, nacidos en el desorden de la montonera, adquirieron su identidad por abrazar y servir ideales, edificando con entrega la convivencia y el progreso en libertad. Batlle y Ordóñez sostuvo tesis muy incómodas desde El Día. Herrera hizo otro tanto desde El Debate y sus libros. Entre esas y otras voces hicimos democracia desde la plaza pública y la polémica. Hoy a gatas la vivimos frente al televisor, que nos entera del cómputo de los votos que se abren cada cinco años y de las encuestas que se cierran -curran- cada semana.

En el pasado nos enfrentamos por guerras civiles cruentas, por debates religiosos que cuestionaron hasta los crucifijos en los hospitales y por descalificaciones extremas: la Historia de HD fustigaba al Batllismo por “omnímodo y ateo” y la polémica periodística trataba a Herrera de nazi. Desde esos partos engendramos un modo de respetarnos y construimos un Estado de Derecho. Un día lo atropelló la guerrilla y al siguiente llegó la dictadura, pero el amor al bien común generó contribuciones sacrificadas, como la de Wilson y Seregni al ofrecer gobernabilidad a Sanguinetti. Y así logramos una nueva síntesis de libertad y armonía entre los adversarios.

Hoy, instalada la confrontación, urge que reaprendamos a pensar con el otro, a la luz de principios vigorosos, para elevar el clima público y recuperar el alma liberal del uruguayo. Solo así dejaremos de entramparnos en planteos macarrónicos, como la ley de medios, o conflictos absurdos, como el que por tozudez mantiene el gobierno con los judiciales y registrales.

Felizmente la vigencia de los principios es reclamada hasta por gremios que en general defienden intereses.

Así, COFE se enoja porque Mujica declaró que “los derechos del trabajador público hicieron un Estado incompetente”. Le espeta: “Esas decisiones que a Ud. le parecen rápidas, racionales, competitivas, modernas tal vez, si se realizan sin los controles públicos generan un caldo de cultivo para la connivencia entre decisiones públicas y privadas”. Tiene razón: el Estado es garantía solo si se identifica con el Derecho y no si se entrevera con los particulares o el gobierno de turno.

Así, AFJU exhibe en los Juzgados afiches con imágenes del test de Rorschach. Pregunta “¿En cuál de estas manchas descubrieron que vos no sos normal?”. Y reclama: “No más psicolaborales descalificantes, perversos y degradantes”. Tiene razón: la carrera funcional no debe tropezar en mediciones obtusas.

En vez de crisparnos oigámonos.

Entrar en polémicas racionales que superen los extremos nos va a rescatar como personas y nos va a vitalizar como República.

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Leonardo Guzmán

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Leonardo Guzmán

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