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Sin Feria, el Derecho

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Leonardo Guzmán
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El Poder Judicial está de Feria. El Derecho no: la ley no descansa, porque es mucho más que los Juzgados.

Al Derecho normalmente se lo obedece sin darse cuenta. Ante las transgresiones, injusticias y miserias violatorias de la legalidad, el Derecho nos revive como indignación y como clamor. Nada de eso tiene horario ni vacaciones. Porque hay Derecho siempre, en la Feria hay Turnos y hasta se habilita a actuar por urgencias.

Detengámonos en esa continuidad. Recordemos que su origen es el encuentro con el prójimo. Mirémoslo en pausa, sin los apuros de una causa y sin los sesgos de una especialidad, para que nada nos oculte que el Derecho es un sistema normativo con ida y vuelta entre dinamismo y coherencia. Esa vista global hace falta siempre. Pero más en el Uruguay de hoy.

El gobierno le ha delineado la campaña electoral a la oposición en temas de economía, corrupción, inseguridad y tambaleo educacional, más mugre en las calles capitalinas. El continuismo busca recortar de su fracaso la efigie del ex Vicepresidente Sendic transgrediendo la ley penal y desfondando Ancap.

El estruendo de tamaños asuntos hace que pase inadvertida la caquexia en que ha caído nuestro Derecho. Lo cual hace que se incumpla una misión esencial de la gesta electoral: interesar a la ciudadanía en los temas básicos de su destino. ¡Y vaya si lo son las garantías de la Constitución, sentida desde lo más hondo del yo!

Agrava ese silencio una desgracia suplementaria: cada vez hay menos yo. Desde el mundo se multiplican los ramalazos de impersonalidad de casi todo. Y entrecasa siguen menudeando los que enseñan que el yo sería nada más que un "constructo" armado desde afuera, por mezcla de herencia, pulsiones primarias y acumulación sociológica de clase. A nadie parece importarle educar públicamente en el yo como trabajo de edificación del espíritu propio, siempre llamado a abrirse camino en respuesta a las circunstancias —que del todo fáciles no son para nadie.

Es cierto que nuestro Derecho decae por retrocesos ostensibles, como la importación absurda de procedimientos penales, el flechamiento de leyes mal redactadas que instalan desigualdades atentatorias para adular minorías y las paradojas y atropellos que a veces son noticia.

Pero el Derecho empieza a decaer en las conciencias mucho antes de esos hechos técnico-legislativos y mucho antes de pisar el zaguán de Juzgados viejos que aún quedan en campaña o subir a los ascensores inteligentes del edificio de la ex ONDA. ¡El Derecho empieza a decaer en el debilitamiento del yo, dentro de la persona, desde la cual se ignora su valor estructural y el papel que le incumbe en la cultura del pueblo!

Predomina lo descriptivo. El país que fue de Vaz Ferreira reduce lo valorativo a la contraposición de ideologías rígidas, promoviendo incomprensión y fractura en vez de entendimiento y síntesis.

Por ese camino, se lleva a los ciudadanos a perder la pista de lo que debemos ser como nación. Se los reduce a espectadores resignados a desertar distraídos del deber humano de forjar el mañana.

Puesto que los golpes de la historia nos llaman a abrir avenidas del pensamiento en medio de un caos ideológico nacional e internacional, hagámoslo. Para construir una República en serio, a pesar de todo.

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