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Contra esto, todos en pie

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La prensa recoge indignada el insulto que profirió el Ministro de Defensa Nacional contra el prócer Domingo Faustino Sarmiento. No dijo "máncer", agravio árabe y hebreo que significa "hijo de mujer pública". Usó la palabra burda, que degrada el agravio a ordinariez.

La prensa recoge indignada el insulto que profirió el Ministro de Defensa Nacional contra el prócer Domingo Faustino Sarmiento. No dijo "máncer", agravio árabe y hebreo que significa "hijo de mujer pública". Usó la palabra burda, que degrada el agravio a ordinariez.

Lo aplicó al fundador de la escuela pública argentina, interlocutor y co-inspirador de nuestro José Pedro Varela. Es claro que lo pensado y hecho por un hombre de su estatura siempre admite la crítica, y es sabido que la defensa sarmientina de la civilización contra la barbarie quedó abierta a la polémica histórica. Pero también es claro y sabido que su lucha y su memoria merece respeto de todos; y muy especialmente de los voceros de un gobierno representativo de nuestra República.

Los diarios cumplieron su deber de continuadores actuales de la misma prensa uruguaya y argentina donde Sarmiento volcó su pluma acerada, alternándola con la ática y cincelada de Bartolomé Mitre, fundador de La Nación que vivió paralela peripecia de exilio y poder: transcribieron la blasfemia del Ministro, textualmente y con las debidas comillas. Espanta y abochorna al país.

Menos repercusión tuvieron los 30 minutos del discurso entero, pero fueron de la misma estofa. Fernández habló de los "colorados" y nos calificó como "una manga de sinvergüenzas". Más aun: la versión completa -grabación: web de FM Gente- muestra al orador explicando idas, vueltas y hasta perfumes de los desagües subacuáticos -el existente en Punta Carretas y el proyectado en Punta Yeguas-, refocilándose en repetir no menos de cinco veces el sinónimo soez de la palabra excrementos.

No da para que Sarmiento -formado con la potencia de espíritu que en su Psicología le admiró Nerio Rojas- se ofenda ultratumba. Tampoco da para que los batllistas nos ofendamos. El descalificado por estos dicterios es el que los pronunció, con penosos antecedentes registrados, pues no hace mucho en ADM lastimó a creyentes y no creyentes al rebajar a Cristo a un "flaco gil que se dejó crucificar", ante la impúdica risa de los infaltables comensales comedidos.

Los exabruptos de marras constituyen un documento emanado del Ministro contra el propio Ministro. Frente al estilo que ese documento patentiza, debemos alzar la conciencia de todos: ¡no nos criamos para oficializar guarangadas!

Por eso, no es cosa de cruzarse de brazos frente al televisor para que nos cuenten qué dicen las encuestas. Es cuestión de preguntarnos desde el fondo del espíritu si esta laya de verba merece apoyo y sumisión o repudio y aislamiento político.

Tampoco es cuestión de lamentar que de los partidos opositores no surja un candidato con el aguijón del hombre providencial, mientras el continuismo oficialista lo tiene en el mismo ciudadano que en la Presidencia precedió al gobierno actual. Pobre en argumentos y programa, ese candidato continuista resulta providencial para su conglomerado malherido: tanto que le rezan el milagro de unificarlos en torno a su personalismo y que desde siempre convive impávido con la grosería, mientras cualquiera de los opositores de hoy consideraría un deber moral expulsar a un Ministro que hablare así.

En realidad, es cuestión de saber si -por encima de izquierda, centro o derecha- aceptamos que desde el gobierno se chapalee barro y se vomiten insultos.

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Leonardo Guzmán

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