Publicidad

Lo esencial, en riesgo

Compartir esta noticia

Uno recuerda con gratitud el esfuerzo de José Sánchez Fontans por imponer, desde su cátedra de Derecho Civil, un dialogo socrático que aclarase conceptos desde una actitud originaria. Abría avenidas al pensamiento; y convertía la angustia juvenil en luz, tarea y vocación.

Uno recuerda con gratitud el esfuerzo de José Sánchez Fontans por imponer, desde su cátedra de Derecho Civil, un dialogo socrático que aclarase conceptos desde una actitud originaria. Abría avenidas al pensamiento; y convertía la angustia juvenil en luz, tarea y vocación.

Con obsesión aristotélica, en todo enseñaba a diferenciar la naturaleza y la esencia. De la naturaleza es lo que generalmente aparece pero puede faltar: por ejemplo los inventarios, que en un arriendo pueden documentarse o no, mas si carece de consentimiento pierde la esencia misma de contrato, que es el acuerdo de voluntades.

Paradojalmente, los 50 años de la muerte de aquel noble profesor de esencias coincidieron con una patética degradación de la “esencialidad”. Usada para limitar el derecho de huelga, la esencialidad se prestigió por oposición a las medidas prontas de seguridad, ahora en desuso. Aunque la acuñó la OIT, siempre nos pareció absurdo que a un servicio se lo “declare esencial” recién cuando se corta. Si es esencial, ¡lo es siempre!

La “declaración de esencialidad” es un eufemismo que arropa una prohibición de huelga por “la importancia trascendental” de una función, como bien dice el Comité de Libertad Sindical de la OIT.

Ese eufemismo fue el que usó el Poder Ejecutivo el 24 de agosto, ante la demasía de paros y anuncios de huelga. Echó mano al art. 4º de la ley 13.720 -Pacheco Areco, 1968- que encargó a la Coprin “indicar… los servicios esenciales”… “cuya interrupción determinará la ilicitud de la huelga” y habilitará a “aplicar, al personal afectado, las sanciones legales pertinentes”. Invocó el art. 9º del decreto-ley 14.791 -Aparicio Méndez, 1978-, que, muerta Coprin, le encomendó esa función al Ministerio de Trabajo y Seguridad Social. Perplejidad en el oficialismo y grita en los gremios. El 31 de agosto, el Poder Ejecutivo retrocedió.

Aclaremos: el intento de voltear una huelga no es novedad de la izquierda vernácula. Ya en la década del 30 el socialismo francés movilizó trabajadores para mantener servicios públicos. Y antes, en 1925, Ramsay Mac Donald -teorizador y primer jefe de un gobierno laborista en Gran Bretaña- rompió por la fuerza las huelgas en los puertos. Por tanto, nuestra izquierda no perdió virginidad alguna con la declaración de esencialidad.

Pero todos perdimos mucho, pues para la República, lo esencial es la obediencia al orden jurídico y la autoridad de los gobernantes legítimos. Eso, que tiene que ver con la administración de la soberanía y los equilibrios del poder, fue atropellado en este enfrentamiento que coronó el primer semestre de la actual administración.

La obediencia al orden jurídico la puso en entredicho el Poder Ejecutivo cuando a un instrumento delicado y extremo lo usó de apuro y sin congruencia. La autoridad del presidente la melló el lema que lo encaramó: tras el desacato gremial a la medida, los legisladores oficialistas reclamaron levantarla e hicieron que el presidente reculase ante el sindicalismo.

El episodio nos dañó a todos, no tanto por la sucesión de errores consumados como por lo que vendrá.

Si el destino colectivo se marca a pulseadas y si un grupo social -obrero o patronal- se torna más fuerte que el Estado de Derecho, se eclipsa lo principal: el diálogo como método esclarecedor, la libertad como respeto al prójimo y la ley como razón sin apetitos.

Y eso, esencial, no es invisible para los ojos de quienquiera esté despierto.

SEGUIR
Leonardo Guzmán

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad