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Economista llama a leer

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LEONARDO GUZMÁN
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Circula en Internet un discurso en el cual el Ministro de Economía de Francia, Bruno Le Maire, se dirige a los jóvenes con tono calmo pero fuego de arenga y le dice a cada uno: “Lea usted”.

¿Pero cómo? ¿No es que la economía es una ciencia de números y, en cambio, leer es una disciplina de letras? ¿Có-mo? ¿Acaso la economía no es una ciencia y, en vez, la literatura es un arte? ¿Cómo? ¿No es que el rigor deductivo y material es lo contrario del humanismo? ¿Qué diablos tiene que ocuparse por la poca lectura de los jóvenes un Ministro de Economía? La respuesta a esas preguntas surge sola de la calidad del mensaje.

“Lea usted. No imagina el placer que va a procurarle. La lectura se ha transformado en un combate, donde están enrolados los periodistas y todos los que escriben. No lo libramos para molestarle a usted ni obligarlo a actividades penosas.

“La lectura va a desarrollar en usted la imaginación. Va a permitirle abrirse a mundos nuevos, en los cuales usted no podría entrar sin las palabras. Va a facilitarle comprender mejor quién es usted, al poner palabras sobre cosas que usted siente y resiente pero que no sabe de usted mismo. Con la lectura, una persona totalmente desconocida, que probablemente no conocerá nunca, le soplará al oído cosas de usted que no habría sabido nunca si no las hubiera leído.

“Se aprende más sobre el espíritu de aventura leyendo Robinson Crusoe que partiendo de viaje. Se aprende sobre el amor más allá de lo que palpite en uno. Se aprende a sentir que no se está solo. Esa es la singularidad de la lectura: es una tarea solitaria que le abre el resto del mundo. Usted está solo y, sin embargo, nunca está tan acompañado como cuando lee un libro. Por eso, lea.

“Despéguese de las pantallitas. Los celulares os devoran. La lectura os nutre. Las pantallitas os vacían. Los libros os colman. La literatura es un arma de libertad; y las pantallas pueden ser armas de servidumbre, cuando los programas están formateados para dominar el pensamiento.

“Cada liceal que nos escucha es único. Cada persona es única. Y eso se aprende en las letras.”

Francia fue señera en la historia uruguaya del amor por la lectura -de libros para los menos, de los diarios para los más-, de la pedagogía escolar y liceal y del pensamiento especializado universitario. Médicos, arquitectos, abogados y cien oficios más idealizaron la cultura con una imagen donde Francia refulgía como uno de los principales modelos. Hoy duele comprobar que nos hemos extraviado juntos, cada pueblo en su boscaje, pero en paralelo y por las mismas caídas de los sentimientos, las mismas derrotas del pensamiento y los mismos debilitamientos del espíritu. De los modales a la ortografía y de la convivencia a la vida política, todo, como en los sismos, parece ceder sin esperanzas.

Pero en medio del caos surgen miradas con horizonte, como esta de Le Maire que salta por encima de las especialidades y siendo el responsable de la economía, se preocupa por la formación de la personalidad de los jóvenes y, en vez de llamarlos a encerrarse en especialidades rentables siembra a favor de la formación integral de las personas.

Si pudiera, nuestro Vaz Ferreira -que con el mismo sueño de la formación integral quería enseñar humanismo a los científicos y enseñar ciencia a los humanistas-, aplaudiría. En su ausencia, tomemos, todos, el ejemplo.

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